Hoteles: Los reyes de los residuos evitables

De un tiempo a esta parte he tenido la oportunidad, por ocio y por negocio, de visitar muchos hoteles de la geografía peninsular. De cadenas y categorías diversas, pero principalmente de cuatro estrellas. Y si hay un denominador común -sobre todo a medida que aumentan las estrellas o el «nivel» de la cadena-  es el nivel absurdo de residuos y derroche a los que invitan los responsables de los hoteles.do-not-disturb-1417223-1599x2404

Vamos a hacer un repaso de ese absurdo dispendio y de qué podemos hacer los clientes concienciados para evitarlo.

  1. Los amenities. Es el objeto de deseo, sobre todo de aquellas personas que no suelen ir a hoteles. Los pequeños botecitos de gel, champú, body milk, jaboncitos, gorritos de baño, peines, cepillos de dientes y otras tontadas que nos ofrecen los hoteles para hacer nuestra estancia más cómoda. Es cierto que resulta más cómodo usar esas amenities que cargar con un neceser, pero ¿Es necesario que los hoteles las cambien cada vez que arreglan la habitación, y se lleven las que están mediadas?¿Es necesario poner minijaboncitos que nadie, pero nadie acaba, y que acaban en la basura, cuando podrían poner un dispensador de jabón líquido? Hay hoteles, que ya usan este sistema, el de los dispensadores automáticos, y me parece estupendo, la verdad. Y en todo caso, ¿qué nos cuesta llevar un pequeño neceser? Empresas como Muji ofrecen botellitas de tamaño mini que puedes rellenar en casa en cada viaje, y llevar tu propio champú o gel (que en el caso de las personas conciencias será biodegradable). Y, de verdad ¿para qué llevárselos? En casa no los usamos casi nunca, y al final son un montón de botecitos (cuyo producto suele ser bastante infecto) que se acumulan y acaban en la basura en la primera limpieza general.
  2. Las toallas. ¿De verdad es necesario cambiarlas cada día? Algunas cadenas ya ponen carteles en la habitación sugiriendo que los clientes usen varias veces las toallas,  pero otras, aunque tienen el cartel puesto y aunque tu sigas las instrucciones, cambian las toallas igualmente. No es necesario, es nuestro cuerpo, y supongo que a nadie le molestará secarse dos veces con la misma toalla. No son solo los cambios, es el sensacional derroche de toallas. Para una sola persona podemos llegar a encontrarnos, dos albornoces, dos toallas grandes de baño, dos pequeñas, dos de tocador y una toalla/alfombra para salir del baño. Totalmente desmesurado.
    La única manera en la que he conseguido usar dos veces las mismas toallas en este tipo de hoteles ha sido, o bien dejando una nota a la camarera de piso indicando específicamente que no las cambiara (y no siempre funciona) o bien escondiendo las usadas, y luego usándolas y dejando sin tocar las que habían puesto nuevas.
  3. Luces a destajo. ¿Por qué los hoteles suelen dejar las habitaciones con todas las luces encendidas? Cuando insertas la tarjeta en el interruptor, de repente es como una epifanía. ¿No sería suficiente con la luz del pasillo, y ya iremos encendiendo las que necesitemos? Además, por qué tantas lámparas y tantos juegos de luz, cuando, en general, basta con una general y una de mesilla de noche (o de mesilla de trabajo si la hay) y la del baño. No entro ya en la carencia generalizada de LEDs y el abuso de las feas, calurosas y derrochadoras halógenas.
    Por cierto, si abrieran esas pesadísimas cortinas antiluz durante el día, a muchas habitaciones se podría acceder sin siquiera usar el interruptor.
  4. ¿Una habitación o un horno? No consigo entender por qué la calefacción está puesta tan a muerte en los hoteles. Sobre todo, porque existe una regulación en cuanto a temperaturas que muy a menudo dudo que se cumpla. Y en segundo lugar, porque me resulta francamente tonto estar en un habitación, durmiendo en invierno, con la calefacción a tope, pero solo una sábana para taparse.  Hay hoteles que ponen una funda nórdica. Es verdad que ahí tendríamos que ver qué supone la limpieza de estos elementos y cuál de las dos vías  produce menos huella ecológica, pero soy de esas personas que piensa que si hace frío me tapo, no convierto la sala en una playa tropical.
    Si te encuentras en una de estas habitaciones, baja la temperatura del termostato, o mejor aún, pide una manta y duerme tapadito.
