La esperanzadora ley de transición energética francesa

Esta semana, y tras un debate largo y en ocasiones encendido, la Asamblea Nacional francesa (lo que vendría siendo nuestro Congreso, más o menos) ha acabado la primera lectura del proyecto de Ley de Transición Energética. Mañana martes se procederá su votación, antes del paso del proyecto del Ley al Senado, siguiente etapa en su camino hacia la entrada en vigor.

Impulsada, entre otros, por Segolène Royal, algunos de los puntos más novedosos -y a la par polémicos- de esta ley son la ecolplugeliminación definitiva de todas las bolsas de plástico de un solo uso en Francia a partir de 2016 y la prohibición del uso y comercialización de vajillas de un solo uso a partir de 2020. La ley incluirá también la exigencia de introducir técnicas de arquitectura y construcción sostenible (tales como aislamientos, etc) en edificaciones, la reducción del número coches impulsados por combustibles fósiles (empezando por los propios coches oficiales), la autorización de creación de Zonas de Circulación Restringida por parte de los Ayuntamientos en localidades de más de 100.000 habitantes, o la creación de un «cheque energía» que garantice a los hogares más modestos el acceso a los servicios de distribución  de manera que se eviten malos usos y desperdicio energético.

Uno de nuestros puntos favoritos en esta ley es la lucha contra la obsolescencia programada. El texto prohibe la fabricación de productos con una duración predeterminada e incluso impone multas de hasta 300.000 euros y penas de hasta dos años de prisión para aquellas empresas que decidan fabricar bienes con «fecha de caducidad». El objetivo es llegar a una economía colaborativa en la que los objetos sean duraderos y no productos de consumo y rechazo, para reducir emisiones y sobre todo, residuos.

Además, se trabajará en la reducción del consumo energético y de la huella de carbono, objetivos a los que se pretende llegar implantando medidas como la mejora de las instalaciones energéticas, el desmantelamiento de viejas centrales nucleares, y la reducción del 50% del uso de esta energía.

Solo lo relacionado con tasar al transporte pesado por su participación en la huella de carbono parece que no va a poder prosperar. La idea era establecer una ecotasa que compensara las emisiones y el desgaste de recursos, pero las amenazas de huelga y otras acciones han frenado esta parte de la ley.

En resumen, la ley resulta un primer paso en una política de consumo compartido, gestión responsable y reducción de residuos que, si nada se tuerce, parece que serán los pilares de la política europea en cuestión medioambiental y energética para los años a venir, ya que el Comité Económico y Social de la Unión Europea pedirá a los países miembros que lancen leyes en esa línea. Falta ver si los partidos políticos de cada uno de estos países dejan de un lado sus rencillas y son capaces de llegar a un acuerdo que a, a largo plazo, va a resulta en riqueza para todos.

Los vegetales orgánicos tienen más antioxidantes

polygonal-salad-vector-illustration_23-2147496172Teníamos ganas de poder hacer un «zas en toda la boca» a todos los estudios patrocinados presuntamente por grandes empresas alimentarias que se empeñaban en menospreciar los beneficios de la fruta y verdura ecológica y gracias a nuestros amigos de Semilla Nativa, hemos llegado a este estudio de la Universidad de Newcastle, en el Reino Unido, que demuestra los productos procedentes del cultivo ecológico tienen hasta un 69% más de antioxidantes clave en el desarrollo humano que sus hermanos del cultivo tradicional.

Hasta ahora solo se sabía, y se había podido demostrar, que los cereales, frutas y verduras ecológicas tenían menos concentración de tóxicos, lo que ya las hacía más saludables. Algún estudio previo (de estos en los que el dinerito lo pone, presuntamente, la gran industria agrícola), aseguraban que los productos de ambos cultivos eran equiparables en cuanto a valores nutricionales. Los defensores de la agricultura ecológica, a la vista de eso, seguíamos defendiendo su idoneidad por su menor contenido tóxico, pero este nuevo estudio liderador por el profesor Benbrook viene a confirmar lo que secretamente sospechábamos, que no se trata únicamente de menor contenido tóxico, sino de cereales, frutas y verduras con mayor y mejor alcance nutricional.

¿Por qué en este estudio se detectan estas propiedades que hasta ahora no se habían podido demostrar? Los especialistas explican que ha sido necesario mucho tiempo, que se trata de estudios largos que precisan de muchas muestras y de disponer de una amplia base de datos para confirmar la hipótesis.

En resumen, los resultados del estudio indican que las concentraciones de antioxidantes como los polifenoles es entre un 18 y un 39% superior en los vegetales orgánicos. Estos antioxidantes extra tendrían un papel fundamental en la prevención de enfermedades crónicas, incluyendo las cardiovasculares y neurodegenerativas..
Además, las concentraciones de metales pesados (como el cadmio) son un 48% inferiores, mientras que también se detectó  un 10% menos de nitrógeno, un 30% menos de nitratos y un 87% menos de nitritos.

