¿Cómo ser sostenible con un presupuesto en crisis? (I)

Help the EarthHay quien pone como excusa el alto precio de los productos ecológicos para no asumir gestos sostenibles en su día a día. Es cierto que la compra bio resulta más cara  -aunque tiene otros beneficios que, puestos en la balanza, equilibran bastante el coste- pero es que tener un estilo de vida sostenible no se reduce a comprar bio. De hecho, solo comprando bio nuestra aportación real a reducir nuestra huella ecológica y acabar con las desigualdades laborales y sociales es relativamente pequeña.

¿Qué puedo hacer sin gastar demasiado dinero y que sea beneficioso para el entorno? Muchas cosas, que no solo revertirán en nuestro medioambiente y en la vida de los que no rodean, sino que, en muchos casos, nos permitirán ahorrar unos cuantos eurillos… Mira, igual los podemos dedicar a comprar alguna cosita bio de vez en cuando

En este post y otros que vendrán iremos añadiendo nuevos pequeños gestos que nos permitirán, sin coste, y poco a poco, cambiar nuestras costumbres.

En casa:
– Cambia progresivamente tus bombillas a las de bajo consumo o a las LED.  Sube las persianas y deja entrar la luz natural, intenta no encender la artificial hasta entrada la tarde.
-Apaga siempre todos los electrodomésticos después de su uso, no dejes la tele o el DVD en stand by, si tienes vitro, apaga un rato antes de acabar la cocción para aprovechar el calor acumulado.
-Asegúrate que tus ventanas y puertas exteriores están bien aisladas. Puedes mejorar el aislamiento con cintas aislantes o bien colocando toallas o mantas en invierno en los resquicios para evitar que se cuele el frío. De esta forma, podrás tardar más en tener que activar calefactores y estufas, y el calor que estas generen se mantendrá por más tiempo en tus habitaciones.
-Cómprate una buena chaqueta de lana, un buen jersey o calentadores, y con eso y una mantita, puedes pasar la tarde en el sofá sin pasar frío y sin usar calefactores.
-En verano, abre puertas y ventanas, viste ropa ligera por casa, y usa abanicos y otros sistemas para ahorrar en aire acondicionado.
– Regula la temperatura de la nevera según las necesidades reales de tus alimentos. En invierno no es necesario que esté a toda potencia, por ejemplo.
-Procura no tener la nevera totalmente vacía. Si llega fin de mes y queda poca cosa, rellena con botellas de agua, así también gastas menos. Tampoco pongas cosas calientes, espera a que se enfríen al natural antes de introducirlas en el frigorífico ¡Y abre y cierra la puerta rápido!
-Lava la ropa siempre que puedas con agua fría.
-Controla tu gasto de agua. Cierra los grifos cuando no los uses, cambia el botón de la cisterna por uno de dos intensidades, no te afeites o depiles dentro de la ducha (usa la pila o un barreño), al lavarte los dientes, usa un vaso para enjuagarte al lavarte los dientes.  Pon un filtro reductor de caudal en los grifos para aumentar la presión del agua, reduciendo consumo.

En la compra:
– Intenta comprar los productos frescos de forma más periódica (cada día, cada semana) en lugar de hacer una gran compra mensual. Así calcularás mejor lo que te hace falta y se estropeará menos la comida, generando menos residuos y desaprovechando menos los alimentos.
-Si algo está empezando a estropearse, cocínalo (hiérvelo, hazlo al vapor, etc.) y congélalo. Te durará un poco más y tirarás menos comida.
– A la hora de comprar, selecciona productos con caducidad lo más larga posible, y recuerda, la fecha de consumo preferente no indica que el producto no se pueda consumir, sino que habrá perdido alguna de sus propiedades organolépticas pero seguirá siendo consumible.
– Pregunta siempre de dónde proceden los alimentos que compras. Cuanto más lejos, más huella ecológica. Resulta sorprendente que en una país como España, rico en vegetales y frutas, por ejemplo, consumamos naranjas turcas o manzanas chilenas, en resumen, comida que ha viajado más que nosotros. Si puedes, compra productos lo más locales posibles. Lo ideal es que hubieran podido viajar en Cercanías o en un bus interurbano.
-Si en el paquete no indica de dónde procede el alimento o qué empresa lo fabrica (típico en las marcas blancas), podéis consultarlo a través de su número de registro sanitario.
– Compra en los pequeños comercios de tu barrio. Igual el precio es un poco más caro que en las grandes superficies, pero verás la diferencia en el servicio, en la confianza y en los pequeños detalles que tendrán contigo. Además, alimentaras el tejido comercial de tu zona.
– Lleva tu propia bolsa (una plegable en el bolso, por ejemplo), y ahorrás en dinero y en residuos.
-Lo mismo que es aplicable a la alimentación, lo es también al resto de productos (ropa, calzado, etc.), lo ideal es buscar el «made in Spain», o al menos, de países de la UE. No es fácil, pero vale la pena ante sucesos como los de Bangladesh. Nadie quiere vestir ropa manchada de sangre.