    ¡Ah! Y no olvidemos hacer un consumo responsable de agua. Eso viene de nuestra cuenta. No dejar grifos abiertos porque «no pagamos nosotros». Ojalá los hoteles empezaran a reciclar el agua usada para las cisternas, porque así dolería menos la tentación de pegarse un baño en la bañera (que, hombre, de vez en cuando y en ciudades que no tengan carestía de agua, tampoco es pecado), pero de momento, usemos los grifos como los usaríamos en casa, cerrando cada vez que no necesitemos el agua.
  5. Los televisores puñeteros. Por favor, señores hoteleros, por ecología y por molestar menos a los clientes, compren teles en las que se pueda apagar la lucecita del standby.
  6. La bendita moqueta. A día de hoy, existen muchos tipos de suelos laminados, de madera (mejor FSC), y sobre todo de bambú, que dan un excelente resultado visual y de comportamiento. Y además, son relativamente fáciles de limpiar. No acabo de entender por qué los hoteles se empeñan en seguir enmoquetando, con el inmenso gasto energético y de producto que representa limpiar la moqueta.
  7. Bolígrafos, caramelitos, bombones, papeles, y otros cachivaches innecesarios. No hacen falta, de verdad. Quiero dormir. Listo, si necesito algo lo pido en recepción. Y qué decir de las zapatillas de toalla, de fabricación china, de ínfima calidad y envueltas en plástico térmico. Es el ejemplo claro del derroche absoluto. Aquí es donde nuestra actitud es fundamental. Si pensamos que en un hotel tienen que tratarnos como marajás y darnos absurdos caprichos, poco evolucionaremos. Un hotel es un lugar para dormir y asearse, en las mejores condiciones posibles, y si estamos de vacaciones ya nos ahorramos limpiar, y podemos descansar con otro rollo, pero no entiendo a qué necesitamos tantas cosas superfluas para decir que un hotel está bien.
  8. El desayuno ¡ah, el desayuno! Yo soy de desayunar fuerte, muy fuerte, en casa y fuera. Y cuando voy a un hotel no cambio mis costumbres. Agradezco que existan los bufés de desayuno, y los uso con criterio, comiendo lo mismo que comería en casa, ahorrándome cocinarlo. Pero hay mucha gente que llega a un bufé como un toro a una cacharrería y llena el plato con los ojos. Hasta arriba. Y obviamente, al no estar acostumbrado a desayunar así, se deja la mitad. Lo bueno de bufé es que puedes ir tantas veces como quieras con tu platito, así que coge lo que realmente te vayas a comer. Y señores del hotel, hay cosas perecederas que saben que no se acaban. ¿Cuánto tardan en hacer unos huevos revueltos? Tres minutos que yo creo que el cliente esperará encantado para comerlos recién hechos. Y así no tendré que ver como se tiran bandejas enteras de huevos tras un desayuno con clientes frugales (y aplíquese al resto de cosas calientes perecederas). Os aseguro que he visto tirar bandejas enteras, sin que nadie las hubiera tocado. Y me duele en el alma.
    Por cierto, por ese mismo motivo, suele ser absurdamente caro. Si estás en una ciudad, es casi seguro que por mucho menos podrás desayunar estupendamente en la calle, y además, disfrutarás del pálpito de los ciudadanos y del despertar del día, y no estarás encerrado en un (probablemente) sótano impersonal e igual al de mil hoteles del mundo con gente con caras de sueño y aspecto amarillento.
  9. El todo-incluido. En línea con el desayuno, pasa algo semejante con el todo-incluido. Tengo que reconocer que en este caso hablo de oídas, porque no lo he usado nunca (y no creo que lo use). Pero quien ha pasado una temporadita en la Riviera Maya o similares, no duda en jactarse de decir que «con la pulserita», en cuanto se calentaba la cerveza se pedía otra. O que pedía un cóctel y si no le gustaba, lo dejaba entero y pedía otro. Total, está todo incluido y no pagas más. Poco importa que tu capricho genere derroche y residuos ¿verdad? Echa cuentas, si de verdad haces un consumo responsable ¿sale rentable el todo incluido? Seguramente no, que los hoteles no son tontos.
  10. El minibar. En resumen, no sirve para nada. Hay cosas que jamás comprarías tú si necesitaras tomar un piscolabis, y además tienen precios absolutamente exorbitantes.  No tiene ningún sentido tener una nevera gastando electricidad en cada habitación, cuando cuesta lo mismo una botella de agua en el minibar que en el servicio de habitaciones (o a veces más).  Llamas al room service que te la traigan y listo. Se ahorrarían, además, tirar productos que estoy convencida de que se caducan, porque la gente, en general, no está dispuesta a pagar 5 euros por un snack que en cualquier parte vale 1. Y no entro a hablar de los hoteles que no se fían de ti y dejan el minibar vacío (pero con la nevera funcionando).