Tras demostrar la diferencia en la composición y valor nutricional del cultivo orgánico vs. el tradicional, el siguiente paso para el equipo de la Universidad de Newcastle es estudiar la relación directa entre la ingesta de este tipo de alimentos y el estado de salud humano, de manera que se puedan cuantificar los impactos de optar por este tipo de nutrición.

Todos los datos que se han usado para este estudio están publicados de forma abierta para que cualquier otro equipo de investigación pueda continuar, ampliar y revisar el trabajo.

 

 

Un mapa para escapar del laberinto del consumo tradicional

Por más que nos empeñemos, a día de hoy aún resulta muy difícil realizar el 100 % de las compras basándose exclusivamente en criterios de sostenibilidad. No por falta de ganas, sino por cuestiones tanto de oferta, como de disponibilidad económica.

En el mercado español hay productos que, simplemente, no tienen una versión totalmente sostenible, ecológica o responsable disponible, por lo que es bueno saber  (y premiar con nuestro consumo) a aquellas marcas que más esfuerzos hacen por fabricar un producto con estándares de sostenibilidad superiores a la media.

¿Cómo discernir el grano de la paja? Greenpeace, por ejemplo, publica periódicamente su guía roja y verde, que nos permite conocer qué marcas usan OMG (transgénicos) en sus productos.

También algunas organizaciones de consumidores como organizaciones de promoción del comercio justo, como SETEM o Ideas, suelen incluir pequeñas guías o recomendaciones respecto de la compra de productos, en especial en sectores sensibles como el textil o las finanzas.  Pero cuesta encontrar un lugar en el que tener más o menos ordenadas y evaluadas a las marcas según su impacto, desde un punto de vista transversal.

ethos2Buscar ese análisis desde las diversas vertientes de la sostenibilidad es a lo que se dedica desde hace 25 años Ethical Consumer, una organización de consumidores británica que ofrece diversas herramientas para facilitar la decisión de compra responsable, eso sí, en inglés.

Entre sus herramientas abiertas a no socios más prácticas están sus guías de productos, en las que analizan aspectos como el trato a los animales, el origen de las materias primas, las implicaciones políticas y medioambientales, los derechos laborales, etc., de las principales marcas del mercado británico. Aunque muchas de las marcas analizadas no están a nuestro alcance en España, sí que coinciden muchas de los grandes sellos multinacionales, por lo que estas guías también pueden resultar útiles a la hora de plantearnos nuestra compra.  Para los que conozcan revistas como Compra Maestra de la OCU, Ethical Consumer vendría a ser una propuesta similar, pero cuyas recomendaciones y listas se basan en «algo más» que el precio, la porción o las características técnicas/organolépticas. Y también tienen su propia revista para asociados (aquí podéis consultar un ejemplar de muestra).

En la versión online de estas guías, además, nos permiten seleccionar a qué aspectos queremos dar más importancia, y automáticamente reorganiza las listas en base a nuestras opciones. Por ejemplo, ante la compra de un electrodoméstico podemos seleccionarlo en base al análisis conjunto de los aspectos medio ambiente, trato de los animales, trato de las personas, implicaciones políticas y sostenibilidad del producto, o por ejemplo, podemos modificar la importancia, pongamos por caso, de la sostenibilidad y el medio ambiente, y automáticamente, la lista se reordena recolocando aquellas marcas más concienciadas en este aspecto en primer lugar y recalculando sus puntuaciones.

Cada uno de los listados, además, incluye una explicación de las implicaciones de los diversos aspectos en relación con el sector en concreto, ya que no tiene el mismo impacto, por ejemplo, en el trato de los animales, la fabricación de una cocina que la de una crema hidratante. También incluyen consejos de uso para optimizar la utilización responsable de cada uno de los productos analizados.

Otra herramienta interesante, es el rating de grandes empresas, en las que podemos buscar el nombre de una marca,  producto o compañía y nos explican cuál es su comportamiento en los aspectos de análisis antes mencionados, vemos su calificación numérica (x sobre 20), además de poder consultar enlaces a los informes en el que los productos de esa compañía tienen algún protagonismo.

Ethical Consumer además promociona campañas de sensibilización y es plataforma de boycot a marcas/productos poco responsables. Incluye un apartado de consultoría para empresas interesadas en mejorar su desempeño ético.

Además de todas estas guías y herramientas gratuitas, puedes suscribirte a Ethical Consumer por unos 38 euros al año (29,95 libras), que permite una acceso completo a toda la información disponible, la posibilidad de personalizarla y los seis números de la revista.

Según afirman en su web, Ethical Consumer se financia con las aportaciones de los socios, los servicios de consultoría a empresas y las inserciones publicitarias en su revista, en la que solo pueden anunciarse empresas contrastadamente responsables.

