Ahora que somos más bio, seamos más responsables

Después de unos meses sin contenidos actualizados -por lo que os pedimos disculpas- retomamos la publicación de información y reflexiones sobre sostenibilidad con el gancho de la celebración de la 34 edición de la feria Biocultura en Madrid, un referente en lo que se refiere al estado de salud del sector ecológico en nuestro país y que el año pasado reunió a más de 74.000 personas en Ifema.

La buena noticia es que el mercado de la producción ecológica, tanto en el sector de la alimentación y de la cosmética está en buena forma. En esta edición ha participado 750 expositores principalmente del sector alimentario, pero con interesante crecimiento de las empresas de cosmética natural. En cambio, la presencia del sector de la moda ecológica, a nuestro parecer, ha sufrido un cierto retroceso. Probablemente no en cantidad pero sí en calidad. Y no porque la ropa presente no esté hecha con cariño y con una firme apuesta ecológica, sino porque, una vez más, las propuestas que se exponen en Biocultura son poco inclusivas, es decir, son un estilo de ropa que está dirigido a un perfil muy concreto de usuarios y que, probablemente, no seleccionaría el público general, por lo que dificulta la asunción de gestos sostenibles en la selección de vestuario  para aquellos que se están iniciando en uno modo de vida más responsable.

Precisamente, esta orientación menos inclusiva presente en Biocultura es una de las noticias menos buenas de la feria. Si bien es cierto que la parte de la muestra que se orientaba a disciplinas alternativas se ha reducido considerablemente, lo cual contribuye a reducir el cliché por el que mucha gente no se anima a dar el paso hacia la sostenibilidad, aún hay una presencia importante de propuestas de difícil sustento científico, en especial en los talleres, que, en muchas ocasiones, sirven de excusa a los más reacios a cambiar de rutinas alimentarias o vitales para restar credibilidad al movimiento sostenible. También hemos echado en falta otras propuestas vinculadas a la sostenibilidad, como más presencia de soluciones energéticas o habitacionales, finanzas éticas y comercio justo.

Otro aspecto que nos sigue sorprendiendo, un poco para mal, es que muchas empresas que se dedican a producir sosteniblemente se empeñan en centrar su mensaje y su marketing en la salud. Entendemos que es un punto importante para convencer a los visitantes y clientes, pero no siempre es demostrable. En cambio, el impacto positivo en el medio ambiente de este tipo de producción sí es demostrable y también contribuye a la salud, pero a menudo o se obvia o se deja en segundo plano. En según qué productos, no podemos evitar preguntarnos si efectivamente son tan sostenibles como deberían ser o están más pensados para el mensaje de salud, con el objetivo de vender más. A modo de ejemplo, nos sorprendió mucho ver cuántas empresas de cosmética ecológica usaban plástico para sus envases.

Una vuelta de tuerca

Sea como sea, Biocultura crece en número de expositores y de visitantes, y eso quiere decir que el consumo de productos de fabricación ecológica y sostenible también crece en los hogares españoles. De hecho, una buena muestra de ello es el interés de las grandes marcas y de las grandes distribuidoras por ofrecer alternativas ecológicas a sus productos (ya hay yogures de marca comercial ecológicos, cafés de marca comercial ecológicos, sopas y cremas, e incluso marcas blancas bio de gran distribución). Si a los grandes les interesa, señal de que son productos que tienen salida.

Y, obviamente, eso es muy positivo, porque las grandes marcas y los grandes distribuidores pueden poner precios más competitivos que permitan que el gran público se acerque a la alimentación o la limpieza ecológicas, superen el cliché y los prejuicios, y valoren el informarse y sumergirse cada vez más en el modelo de alimentación bio.

Pero los que ya llevamos tiempo en esto tenemos que estar alerta y ayudar a los nuevos consumidores en otro aspecto fundamental: la producción sostenible y responsable de los productos. Uno de los riesgos de la producción biológica en masa para la gran distribución es que, al final, los productores sean ecológicos pero acaben siendo explotados por un sistema de producción injusto. Por eso, el siguiente paso es procurar asegurarnos que lo que consumimos se produce de manera sostenible y justa. Que el boom de lo bio no implica destrucción de zonas boscosas para incrementar la producción ecológica ni implica que los agricultores tengan que producir y vender en condiciones draconianas para que cuadren los números.

No debemos olvidar que sostenibilidad no implica solo el concepto de ecológico o bio, sino que implica que, principalmente, un consumo responsable e informado, unas condiciones de producción seguras para el medio ambiente, que respeten la biodiversidad y la flora y la fauna de los países y que aseguren una vida digna a los productores. Sin eso, permitiremos que el sistema se adueñe de nuestro movimiento, lo convierta en lo que convierte todo, una forma perversa de ganar dinero sin pensar en nada ni en nadie.