Estoy segura que si los hoteles dejaran de querer comprarnos con mimos innecesarios ( y nosotros dejáramos de vendernos por tan bajo precio), no solo tendríamos hoteles más respetuosos, sino que incluso podrían ser asequibles a más bolsillos.
Es cierto que hay cadenas que están empezando a tomar medidas (en algunos casos solo lo hace una de las marcas de la cadena, pero no todas, con lo que huele a greenwashing a la legua), pero, como siempre decimos en SyS, los consumidores somos los primeros que tenemos que imponer nuestras reglas. Después, si quieren que consumamos su producto, se tendrán que adaptar a nosotros.

 

Prepara tu casa para un invierno sostenible

Antes de que el frío nos pille desprevenidos, en SyS pensamos que es un buen momento para recordar algunos pequeños trucos que nos servirán para afrontar las bajas green-eco-home_891995temperaturas ahorrando consumo energético y reduciendo nuestra huella ecológica.

1. Cambia las bombillas de tu casa.
En invierno los días son más cortos y necesitamos más iluminación. Toca replantearse las bombillas que usamos. No hace falta que las cambies todas de golpe, pero conciénciate que las viejas bombillas incadescentes de toda la vida o los fluorescentes no son eficaces energéticamente, ni a la hora de usarlos ni durante su fabricación. Según un estudio del Pacific Northwest National Laboratory (PNNL), a día de hoy las bombillas LED ya son más eficientes tanto a la hora de iluminar como en su fabricación, a pesar de que algunos de sus componentes son derivados del aluminio. El estudio considera que el incremento de investigación de este tipo de dispositivos reducirá aún más su impacto en los años venideros.
También podéis optar por las bombillas de bajo consumo, pero, bajo nuestro punto de vista, tienen algunas desventajas. Por un lado, tardan en encenderse y en dar la cantidad de luz máxima para las que están preparadas. Las de mayor intensidad, requieren de una tamaño enorme, con lo que no son compatible con algunas lámparas y además, al estar compuestas de gases, pueden generar problemas en caso de rotura.
Si vives en una de estas casas españolas decoradas a finales de los 80 o los 90, en las que hay esa querencia por las luces halógenas, te pedimos encarecidamente que hagas el esfuerzo de poner halógenos LED. Te costarán unos 8-12 euros por halógeno, pero no solo reducirás tu impacto, sino que nos agradecerás la propuesta en cuanto llegue la factura de la luz.
Cuando te decidas a cambiar las bombillas, es muy importante que recuerdes llevar las antiguas al Punto Limpio más cercano para que se pueda realizar el proceso de reciclaje adecuado.