Cómo evitar que tu dinero financie armas (y otras cosas que te dejarían alucinado)

Suponemomoney-in-sock---euro-1433052-ms que a estas alturas de la película todos sabemos que cuando depositamos nuestro dinero en el banco, éste no se queda guardado en un calcetín bajo siete llaves en una zona superrestringida, solo accesible para tipos como los Ocean’s Eleven.

Suponemos que a día de hoy, sabemos, y es más, queremos, que el dinero que depositamos en nuestros bancos se mueva. Esto es, que las entidades lo usen para financiar proyectos de cuyos beneficios obtengamos un (pequeño) interés que haga que nuestro dinero crezca.  Este criterio lo aplicamos a nuestro dinero corriente, pero sobre todo a aquellas partidas que dedicamos al ahorro y de las que esperamos que con el tiempo acaben engordando un poco gracias a los productos bancarios que nos ofrecen las entidades.

Depósitos, ahorro cotidiano e incluso fondos de pensiones basan su crecimiento en fondos de inversión que toman nuestros capitales y los mueven por el mercado bursátil y por diversos proyectos empresariales para que nos procuren estos beneficios que luego la entidad reparte con criterios diversos.

Pero ¿sabemos realmente qué proyectos está financiando nuestro dinero? ¿somos conscientes de que nuestros bancos comerciales habituales están financiando empresas armamentísticas, por ejemplo? Sí, sí, tu dinero fabrica bombas de racimo.

Pero también especula con el precio de la vivienda, de los combustibles o incluso modifica el precio del trigo con el que se hace tu pan. Es más, puede que a veces no llegues a fin de mes por culpa de tu propio dinero.

Existen alternativas, pero no siempre llegan a los interesados, porque las que proceden de entidades pequeñas tienen sus dificultades logísticas para comunicar a gran escala, y porque las grandes entidades que tímidamente van entrando en este sector tampoco hacen esfuerzos sobrenaturales por ofrecer estos productos a sus clientes.

Las principales opciones que tenemos para que nuestro dinero esté resguardado y crezca contribuyendo a un mundo más sostenible y alejándonos de la furia de la especulación financiera salvaje son la Banca Ética y la Inversión Socialmente Responsable (ISR).

La Banca Ética es un concepto financiero que basa el crecimiento del los capitales depositados en sus cuentas en los beneficios obtenidos por proyectos que, de manera comprobada, promocionan la sostenibilidad, la integración, la cultura, el medio ambiente, el emprendimiento social, etc. Es decir, proyectos de bajo impacto  negativo en la sociedad, que deben rendir cuentas de su desarrollo y deben responder de sus procesos de trabajo y productivos ante el banco, cumpliendo los criterios establecidos a tal efecto. Una empresa armamentística nunca entraría dentro de estos criterios, mientras que una cooperativa agrícola ecológica sí. O una compañía de Danza, o un Supermercado Sostenible, para entendernos.
La Banca Ética, además, se compromete a mantener puntualmente informados a los clientes sobre los proyectos seleccionados y su desarrollo, tiene total transparencia en sus cuentas y permite que sus usuarios puedan donar parte de sus intereses a organizaciones que respeten los criterios anteriormente comentados.

Actualmente, en España operan directamente con clientes particulares siguiendo estos criterios Triodos Bank, Coop 57  y Fiare. Triodos dispone de cuentas operativas, y permite el cobro de nómina y la domiciliación de recibos, mientras que Coop 57 y Fiare están algo más orientados al ahorro o al préstamo a proyectos.

También hay otros proyectos en marcha como OikoCredit, que permite invertir directamente en  proyectos, o GAP Grupo de Apoyo a Proyectos. En otro orden de acercamiento al sistema financiero existe la plataforma JAK España, que apuesta por un sistema de créditos e inversiones en el que el objetivo no sean los intereses, entendidos éstos como una fuga de capitales de la economía real a la economía financiera.

Estos proyectos de banca ética son la pica en Flandes, un tendencia que se va extendiendo [y puede observarse en el crecimiento de clientes que tienen entidades como Triodos] pero que sigue siendo una gota en el mar financiero.

La otra gran pata de todo esto es la Inversión Socialmente Responsable. Algo que la Banca Ética practica porque está en el core de su negocio, pero que la Banca Comercial está empezando a aplicar, a veces, con muy poco salero.

¿Qué es un fondo socialmente responsable? Un fondo ISR  tiene en cuenta los criterios financieros (evaluación de riesgos- beneficios) como cualquier otro fondo y además, implica una evaluación de los criterios ASG (medioambientales, sociales y de buen gobierno) y debería implicarlos como una condición sinéquanon para optar o no por invertir en un proyecto. Es decir una evaluación puramente financiera y otra extrafinanciera. La intención de un ISR es asegurarnos que nuestro dinero no sólo se invierte en proyectos que trabajan por la sostenibilidad sino que incluyen criterios de transparencia y que contribuyen a modificar el viejo modelo basado solamente en los aspectos financieros.