Optar por la sostenibilidad, implica cambiar el sistema. Es lento y farragoso y habrá mil obstáculos, pero es importante no perder de vista nuestro objetivo.

 

¿Cómo comer bien?

Comer bien es un auténtico reto en estos tiempos que corren. Ya no hablamos desde un punto de vista estrictamente nutricional, que también, sino que hablamos de comer respetando mínimamente nuestro cuerpo y nuestra salud y nuestro entorno.

Este post nace de la conjunción de tres sucesos concentrados en la última semana: la aparición en español del libro de Michael Moss Adictos a la comida basura, el programa de La Sexta Equipo de Investigación sobre la agricultura ecológica, y el estudio presentado en Estados Unidos que niega que los transgénicos afecten en absoluto a la salud de los humanos. Visto/leído todo, nos preguntamos ¿cómo podemos comer bien en un mundo bombardeado por mensajes contradictorios sobre lo que es bueno comer? Podéis leer toda la introducción que nos ha llevado a reflexionar sobre esto, o bien pasar directamente a los consejos.

El libro de Moss explica cómo la industria de la alimentación ha utilizado el azúcar, la sal y la grasa para crear productos conscientes de su insalubridad. De como esas empresas no han movido un dedo por poner su grano de arena en la lucha contra la obesidad y la diabetes, mas al contrario, han hecho lo posible por encontrar los recovecos que les permitieran seguir produciendo engendros para comer (me niego a llamarles alimentos) a bajo coste, sin preocuparse en exceso por la calidad. Basta pasarse por el lineal de los quesos procesados, mirar las grandes marcas de quesos untables y revisar sus ingredientes: prácticamente ninguna lleva queso.  [En los ingredientes, efectivamente, aparece leche y nata y diversos estabilizantes, pero eso no es queso en realidad, es decir no sigue el proceso de maduración de un queso de verdad, de la misma manera que unas patatas fritas con huevo llevan los ingredientes de una tortilla de patatas pero no son una tortilla de patatas]. Estos productos, en general, superan con creces el contenido en azúcar, sal y grasa recomendado para un adulto en una dieta equilibrada, pero las empresas que los producen usan casi siempre el mismo argumento: «Nosotros no obligamos a nadie a que coma nuestros productos». Mientras, la televisión y el resto de medios ametrallan con publicidad de alimentos que las instituciones que tienen que mirar por nuestra salud saben positivamente que son perjudiciales. Y ametrallan a cualquier hora, en especial, dentro del horario infantil.

A modo de ejemplo de estas estrategias de marketing que nos conducen a comprar sin pensar dos veces lo que hacemos, basta contraponer este post, publicado en un blog sobre cuidados infantiles realizado por una empresa de publicidad y entendemos (no sabemos ciertamente, pero sospechamos por la cantidad de productos que se promocionan) ideado para apoyar a las marcas de productos infantiles, y este otro post, sobre el mismo producto, hecho por un portal de consumidores y avalado por nutricionistas.

Mientras lees el libro y vas viendo productos Frankenstein, como la Velveeta o los Lunchables, piensas, «bueno, pero eso solo pasa en Estados Unidos». ¿Es eso cierto? ¿O en realidad, esas marcas que aquí no existen, sí hacen otros productos con otras marcas que aquí sí existen? Incluimos la imagen, que fue en su momento viral, en la que se distingue como 5 o 6 grandes conglomerados industriales controlan prácticamente todas las marcas famosas de alimentación  (y cosmética, salud, etc).

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Con esto en mente, nos sentamos frente a la televisión a ver el programa de La Sexta, interesados como estamos en la agricultura ecológica. La sorpresa no es tanto el contenido del programa -que resulta un poco superficial y en algunos casos enfocado a buscar la anécdota y con el tono amarillete y medio apocalíptico habitual- sino la reacción que vemos en Twitter. Muchos usuarios de la red social muestran sus recelos sobre la agricultura ecológica o la tachan simplemente de timo. Se quejan de los precios, o de que son todo cosas de «hippies» trasnochados. De que en realidad, la agricultura ecológica (y la alimentación ecológica en general) es un camelo. Pues sí, una parte es un camelo. Ya lo comentamos en un artículo previo sobre las grandes marcas que de repente se han vuelto superecológicas y hacen productos superecológicos. Efectivamente, esas marcas solo están haciendo greenwashing de la montaña de productos altamente perjudiciales para el medio ambiente y para el desarrollo humano que siguen fabricando sin ningún tipo de rubor.