2. Pon un reductor de caudal en tus grifos.
Aunque esta es una recomendación que podemos hacer durante todo el año, aprovechemos que tenemos el momento «manitas» para añadirla a la lista. Estos pequeños aparatos, con un precio de alrededor de 10 euros, nos van a permitir reducir en porcentajes de más del 60% nuestro consumo de agua.
La mayoría de estos dispositivos permiten que el agua de nuestro grifo se mezcle con aire, de forma que tenemos, por decirlo así, un chorro del mismo tamaño e intensidad, pero con la mitad o menos de agua. La gente de OCU hizo un informe al respecto que os resultará de utilidad.

3. Aísla tus puertas y ventanas.
Seamos sinceros, con el ritmo de vida que llevamos, en general en las ciudades pasamos relativamente poco tiempo en casa, y cuando estamos en casa en periodos prolongados (por ejemplo, el fin de semana), nos quedamos en el salón, o en la cocina, o en el dormitorio, pero no solemos usar de la misma manera todas las estancias de la casa.

Por eso, si el presupuesto no da para mucho, selecciona un par de estancias para aislar, y en el resto aguanta un poco el fresquito u opta por una buena chaqueta de lana (seguro que tienes alguna vieja y horrible que ya no te pones por la calle).
En esas habitaciónes que has seleccionado, revisa las ventanas para saber si filtran aire. Es tan fácil como encender una vela y pasarla por el quicio de puertas y ventanas, si la llama se mueve, está entrando aire.
Pásate por tu ferretería de barrio y pide cinta para aislar ventanas. Digamos que su fabricación no es lo más ecológico del mundo, pero si que es cierto que nos va ser muy útil para reducir el gasto en calefacción. Colocarla en las ventanas es muy sencillo, y notarás enseguida los efectos.
Si la fuga de aire no es por el quicio si no por la juntura del marco y del cristal, coloca silicona. Con una pistola de silicona te resultará fácil y divertido.

Si no tienes cristales dobles y el frío es muy intenso o eres muy friolero/a, puedes «forrar» los cristales con papel de burbujas,c omo se indica en este artículo de Sustentator, creando una especie de cristal doble que reducirá también la entrada de aire.
En las puertas, sobre todo en la parte baja, puedes colocar un burlete, un dispositivo de caucho que cubre la entrada de aire frio sin perjudicar al suelo. Existen burletes «comerciales» que puedes comprar en la ferretería, pero también puedes hacerlo tu mismo con un poco de maña, y un par de tubos de material aislante como los que sirven para embalar bicis y que seguro que te regalarán en cualquier tienda de bicis (de hecho los tiran en la mayoría).

4. «Cambia» tu suelo.
Si estás en una zona muy fría, o se trata de un suelo de gres demasiado fresco o demasiado antiguo, puedes optar por poner linóleo o, más ecológico aún, corcho. Existen paneles de corcho que se fabrican con el sobrante de otras fabricaciones. Si eres hábil, incluso puedes colocarlo de manera que lo puedas quitar en verano, cuando el fresquito del gres se agradece, como si fuera un puzzle, aunque es cierto que el corcho aguanta bien todas las temperaturas.

Si tienes presupuesto, posibilidades y ganas, opta por poner tarima de bambú. Resulta un material práctico, bonito y que tiene muy buenos resultados en cuanto a impacto ecológico, ya que el bambú crece y se regenera más rápido que la madera.

Si no puedes hacer ninguna de estas cosas  (pisos de alquiler, torpeza generalizada, poca pasta…) optar por poner una buena alfombra en la zona en la que más vayas a estar. Retendrá el calor además de dar un aire más acogedor a la sala.