En la ciudad:
-Utiliza el transporte público. Ahorrarás en contaminación, en estrés, en dinero… Aunque a veces el trayecto sea más largo, le sacarás más provecho.
– Sé cívico. Respeta el mobiliario urbano, respeta el orden en las filas, sonríe, saluda a tus conocidos y vecinos, cumple con las normativas, no tires papeles al suelo, no abuses del uso de lo que la ciudad pone a tu disposición, comparte… Parece que eso no tienen nada que ver con la sostenibilidad, pero el respeto con tu entorno no puede limitarse a lo material. También lo inmaterial como la amabilidad y la educación mejoran nuestra calidad de vida.
-Haz deporte. Cuida tu salud y tu cuerpo y contribuirás a la reducción tanto del estrés como de los problemas de salud en la ciudad, contribuyendo al ahorro del sistema sanitario, a la vez que, obviamente, tú te sientes infinitamente mejor.
-Anima a tu municipio a promocionar que taxistas y transportistas usen medios menos contaminantes.
-Pon flores y plantas en tus balcones, alegra tu barrio y contribuye a aportar algo de oxígeno.
-Enrólate en actividades de barrio. Te ayudará a mejorarlo, a conocerlo y amarlo… Y las cosas que se aman se cuidan mejor.
– Separa los residuos en casa y lleva cada uno a su contenedor. Recuerda que hay cosas que hay que llevar al punto limpio, es verdad que suelen estar lejos y es un poco coñazo, pero vale la pena.

En el trabajo:
– Propón usar material reciclado como material de oficina. Probarlo al menos no cuesta nada.
– Reduce tu consumo de papel, imprimiendo a dos caras, asegurándote de que necesitas lo que imprimes, pasando documentos en pdf a tu ebook, por ejemplo…
– Apaga siempre el ordenador al irte, así como las luces, climatización, etc.
– Mantén limpio tu puesto de trabajo. Facilitarás la labor del personal de mantenimiento y limpieza, tendrás siempre a mano lo que necesites, no gastarás material extra porque no encuentres el otro…
– Si trabaja sentado, tómate un par de minutos de vez en cuando para estirar las piernas, cerrar un poco los ojos, etc… Cuanto más cansado o estresado estés, rendirás menos y estarás de peor humor lo que generará mal ambiente. Obviamente, uno hace lo que puede, pero tiene que lidiar con el resto. De todas formas, que por ti no quede.
-Usa vasos reutilizables, estilo Keep Cup, para tus cafés, o si tienes máquina de vending, sugiere que se provea de café y azúcar de comercio justo.

El silencio como bien escaso

Dado que este blog está orientado, principalmente, a los urbanitas, no podíamos pasar por alto uno de los mayores problemas de contaminación y a la vez una de las más baratas y mejores maneras que tenemos los ciudadanos de contribuir a una ciudad más sostenible: el silencio.

En el corazón del concepto de ciudad, y más aún en nuestra cultura de calle y de jarana, se encuentra el ruido. Estamos tan acostumbrados a él que lo que nos sorprende es que, de repente, no se oiga nada.  Aunque nuestro instinto de supervivencia urbana nos haya hecho inmunes al bullicio descontrolado de la ciudad, lo cierto es que nos afecta tanto a nivel psicológico, como a nivel físico. Y además, contribuye a la erosión de las ciudades de forma directa e indirecta, ya que la agresividad que puede provocar en nosotros la presencia de ruido, puede conducirnos a no ser cívicos y por tanto, a tomar actitudes que perturben a nuestros conciudadanos y a nuestro entorno.

Nadie da ya valor al silencio. Y nadie educa en el valor del silencio, lo cual, es más preocupante. Al contrario, se promocionan actividades que invitan al ruido, se disculpan algunas actitudes con cosas como «los jóvenes son ruidosos» o «si vivo en esta calle, es normal que haya ruido en casa».

En el caso de la ciudad de Madrid, la legislación de la comunidad autónoma pone un objetivo de calidad acústica (algo así como el límite máximo deseable) en 73 decibelios, cifra que es válida para zonas industriales (a priori, no habitadas).  En zonas residenciales, el objetivo va de los 55 a los 65 dB. La Organización Mundial de la Salud indica que el límite saludable es de 50dB. O sea, ni siquiera la legislación se ve capacitada ya a recortar el ruido a niveles contrastadamente seguros. Pero aunque existe ese límite, os invito a bajaros cualquier medido de dB a vuestro Android o iPhone. Probadlo en una calle de Madrid, normalita, a una hora del día normalita. La medición oscila entre los 67 y los 74 decibelios, y en según que casos, llega tranquilamente a los 90 dB.  Según está demostrado científicamente, 90dB de forma sostenida, durante 2 o 3 horas al día y durante un periodo de tiempo produce sordera. Estar sometido a ruido por encima del límite de la OMS de forma continuada afecta a nuestro estado de ánimo, a la calidad del descanso y puede conducir a ansiedad, angustia, agresividad, depresión y también a enfermedades orgánicas, sobre todo, las relacionadas con el aparato digestivo.