Pero de ahí, a pensar que toda la agricultura y la ganadería ecológica es un engaño va un mundo. Y nos preocupa ver con qué ligereza se acusa a los pequeños agricultores y a los proyectos sostenibles y con qué ferocidad se defiende a las grandes marcas. Y cómo esto lo hacen personas con perfiles profesionales destacados, que son líderes de opinión y a los que mucha gente cree a pies juntillas.

La tercera pata de este post es el estudio presentado por la Academia Nacional de Ciencias que asegura que los OGM (organismos genéticamente modificados) no comportan ningún riesgo para la salud humana. Según este estudio, que aglutina y analiza más de 900 estudios al respecto, los humanos no sufrirían ninguna consecuencia a la hora de consumir OGM.

Pero, esta recopilación de estudios, imagino que incluirá también los estudios patrocinados por las grandes empresas que se dedican a la generación es estas semillas (y que de hecho, son una buena parte de los estudios existentes). Teniendo en cuenta que en el libro de Michael Moss se explica que, en otros casos, las agencias gubernamentales estadounidenses han sido muy laxas a la hora de valorar los estudios patrocinados por marcas ¿por qué ahora nos tendríamos que creer este?

Es más, y en el caso de que fuera cierto, y que los OGM fueran inocuos, ¿son realmente necesarios? Una de los grandes argumentos para la inclusión de los OGM en la agricultura es que aumentan la producción (cosa que, por cierto, niega el propio informe de la Academia de Ciencias) y por tanto, contribuirían a acabar con el hambre en el Tercer Mundo. Que digo yo que si las grandes corporaciones no hubiera expulsado a los campesinos de sus tierras del Tercer Mundo para llenarlas de cultivos hiperrentables como el café, el cacao o la soja a lo mejor ahora estos campesinos no estarían pasando hambre. Que también digo que si en el primer mundo no compráramos mucha más comida de la que realmente necesitamos (en general, además, comida vacía nutricionalmente, de la que habla Moss en su libro), tampoco haría falta generar más producción para repartir el alimento entre todos. En Estados Unidos, cada año se tiran 40 millones de toneladas de comida, ¿cuánta gente podría comer con ellas?.

Vivimos totalmente desinformados en un mundo de sobreinformación. Cuando más conocimiento tenemos al alcance, y cuando más noticias e informaciones llegan a nuestros oídos, más fácil parece ocultarnos datos clave y más perdidos parecemos.

Entonces, al grano ¿cómo podemos comer bien? Estos son algunos consejos que ya hemos puesto en práctica y que funcionan. Requieren motivación, pero los resultados motivan, vaya que sí.