Eso sí, si eres un pedazo de manitas y tienes tiempo, puedes optar por hacerte un suelo estupendo con pallets reciclados, siguiendo las instrucciones de Handimania.

5. ¿Mucho frío? Pinta de rojo
Si en la habitación en la que estarás más tiempo hace mucho frío, o está orientada al norte, o a una zona abierta, un «truco» para reducir la sensación de frío es pintar las paredes de un tono cálido (rojos, granates, ocres oscuros, púrpuras…) O elige un papel pintado que te transmita calidez y comfort. Unas cortinas densas también te pueden ayudar. Te aseguramos que funciona.

6. Aísla las paredes.
¿Tienes pasta y la casa es de propiedad, o bien de un casero enrollado? ¿Las paredes de tu casa tienen cámara de aire? Pues la opción es el aislamiento. Existen ya fórmulas que no precisan de obra y que no son especialmente caras.  Es el caso del IsoFloc, un material que recicla papel de diario para dotar a tu hogar de un buen aislamiento térmico.

7. Mejor con una caldera programable.
Si tienes calefacción central, poco podemos decirte, y todo dependerá de la concienciación/edad de los vecinos del edificio. A lo sumo que luches por finiquitar la caldera de carbón, si es que es de esas, y por ejemplo en Madrid centro, hay aún un buen puñado.
Si lo que tienes es calefacción propia,  procura tener una caldera con programación o al menos hacer un uso responsable de la que no lo permita. Las más eficientes son las de gas.
No es cierto que al enceder la caldera se gaste más gas, ni que encendiendo y apagando se consuma más.  Revisa qué potencia tienes contratada o que tarifa y adapta los horarios de encendido a las horas en las que es más barata. Piensa que si has aislado bien la estancia, tendrás un buen mantenimiento de la temperatura.
No enciendas todos los radiadores si no es necesario, y, por ejemplo, plantéate seriamente si en el dormitorio hace falta calefacción o es más barato y más práctico hacerse con un buen nórdico (y una colchoneta para poner sobre el colchón) que te garanticen calor. No te decimos que vuelve la bata de boatiné, porque son muy feas, pero el consejo de la chaquetica vieja de lana de antes, también vale para cuando uno sale de la cama.

En el baño ¿ de verdad necesitas calefacción? Si al ducharte cierras bien la puerta y tienes bien aislado el tema, el propio calor del vapor del agua de la ducha va a calentar el recinto. Está claro que al salir del agua caliente notaremos la diferencia de temperatura, pero basta con optar por un buen albornoz mullidito para contrarrestar el golpe.

En el salon, hazte con una buena mantita de sofá, que te ayudará a tardar más en necesitar el calor «artificial». Recuerda que es invierno, y que, por tanto, lo normal es que en casa vayamos tapados, con un pantalón o un jersey más o menos abrigadito y unos buenos calcetines, bien cálidos y reconfortantes. Lo que no es normal es que en invierno vayamos por casa en pantalón corto y tirantes.

8. Optimiza tu nevera ( y otros electrodomésticos)
Si subes la temperatura de tu nevera un solo grado de tu termostato, ahorras un 5% de energía. En invierno hace falta que las cosas estén «heladas». Aprovecha para descongelar la nevera (si no es no frost) y si es viejita, echa cuentas y piensa en que te supondría optar por otro aparato. En ese caso, al igual que con el resto de electrodomésticos, opta por el A++. Aunque su precio sea algo superior, notarás mucho la diferencia en la factura de luz. Lo mismo te pasará si cambias tu vieja tele por una LED. Y recuerda preguntar si tiene modo standby y normal, huye de los dispositivos que al enchufarse directamente se quedan en stand by y no tienen un modo de apagado.