Pero ya no es solo cuestión del ruido que genera la ciudad en su conjunto. Sino del ruido que generamos nosotros. Hay mucho trabajo que hacer a nivel ciudadano en ese aspecto. En primer lugar, la autocrítica. Escuchemos nuestro hogar. ¿A qué volumen tenemos la tele? ¿Y la música? ¿Cuánto ruido hacen nuestros electrodomésticos? ¿Hay alguna manera de reducirlo?

  • Cambia la aspiradora por la escoba
  • – Reduce el uso del microondas.
  • – Revisa el estado de tus electrodomésticos y cuando se rompan, cómpralos A o A+, ya que producen menos ruido (al cambiar mi nevera hasta me asusté, porque pensé que no funcionaba de los silenciosa que era).
  • – Usa auriculares inalámbricos cuando quieras escuchar música, o ponla a un nivel bajo.
  • – Insonoriza tu casa (será un templo de paz para tí, y no molestarás a los vecinos).
  • – Aísla las ventanas, usa doble acristalamiento (también te permitirá ahorrar energía a la hora de calentar tu casa).
  • – Pon alfombras en el suelo, o elige suelos aislantes del ruido como el corcho o el bambú (que además, es sostenible).

Pero no solo hay cosas «técnicas» que se pueden hacer. Recuerda que tú también produces ruido, y que además, estás conviviendo con otras personas a las que hay que respetar.

  • -Reduce el volumen de los aparatos multimedia, tanto en casa como en la calle, el transporte público, el coche.
  • -Revisa las emisiones de tus vehículos.
  • -Habla en un tono sosegado cuando estés en un espacio público compartido o en la calle.
  • -Educa a tus hijos en el valor del silencio.
  • -No uses el móvil o el reproductor de MP3 sin auriculares.
  • -Al abandonar restaurantes, clubes, bares o instalaciones deportivas durante la noche, reduce el tono de voz a un susurro, recuerda que hay gente durmiendo, o haciendo lo que le dé la gana que no tiene porque aguantar tu euforia.
  • -Conciénciate y denuncia. Si en tu calle hacen botellón, si un vecino tiene la tele a tope a horas que no tocan, etc… Da el paso. El silencio es un derecho al que hemos renunciado demasiado alegremente.

Para finalizar, os invitamos a ver el programa Naturalmente de RTVE, en el capítulo que dedicaron al ruido y la contaminación acústica y reflexionar sobre nuestro papel en luchar contra este fenómeno. Para los que dicen que ser sostenible y consciente es cosa de gente con dinero y que es caro, un nuevo elemento que demuestra que cuidar de nuestro entorno es gratis.

Sonríe, es sostenible

respeta a tu ciudad y a los ciudadanos. Esto también es sostenibilidad.

En adelante en este blog vamos a hablar de muchos temas relacionados con la sostenibilidad. Van a salir desde alimentos hasta propuestas de construcción o de movilidad.

Pero hay algo que a menudo se nos olvida y que es fundamental para que este planeta nuestro se mantenga en mejores condiciones: el civismo.

respeta a tu ciudad y a los ciudadanos. Esto también es sostenibilidad.Estamos en una sociedad que ha avanzado mucho y ha generado grandes inventos que nos han permitido vivir una vida más cómoda. Pero tenemos que cuidarlos, sobre todo, aquellos que compartimos con el resto de ciudadanos. Que existan y formen parte de nuestro día a día, no significa que sean nuestros.
Cuanto más los cuidemos, más durarán. Cuanto más duren y en mejores condiciones estén, menos huella ecológica dejarán (no habrá que construir nuevos, ni generar repuestos o piezas que a la larga no hacen más que ser pequeños nuevos ingredientes en la emisión de CO2).

Respetar el uso de los objetos, tratarlos con cuidado, no abusar de sus características -por ejemplo, respetar los transportes públicos, no romper sus elementos, respetar el mobiliario urbano, etc.- también es una gran manera de contribuir a un desarrollo sostenible.

E igual que cuidamos las cosas, ¿por qué no tratar con cariño también a nuestros conciudadanos? Seguramente, la ciudad ganaría en habitabilidad si los ciudadanos fuéramos respetuosos entre nosotros, fuéramos cívicos no solo al cuidar lo que la ciudad nos pone al alcance, sino también cívicos con nuestros conciudadanos. Respetar una cola,  saludar, ceder el paso, levantarse del asiento cuando otra persona lo necesita, contestar una pregunta, preguntar con un por favor y un gracias. Una sonrisa puede ser nuestra mejor arma para ser sostenibles.
Una ciudad cívica y educada es más habitable. Una ciudad más habitable es más creativa, más consciente y orgullosa de sí misma.

Para ser sostenible no hace falta gastarse dinero, pero no hay que ahorrar en educación, respeto y sonrisas.