  • En primer lugar, olvídate de los alimentos procesados y, especialmente, de los platos preparados. Es muy difícil y, obviamente, lo vas a tener que hacer paulatinamente, y no podrás olvidarte de todos, porque actualmente hay muchas cosas que ya no existen de otra manera que no sean procesadas. Pero te aseguramos que es posible llegar a un porcentaje altísimo de independencia. Eso sí, para luchar contra los procesados, lo primer es luchar contra la pereza: va a haber muchas cosas que vas a tener que hacerte tú que antes comprabas cómodamente ya listas para consumir. En internet encontrarás muchas recetas para hacer casi todas las preparaciones que más te gustan sin depende de los alimentos frankenstein, desde crema de chocolate, hasta queso untable, pasando por los gnocchis o los bizcochos de desayuno. Dedica un rato de tu fin de semana, por ejemplo, a preparar un hummus para ponerle en el bocata a la chavalería, o dejar lista para congelar masa de pizza.
    Te sorprenderá ver como muchas de estas cosas no son difíciles de preparar y salen mucho más baratas que las procesadas. En el caso del hummus biológico, por ejemplo, el coste de hacerlo en casa no supera los 3 euros para casi un kilo, mientras que cualquier hummus procesado no baja de los 2 euros los 100-150 gr.
  • Piérdele el miedo a las cestas de frutas de cooperativas ecológicas. Mucha gente se queja, y no sin razón, de que las cestas ecológicas traen fruta y verdura que no siempre son lo que nos apetece. Y es más, que no siempre conocemos ni sabemos qué hacer con ellas. Pues bien, perdedle el miedo a esa fruta y verdura desconocida o a la que no estáis habituados. Buscad ayuda en libros especializados en cocina de las verduras, Las verduras de muchas maneras de Karin Leiz, que es una auténtica biblia de la reconciliación con las verduras. Montado como un diccionario en el que las verduras aparecen en orden alfabético, Karin Leiz nos facilita un montón de recetas, la mayoría facilísimas, para cocinar las verduras. Y no es nada macrobiótico, si eso te echa para atrás, al contrario, encontrarás desde recetas aptas para veganos hasta recetas con chorizaco de pueblo. Para todos e insistimos superfáciles de hacer y súper cómodas de consultar.
    Y vamos, no me digas que no puedes hervir tus propias judías o tus propios guisantes, que son diez minutos. Ni cortar tu cebolla o tu tomate… Igual nos estamos volviendo gastronómicamente analfabetos, pero resulta de risa que compremos cebolla o ajo cortados.
  • Come de temporada. Tanto la fruta y la verdura, como los pescados.
  • Los embutidos, con garantías. Quien más y quien menos, tiene un pueblo, o un amigo que tiene un pueblo. Tira de ellos para hacerte con embutidos. Nutricionalmente es algo de lo que no debemos abusar, así que tampoco hace falta lanzarse a lo loco al supermercado a llenar el carro de salchichones de marcas de gran consumo. Y si no tienes amigos con pueblo, confía en un buen charcutero, serio, que te facilite mandanga de la buena, de la que se hace con cariño y con carne (e incluso grasa, of course) de verdad.
  • Apuesta por lo ecológico siempre que puedas, especialmente en el terreno de lácteos y huevos. España es un país de quesos maravillosos, así que por favor, cómelos. Resulta doloroso ver como la gente compra queso de plástico en un país en el que tenemos 150 variedades y 26 denominaciones de origen y que además, tiene al ladito otro país, Francia, con 320 variedades, muchas de las cuales se pueden adquirir fácilmente en nuestras tiendas. Pasa un poco lo mismo con los yogures. Tenemos grandes productores de yogures de calidad, optemos por ellos. Se nota tanto la diferencia entre un yogur «de plástico» y uno de verdad… Y si eres un valiente (o vives por el norte, donde es fácil encontrar cuajo), hazte tus propios yogures y cuajadas. Esa yogurtera que tu madre tiene abandonada desde el día de la boda puede darte unas alegrías tremendas.  No solo es una cuestión de sabor, también es una cuestión de bienestar animal: comprar leche, yogures, quesos y huevos de explotaciones sostenibles implica que los animales que producen la materia prima han vivido mejor que los pobres que sufren la ganadería industrial.
    Lo mismo se aplica para las carnes. Prioriza la carne blanca (y dentro de esta, cuando elijas pollo, mejor de corral o ecológico) y el pescado. En el caso del pescado (sobre todo el que está en conserva) puedes informarte sobre su origen mediante la guía del Marine Steward Council o la campaña por el pescado sostenible de WWF . Si tienes una lonja cerca, eres afortunado. Si no, busca un pescatero de confianza y que te guíe, no solo en calidad, sino en temporalidad de los pescados. Y huye del pescado embolsado.
  • Legumbres y frutos secos, ¡a la saca! Literalmente, déjate de bolsas de plástico y packagings. Cada día hay más oferta de compra a granel, con lo que puedes comprar solo lo que necesitas, y en el caso de legumbres y frutos secos, por su buena conservación, puedes gestionar mejor tu despensa. Seguro que en casa tiras botes cristal que podrías usar para comprar y almacenar las legumbres y otros productos no perecederos. Vale la pena la inversión en una olla exprés para cocer tus legumbres de forma rápida, y evitar caer en las legumbres precocidas y envasadas, que siempre van fuertes de sal.
  • Haz tus propios snacks. Desde galletas saladas, hasta picoteos de todo tipo. Con verduras, o con carne y pescado, hay mil cosas sencillas de hacer para picar que nos alejan de los snacks hipergrasientos de las estanterías del súper.  Antes, las palomitas las hacíamos en casa con una sartén y nadie se moría. Ahora en cambio, las hacemos con una bolsa en en el microondas, y en lugar de comer solo grano de maíz, comemos un montón de acelerantes, grasas, sal y otras delicias que nos embotan las arterías. Y ni hablemos de la cantidad absurda de residuos que provocamos.
  • Déjate de dietas milagro y alimentos prohibidos. Cualquier alimento natural no procesado está permitido. El truco está en la mesura. Y en disfrutar comiendo. Hay movimientos como el Mindful Eating que promueven el comer de todo, disfrutando tanto a la hora de prepararlo como de comerlo. Cuando uno es capaz de paladear y no de engullir, disfruta más y queda satisfecho antes. Comer sano y equilibrado no implica comer solo tofu y semillas. Ni, desde luego, comer cosas light, otra de esas grandes trampas de la industria alimentaria. Implica comer de todo y disfrutarlo.
  • Premia a las empresas que lo hacen bien. Para poder premiarlas tendrás que tomar por costumbre leer las etiquetas. Apuesta por las que usan más productos naturales, las que sean de proximidad y las que den el máximo de información.  Como decíamos en el punto 1, no vamos a poder prescindir de todos los productos procesados, pero podemos elegir los que se hagan con responsabilidad, nutricional y ambiental. Por ejemplo, en el caso del pan. Busca panaderías cercanas que hagan su propio pan -cuidado con las boutiques del pan– y si no tienes tiempo de comprarlo diariamente, congélalo. El buen pan, además, siempre se puede usar para hacer salmorejo, gazpacho, sopas de pan, púdings e incluso confitura.