El Día Mundial contra el Calentamiento Global

global warming

global warmingDicen los expertos que cada día se gasta cerca de un billón de dólares para luchar contra el calentamiento global. Pero los cálculos indican que es solo es la mitad de lo que sería necesario para conseguir de forma efectiva, al menos, frenar el aumento de temperaturas que está viviendo nuestro planeta a causa de los efectos de los gases invernadero.

Efectivamente, financieramente se está haciendo un esfuerzo por promocionar la energía limpia desde los gobiernos e instituciones superiores, como la Unión Europea, pero como en prácticamente todo lo que se refiere a Don Dinero, este esfuerzo tiene dos caras. Un ejemplo es como el comisionado sobre la energía de la UE, Gunther Oettinger, tuvo que dar explicaciones sobre por qué había intentado que su equipo borrara algunos datos sobre los subsidios que la UE da a las empresas explotadoras de combustibles fósiles, que, al parecer, superan y en mucho, los esfuerzos en contra del calentamiento global. Supuestamente, y según cálculos de expertos en 2011,  las cifras podrían estar en un 70%-30% a favor de energías como el carbón, el petroleo o la nuclear. Es decir, las energías limpias reciben subsidios y apoyo, pero nunca superiores a las energías fósiles o nucleares, en las que las empresas que las explotan siguen siendo poderosamente apoyadas.

Pero este blog está orientado a los ciudadanos, que si bien, ejerciendo su voto u organizándose pueden reclamar a sus gobiernos una gestión sensata de la energía, desde la reducción de uso de las energías fósiles hasta la reconversión de sectores como el del carbón siguiendo criterios sostenibles, poco pueden hacer a estos niveles, llamémosles, macroenergéticos.

En cambio, queda mucho por hacer en lo que respecta a nuestras actitudes cotidianas. Por ejemplo, no deja de sorprendernos que en una ciudad como Madrid haya aún tantísimos edificios cuya calefacción es de carbón, mientras que en otras ciudades, ese combustible ya ha sido totalmente eliminado. Cambiar la calefacción de un edificio tiene un alto coste, pero eliminar la boina de nuestras ciudades no debería ser la última prioridad de una escalera de vecinos. Al fin y al cabo, ese calor extra (a veces, y reconozcámoslo, en muchos edificios totalmente exagerado, no tiene mucho sentido que en invierno la gente vaya por casa en manga corta, nadie se muere por ponerse un pantalón de felpa) puede suponer un coste de salud muy muy elevado a los propios vecinos. No hoy ni mañana, pero el aire de la ciudad lo respiramos todos.

Gestos tan sencillos como no comprar electrodomésticos que se queden en standby, no dejar los calentadores de agua encendidos siempre, utilizar el transporte público o compartir el coche, pueden reducir considerablemente la emisión de gases de efecto invernadero, y por tanto, mejorar la calidad del aire, y proteger  ya no solo la capa de ozono, sino el mismo clima del planeta, que poco a poco, se va modificando y que, según los expertos, como los investigadores de la Universidad de Oxford, pueden provocar un aumento de las catástrofes naturales en todo el planeta. Ah, ya, claro, pero a ti no te va a tocar ¿no? ¿Estás seguro?

Nosotros podemos hacer cosas a nivel individual, que como pequeños granos de arena acaben conformando una playa y ayuden rebajar la temperatura del planeta. Como decíamos antes, compartir transporte o usar transporte público, reducir el gasto energético en el hogar, con bombillas de bajo consumo o con electrodomésticos eficientes (A+), aislar nuestros hogares para reducir (o incluso eliminar) el consumo en calefacción, comprar localmente, para reducir las emisiones por los largos transportes o o proteger los bosques, tanto replantando, como evitando usar madera/papel sin certificado FSC, son pequeños buenos hábitos adquiribles que van a contribuir a una mejora de la situación.

Desgraciadamente, a día de hoy poco podemos contar con los gobiernos para que nos ayuden. Al menos, con el gobierno español, que, imaginamos que presionado por las compañías eléctricas, ha decidido gravar a los ciudadanos que generen su propia energía limpia en lugar de apoyar estas iniciativas… Confiamos que un día u otro entren en razón.