Cambiar de hábitos cuesta mucho, porque nos han «programado» para seguir las instrucciones de la publicidad, para priorizar la comodidad de uso y de consumo a la calidad y para creernos que nuestra ajetreada vida nos obliga a comer así, pero no es verdad. Está comprobado. Yo estoy consiguiendo hacerlo, una vez roto el muro de la pereza. Intentadlo, porque los beneficios son inmensos.

Unas Navidades sostenibles

Quien más y quien menos siente que la Navidad ha perdido buena dinner-1144569-mparte de su sentido, ahogada por el consumismo desmedido y por la ingesta descontrolada de comida y bebida bajo la premisa de que en Navidad «hay que pasárselo bien».

Pero estas fechas, cuyo mensaje principal debería ser el amor más que el uso desmesurado de recursos, pueden vivirse de otra manera. Y no estamos hablando de religiosidad o moral, sino, sobre todo, de conciencia. En SyS os proponemos una serie de tips para que celebréis la Navidad de otra manera, y para que esa nueva forma de abordar la vida no se quede solo en un buen propósito de Navidad, sino que vaya calando en nuestro día a día.

Las comidas navideñas

¿Realmente es necesario comprar un bogavante, llenar la nevera de aperitivos preparados, inflarse a polvorones y turrones? No decimos que no disfrutemos de los dulces y platos típicos navideños, pero podemos mejorar nuestra salud y respetar el medio ambiente si tenemos en cuenta unas pocas reglas. Para ello, nos ayudará mucho el proyecto de WWF «Live well for LIFE», una iniciativa en la que especialistas médicos en nutrición y especialistas en sostenibilidad han diseñado una serie de consejos que nos permitirán llevar una vida más saludable a la vez que cuidamos nuestro planeta. Los principios Livewell son los siguientes:

  • Come más vegetales – disfruta de la fruta y las verduras.
  • Come diverso – alégrate la vista con un plato variado y colorido.
  • Aprovecha mejor la comida – un tercio de la comida que se produce en el mundo acaba en la basura.
  • Come menos carne – prueba otras fuentes de proteínas. Además, la carne puede ser un complemento al plato en vez del ingrediente principal.
  • Come menos alimentos procesados – suelen consumir más recursos para su producción y contener niveles altos de azúcar, grasas y sal.
  • Compra alimentos certificados – como el MSC para el pescado, los procedentes de agricultura ecológica o la ganadería extensiva.

Efectivamente, nada que no se haya dicho ya en muchas ocasiones, en este blog y en muchos más sitios, pero los responsables de esta campaña aseguran que si esta dieta se extendiera entre los españoles, se reduciría en un 25% nuestra huella ecológica. Y por supuesto, mejorarían nuestras cifras de colesterol, obesidad, problemas cardiovasculares, etc.

En Navidad, sustituye los entremeses de fiambres por crudités con alguna salsa divertida, ensaladas, o verduras asadas. Si sois de pescado, ¿qué tal una buena lubina al horno en lugar de marisco llegado desde el cono Sur? Además, si el marisco no se consume tiene poco aprovechamiento en cambio, lo que sobra de pescado puede convertirse en ricas croquetas, canelones de pescado o un chupe chileno. Los responsables del proyecto Livewell también nos ofrecen una alternativa de menú navideño delicioso y sostenible.

Los regalos de Navidad

A nadie se le ocurre pasar por estas fechas sin comprar regalos. Aunque es perfectamente posible, y aunque tenemos todo el año para demostrar nuestro amor a los demás de manera material, si llega el punto en que tenemos que adquirir regalos, también podemos hacerlo desde un punto de vista sostenible.

Un buen ejemplo es regalar cosas «no materiales», por ejemplo, regalar un curso o un taller, una cata de vinos, una jornada en un spa, compensar parte de su huella de carbono aportando una cantidad para la plantación de árboles… Es una manera de hacer un regalo que no implique un objeto que haya tenido que ser producido únicamente para este fin. Huyamos de los «pongos» de toda la vida. A nadie le gustan ni las figuritas, ni los ganchitos, ni los marcos de fotos, ni los objetos graciosos (que tienen gracia dos minutos)  y todos, indefectiblemente, acaban en la basura o arrinconados por ahí, o sea, convertidos en residuos.

Si no hay maś remedio que comprar algo «material», opta por algo práctico y prioriza los objetos de comercio justo y certificados (maderas FSC, plásticos libres de BPA y reciclados…) Visita los anticuarios y chamarileros (o los mercadillos estilo Rastro o Encants), donde podrás encontrar cosas bonitas que merecen una segunda oportunidad, de manera que contribuyas a la reducción de la sobreproducción de bienes.
También puedes regalar comida. Además, es una excelente manera de invitar a tus amigos a descubrir la comida sana y la ecológica. Un simple cesto con algo de fruta de cultivos responsables, una buena botella de vino, una selección de dulces artesanales… Lo ideal, además, sería que lo compraras en tu barrio, donde seguro que tienes una buena oferta de comercios que te pueden ayudar y aconsejar. Así ahorras en gasolina, y seguramente en la angustia de caminar por las calles del centro en Navidad.

Y  a los amigos que quieran regalarte algo, no tengas problema en decirles qué quieres. Si no lo haces, corres el riesgo de que te regalen un residuo potencial, así que…

El espíritu navideño

¿Existe? Creemos que en su momento quizás existió pero ahora no es más que una especie de alucinación que dura justo los días de las fiestas y que se interpreta como una necesidad imperiosa de ser buenos, aunque luego seamos lo peorcito. Este año ¿por qué no te lo tomas en serio? Que la Navidad sea solo el pistoletazo de salida para un año en el que el hacer algo por los demás y por tu entorno forme parte fija de tu agenda semanal.  Busca un voluntariado que te motive, selecciona una organización a la que ayuda, no solo económicamente, descubre qué iniciativas hay en tu barrio a las que podrías echar una mano. Te sorprenderá lo fácil y motivamente que es dejar de mirarse el ombligo un rato.

El buen propósito de año nuevo

Dejar de fumar o de beber, ir al gimnasio, comer menos… La mayoría de propósitos de año nuevo están pensandos hacia dentro, hacia nosotros, y en la mayoría de ocasiones lo hacemos un ratito y con poco convencimiento. La fuerza de voluntad es un bien escaso. Este año, propongámonos algo hacia fuera. Algo que contribuya no solo a nuestro bienestar si no al de todos. Propongámonos consumir menos, reducir nuestros residuos, reciclar mejor, comprar menos alimentos preparados, buscar una actividad de conservación natural que nos mole, reducir el gasto de papel de nuestra vida, dejar el coche más a menudo en el garaje, relacionarme más con mis amigos/vecinos/ciudad, participar en actividades comunitarias de cuidado del entorno, reducir mi consumo energético, comprar menos ropa y zapatos e intentar sustituir la compra por la reuitlización, o los productos sostenibles, comer más verduras, comer menos carne, usar más el transporte público, caminar más,… Hay cientos de buenos propósitos sencillos que nos permitirán comenzar el año con una misión que, al final de estos 365 días de 2015 nos harán dar cuenta de que ser  más austeros bien vale la pena.

Biocultura empieza a acabar con los «ismos»

ECATALOGO EXPOSITORES MADRID WEB (3)ste fin de semana se celebró BioCultura en Madrid. La verdad, fue un placer ver el pabellón número 9 de Ifema lleno de gente, y quizá lo más placentero fue verlo lleno de gente de todo tipo: desde familias progres hasta señores engominados, tirando de estereotipo.
Y nos gustó mucho ver propuestas más cercanas a todos los públicos, sobre todo en el apartado de cosmética y en algunos aspectos del de moda y agricultura.

Pero aún nos queda mucho para hacer llegar la sostenibilidad y el consumo responsable al gran público, porque, a nuestro modo de ver, aún quedan muchos tics de un pasado que no facilita que el ciudadano medio se acerque a una nueva forma de pensar, actuar y consumir.

Nos sigue pareciendo preocupante la presencia en estos foros de cuestiones más cercanas al esoterismo que a la sostenibilidad y nos preocupa mucho que, a modo de herramienta chapucera de marketing, las propuestas se vendan como «salud» en lugar de como conciencia.  Al final, cambiar el concepto para que sea más vendible no nos acerca a modificar los hábitos sino a reforzar hábitos que «teóricamente» queremos erradicar.  Porque… ¿queremos vender más o queremos un mundo mejor?