¿Cómo ser sostenible con un presupuesto en crisis? (I)

Help the EarthHay quien pone como excusa el alto precio de los productos ecológicos para no asumir gestos sostenibles en su día a día. Es cierto que la compra bio resulta más cara  -aunque tiene otros beneficios que, puestos en la balanza, equilibran bastante el coste- pero es que tener un estilo de vida sostenible no se reduce a comprar bio. De hecho, solo comprando bio nuestra aportación real a reducir nuestra huella ecológica y acabar con las desigualdades laborales y sociales es relativamente pequeña.

¿Qué puedo hacer sin gastar demasiado dinero y que sea beneficioso para el entorno? Muchas cosas, que no solo revertirán en nuestro medioambiente y en la vida de los que no rodean, sino que, en muchos casos, nos permitirán ahorrar unos cuantos eurillos… Mira, igual los podemos dedicar a comprar alguna cosita bio de vez en cuando

En este post y otros que vendrán iremos añadiendo nuevos pequeños gestos que nos permitirán, sin coste, y poco a poco, cambiar nuestras costumbres.

En casa:
– Cambia progresivamente tus bombillas a las de bajo consumo o a las LED.  Sube las persianas y deja entrar la luz natural, intenta no encender la artificial hasta entrada la tarde.
-Apaga siempre todos los electrodomésticos después de su uso, no dejes la tele o el DVD en stand by, si tienes vitro, apaga un rato antes de acabar la cocción para aprovechar el calor acumulado.
-Asegúrate que tus ventanas y puertas exteriores están bien aisladas. Puedes mejorar el aislamiento con cintas aislantes o bien colocando toallas o mantas en invierno en los resquicios para evitar que se cuele el frío. De esta forma, podrás tardar más en tener que activar calefactores y estufas, y el calor que estas generen se mantendrá por más tiempo en tus habitaciones.
-Cómprate una buena chaqueta de lana, un buen jersey o calentadores, y con eso y una mantita, puedes pasar la tarde en el sofá sin pasar frío y sin usar calefactores.
-En verano, abre puertas y ventanas, viste ropa ligera por casa, y usa abanicos y otros sistemas para ahorrar en aire acondicionado.
– Regula la temperatura de la nevera según las necesidades reales de tus alimentos. En invierno no es necesario que esté a toda potencia, por ejemplo.
-Procura no tener la nevera totalmente vacía. Si llega fin de mes y queda poca cosa, rellena con botellas de agua, así también gastas menos. Tampoco pongas cosas calientes, espera a que se enfríen al natural antes de introducirlas en el frigorífico ¡Y abre y cierra la puerta rápido!
-Lava la ropa siempre que puedas con agua fría.
-Controla tu gasto de agua. Cierra los grifos cuando no los uses, cambia el botón de la cisterna por uno de dos intensidades, no te afeites o depiles dentro de la ducha (usa la pila o un barreño), al lavarte los dientes, usa un vaso para enjuagarte al lavarte los dientes.  Pon un filtro reductor de caudal en los grifos para aumentar la presión del agua, reduciendo consumo.