Nos gustó ver ropa «ponible» junto a las prendas más de aires orientales, y nos gustó ver zapatos «ponibles» al lado de las antiguas propuestas de calzado más cercano a un elfo que a un humano. Porque creemos que si queremos que el día a día de los ciudadanos sea consciente, sostenible y responsable, y esa es la misión de este blog, hace falta acercarnos al ciudadano con ideas que pueda aplicar en su día a día. Partamos de que todos, incluso los de los zapatos élficos, tenemos una cierta rutina, unas costumbres, un estilo de comer, de vestir… Si queremos convertir eso en una apuesta sostenible, no deberíamos empujar a la gente a cambiarlo, si no darle la opción de mantener eso sin afectar al planeta, ni a las condiciones laborales de los trabajadores, etc. Y BioCultura es un punto de encuentro de los que ya lo practicamos, pero también una oportunidad fantástica de acercar la sostenibilidad a los que aún no están metidos en el ajo y, sinceramente, creemos que los viejos estereotipos no ayudan a hacer el cambio de chip.

Sin embargo, nos fuimos más bien contentos de BioCultura. Porque lo visitaron 70.000 personas, porque nos pudimos comer un bocata de longaniza (ecológica) de carne y no de seitán, porque junto a los zumos de hierbas con propiedades dudosas y casi milagrosas, los inciensos y las piedras energéticas, cada vez hay más propuestas para todos los públicos. Cada vez hay menos tofús y más aceite de oliva ecológica de cooperativas responsables, más agricultura sostenible que recupera variedades, más empresas que cambian su forma de fabricar su producto para adaptarlo a las necesidades de un consumidor comprometido. Y además, cada vez a precios que abren más el abanico de ciudadanos que pueden acceder a todo esto. Y queda esnobismo, misticismo y elitismo, y desde Sentido y Sostenibilidad vamos a seguir intentando acabar con estos ismos que no hacen más que alejarnos de nuestro objetivo: conseguir un mundo más comprometido, responsable, equitativo, sostenible y por tanto, mejor para todos.

¿Cómo ser sostenible con un presupuesto en crisis? (I)

Help the EarthHay quien pone como excusa el alto precio de los productos ecológicos para no asumir gestos sostenibles en su día a día. Es cierto que la compra bio resulta más cara  -aunque tiene otros beneficios que, puestos en la balanza, equilibran bastante el coste- pero es que tener un estilo de vida sostenible no se reduce a comprar bio. De hecho, solo comprando bio nuestra aportación real a reducir nuestra huella ecológica y acabar con las desigualdades laborales y sociales es relativamente pequeña.

¿Qué puedo hacer sin gastar demasiado dinero y que sea beneficioso para el entorno? Muchas cosas, que no solo revertirán en nuestro medioambiente y en la vida de los que no rodean, sino que, en muchos casos, nos permitirán ahorrar unos cuantos eurillos… Mira, igual los podemos dedicar a comprar alguna cosita bio de vez en cuando

En este post y otros que vendrán iremos añadiendo nuevos pequeños gestos que nos permitirán, sin coste, y poco a poco, cambiar nuestras costumbres.

En casa:
– Cambia progresivamente tus bombillas a las de bajo consumo o a las LED.  Sube las persianas y deja entrar la luz natural, intenta no encender la artificial hasta entrada la tarde.
-Apaga siempre todos los electrodomésticos después de su uso, no dejes la tele o el DVD en stand by, si tienes vitro, apaga un rato antes de acabar la cocción para aprovechar el calor acumulado.
-Asegúrate que tus ventanas y puertas exteriores están bien aisladas. Puedes mejorar el aislamiento con cintas aislantes o bien colocando toallas o mantas en invierno en los resquicios para evitar que se cuele el frío. De esta forma, podrás tardar más en tener que activar calefactores y estufas, y el calor que estas generen se mantendrá por más tiempo en tus habitaciones.
-Cómprate una buena chaqueta de lana, un buen jersey o calentadores, y con eso y una mantita, puedes pasar la tarde en el sofá sin pasar frío y sin usar calefactores.
-En verano, abre puertas y ventanas, viste ropa ligera por casa, y usa abanicos y otros sistemas para ahorrar en aire acondicionado.
– Regula la temperatura de la nevera según las necesidades reales de tus alimentos. En invierno no es necesario que esté a toda potencia, por ejemplo.
-Procura no tener la nevera totalmente vacía. Si llega fin de mes y queda poca cosa, rellena con botellas de agua, así también gastas menos. Tampoco pongas cosas calientes, espera a que se enfríen al natural antes de introducirlas en el frigorífico ¡Y abre y cierra la puerta rápido!
-Lava la ropa siempre que puedas con agua fría.
-Controla tu gasto de agua. Cierra los grifos cuando no los uses, cambia el botón de la cisterna por uno de dos intensidades, no te afeites o depiles dentro de la ducha (usa la pila o un barreño), al lavarte los dientes, usa un vaso para enjuagarte al lavarte los dientes.  Pon un filtro reductor de caudal en los grifos para aumentar la presión del agua, reduciendo consumo.

En la compra:
– Intenta comprar los productos frescos de forma más periódica (cada día, cada semana) en lugar de hacer una gran compra mensual. Así calcularás mejor lo que te hace falta y se estropeará menos la comida, generando menos residuos y desaprovechando menos los alimentos.
-Si algo está empezando a estropearse, cocínalo (hiérvelo, hazlo al vapor, etc.) y congélalo. Te durará un poco más y tirarás menos comida.
– A la hora de comprar, selecciona productos con caducidad lo más larga posible, y recuerda, la fecha de consumo preferente no indica que el producto no se pueda consumir, sino que habrá perdido alguna de sus propiedades organolépticas pero seguirá siendo consumible.
– Pregunta siempre de dónde proceden los alimentos que compras. Cuanto más lejos, más huella ecológica. Resulta sorprendente que en una país como España, rico en vegetales y frutas, por ejemplo, consumamos naranjas turcas o manzanas chilenas, en resumen, comida que ha viajado más que nosotros. Si puedes, compra productos lo más locales posibles. Lo ideal es que hubieran podido viajar en Cercanías o en un bus interurbano.
-Si en el paquete no indica de dónde procede el alimento o qué empresa lo fabrica (típico en las marcas blancas), podéis consultarlo a través de su número de registro sanitario.
– Compra en los pequeños comercios de tu barrio. Igual el precio es un poco más caro que en las grandes superficies, pero verás la diferencia en el servicio, en la confianza y en los pequeños detalles que tendrán contigo. Además, alimentaras el tejido comercial de tu zona.
– Lleva tu propia bolsa (una plegable en el bolso, por ejemplo), y ahorrás en dinero y en residuos.
-Lo mismo que es aplicable a la alimentación, lo es también al resto de productos (ropa, calzado, etc.), lo ideal es buscar el «made in Spain», o al menos, de países de la UE. No es fácil, pero vale la pena ante sucesos como los de Bangladesh. Nadie quiere vestir ropa manchada de sangre.

En la ciudad:
-Utiliza el transporte público. Ahorrarás en contaminación, en estrés, en dinero… Aunque a veces el trayecto sea más largo, le sacarás más provecho.
– Sé cívico. Respeta el mobiliario urbano, respeta el orden en las filas, sonríe, saluda a tus conocidos y vecinos, cumple con las normativas, no tires papeles al suelo, no abuses del uso de lo que la ciudad pone a tu disposición, comparte… Parece que eso no tienen nada que ver con la sostenibilidad, pero el respeto con tu entorno no puede limitarse a lo material. También lo inmaterial como la amabilidad y la educación mejoran nuestra calidad de vida.
-Haz deporte. Cuida tu salud y tu cuerpo y contribuirás a la reducción tanto del estrés como de los problemas de salud en la ciudad, contribuyendo al ahorro del sistema sanitario, a la vez que, obviamente, tú te sientes infinitamente mejor.
-Anima a tu municipio a promocionar que taxistas y transportistas usen medios menos contaminantes.
-Pon flores y plantas en tus balcones, alegra tu barrio y contribuye a aportar algo de oxígeno.
-Enrólate en actividades de barrio. Te ayudará a mejorarlo, a conocerlo y amarlo… Y las cosas que se aman se cuidan mejor.
– Separa los residuos en casa y lleva cada uno a su contenedor. Recuerda que hay cosas que hay que llevar al punto limpio, es verdad que suelen estar lejos y es un poco coñazo, pero vale la pena.

En el trabajo:
– Propón usar material reciclado como material de oficina. Probarlo al menos no cuesta nada.
– Reduce tu consumo de papel, imprimiendo a dos caras, asegurándote de que necesitas lo que imprimes, pasando documentos en pdf a tu ebook, por ejemplo…
– Apaga siempre el ordenador al irte, así como las luces, climatización, etc.
– Mantén limpio tu puesto de trabajo. Facilitarás la labor del personal de mantenimiento y limpieza, tendrás siempre a mano lo que necesites, no gastarás material extra porque no encuentres el otro…
– Si trabaja sentado, tómate un par de minutos de vez en cuando para estirar las piernas, cerrar un poco los ojos, etc… Cuanto más cansado o estresado estés, rendirás menos y estarás de peor humor lo que generará mal ambiente. Obviamente, uno hace lo que puede, pero tiene que lidiar con el resto. De todas formas, que por ti no quede.
-Usa vasos reutilizables, estilo Keep Cup, para tus cafés, o si tienes máquina de vending, sugiere que se provea de café y azúcar de comercio justo.