En la compra:
– Intenta comprar los productos frescos de forma más periódica (cada día, cada semana) en lugar de hacer una gran compra mensual. Así calcularás mejor lo que te hace falta y se estropeará menos la comida, generando menos residuos y desaprovechando menos los alimentos.
-Si algo está empezando a estropearse, cocínalo (hiérvelo, hazlo al vapor, etc.) y congélalo. Te durará un poco más y tirarás menos comida.
– A la hora de comprar, selecciona productos con caducidad lo más larga posible, y recuerda, la fecha de consumo preferente no indica que el producto no se pueda consumir, sino que habrá perdido alguna de sus propiedades organolépticas pero seguirá siendo consumible.
– Pregunta siempre de dónde proceden los alimentos que compras. Cuanto más lejos, más huella ecológica. Resulta sorprendente que en una país como España, rico en vegetales y frutas, por ejemplo, consumamos naranjas turcas o manzanas chilenas, en resumen, comida que ha viajado más que nosotros. Si puedes, compra productos lo más locales posibles. Lo ideal es que hubieran podido viajar en Cercanías o en un bus interurbano.
-Si en el paquete no indica de dónde procede el alimento o qué empresa lo fabrica (típico en las marcas blancas), podéis consultarlo a través de su número de registro sanitario.
– Compra en los pequeños comercios de tu barrio. Igual el precio es un poco más caro que en las grandes superficies, pero verás la diferencia en el servicio, en la confianza y en los pequeños detalles que tendrán contigo. Además, alimentaras el tejido comercial de tu zona.
– Lleva tu propia bolsa (una plegable en el bolso, por ejemplo), y ahorrás en dinero y en residuos.
-Lo mismo que es aplicable a la alimentación, lo es también al resto de productos (ropa, calzado, etc.), lo ideal es buscar el «made in Spain», o al menos, de países de la UE. No es fácil, pero vale la pena ante sucesos como los de Bangladesh. Nadie quiere vestir ropa manchada de sangre.

En la ciudad:
-Utiliza el transporte público. Ahorrarás en contaminación, en estrés, en dinero… Aunque a veces el trayecto sea más largo, le sacarás más provecho.
– Sé cívico. Respeta el mobiliario urbano, respeta el orden en las filas, sonríe, saluda a tus conocidos y vecinos, cumple con las normativas, no tires papeles al suelo, no abuses del uso de lo que la ciudad pone a tu disposición, comparte… Parece que eso no tienen nada que ver con la sostenibilidad, pero el respeto con tu entorno no puede limitarse a lo material. También lo inmaterial como la amabilidad y la educación mejoran nuestra calidad de vida.
-Haz deporte. Cuida tu salud y tu cuerpo y contribuirás a la reducción tanto del estrés como de los problemas de salud en la ciudad, contribuyendo al ahorro del sistema sanitario, a la vez que, obviamente, tú te sientes infinitamente mejor.
-Anima a tu municipio a promocionar que taxistas y transportistas usen medios menos contaminantes.
-Pon flores y plantas en tus balcones, alegra tu barrio y contribuye a aportar algo de oxígeno.
-Enrólate en actividades de barrio. Te ayudará a mejorarlo, a conocerlo y amarlo… Y las cosas que se aman se cuidan mejor.
– Separa los residuos en casa y lleva cada uno a su contenedor. Recuerda que hay cosas que hay que llevar al punto limpio, es verdad que suelen estar lejos y es un poco coñazo, pero vale la pena.

En el trabajo:
– Propón usar material reciclado como material de oficina. Probarlo al menos no cuesta nada.
– Reduce tu consumo de papel, imprimiendo a dos caras, asegurándote de que necesitas lo que imprimes, pasando documentos en pdf a tu ebook, por ejemplo…
– Apaga siempre el ordenador al irte, así como las luces, climatización, etc.
– Mantén limpio tu puesto de trabajo. Facilitarás la labor del personal de mantenimiento y limpieza, tendrás siempre a mano lo que necesites, no gastarás material extra porque no encuentres el otro…
– Si trabaja sentado, tómate un par de minutos de vez en cuando para estirar las piernas, cerrar un poco los ojos, etc… Cuanto más cansado o estresado estés, rendirás menos y estarás de peor humor lo que generará mal ambiente. Obviamente, uno hace lo que puede, pero tiene que lidiar con el resto. De todas formas, que por ti no quede.
-Usa vasos reutilizables, estilo Keep Cup, para tus cafés, o si tienes máquina de vending, sugiere que se provea de café y azúcar de comercio justo.