Hay que diferenciar, sobre todo a la hora de que nos informen en la sucursal, entre fondos socialmente responsables y fondos solidarios. Porque el fondo solidario lo que hace es dedicar una parte de la comisión que percibe la entidad a proyectos solidarios, algo que estaría más cerca de la filantropía que de una aproximación a un modelo distinto de gestión finaciera.

Pero queda mucho por hacer a la hora de implicar a las grandes entidades en este tipo de inversión.  Podéis hacer la prueba. Tal y como se explicaba el pasado viernes en las jornadas «Dimensiones de la responsabilidad social corporativa», organizadas por la Cátedra Teléfonica-UNED de RSC  y y Economistas sin Fronteras, si sois clientes de una entidad bancaria tradicional, acercaos a vuestra oficina y pedidle a vuestro agente que os explique qué opciones de inversión socialmente reponsable tienen en la entidad para hacer una aportación. Lo más probable es que el agente «normal» no las conozca y te remita al director. Y el director de la sucursal, que probablemente sí las conocerá, hará todo lo posible por convencerte de que elijas otro producto no responsable en base a que vas a obtener mejores intereses.  Y porque también el banco va a sacar mucho más beneficio de la inversión insostenible tradicional.

 En este enlace, por ejemplo, vemos la última actualización del laboratorio de fondos de inversión socialmente responsable de la Cátedra Teléfonica-UNED, y podemos observar que algunos fondos supuestamente ISR, no tienen entre su listado de criterios el no invertir en empresas armamentísticas. Y en la mayoría no se tienen en cuenta criterios de Buen Gobierno Corporativo, algo básico para avanzar en esta nueva forma de aproximarse a los mercados. Eso sí, todos utilizan herramientas de certificación como EIRIS o ASSET 4 para conocer el desempeño de las empresas que podrán participar como beneficiarias de la inversión.

Spainsif, el foro español de Inversión socialmente responsable dispone de una guía que os permitirá conocer mucho mejor este tipo de productos, donde encontrarlos y qué herramientas usar a la hora de negociar con vuestra entidad para que vuestro capital vaya a parar a las manos de quien vosotros queréis.

 

Los tejidos que respetan el medio ambiente

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Algunas grandes cadenas de ropa han empezado a ofrecer productos ‘ecológicos’, arrastrados por la toma de conciencia de muchos consumidores respecto del respeto al medio ambiente. Hay que felicitarse porque eso implica que ya no somos solo un grupo de hippies/frikies/raritos/verduzcos/bohochics los que reclamamos que se proteja el entorno, sino que hay más gente que a la hora de elegir, antepone la sostenibilidad. Suficiente gente como para que las grandes compañías introduzcan prendas orgánicas en su oferta.

Sin embargo, la mayoría de prendas de estas líneas «conscientes» se basan en el algodón orgánico, que si bien, es obviamente más ecológico que el algodón tradicional, no es el tejido que genera menos impacto (y dicho sea de paso, el algodón puede ser orgánico, pero también habría que tener en cuenta los procesos de tintado, el gasto de agua, la calidad laboral de la mano de obra…)

Vamos a repasar los tejidos que existen a nuestro alcance y que reducen el impacto ambiental. Después, que cada uno elija.

Algodón orgánico: Se trata de algodón cultivado sin semillas modificadas genéticamente y sin ninguna modificación genética posterior. Además, no se deben utilizar fertilizantes ni pesticidas sintéticos durante su crecimiento, siguiendo las normativas y usos de la agricultura ecológica. Es importante comprobar que esté certificado, porque eso nos garantiza que el proceso ha sido adecuado, y también es importante conocer el tipo de teñido al que ha sido sometido para comprobar que también sea un tinte respetuoso y bajo en consumo de agua.

Bambú: Sin duda uno de los mejores tejidos y de los más sostenibles. El tejido de bambú se realiza a base de fibras de la celulosa del bambú. La particularidad principal del bambú, en cuanto a sostenibilidad, es que es una planta que crece rápidamente, y en 4-5 años ya puede usarse para convertirla en tejido, a diferencia de la celulosa de madera procedente de árboles que requieren décadas para regenerarse. Es un cultivo bastante económico, y de fácil cuidado.
La fibra de bambú tiene diversas ventajas. A nivel de usuario, es su suavidad. Las prendas de bambú son muy gustositas, además resistentes (los calcetines, por ejemplo resisten mejor las rozaduras y el desgaste que los de algodón biológico) y además tienen propiedades antibacterianas. De hecho, la planta del bambú raramente contrae enfermedades o es comida por insectos, debido a que dispone de un componente de «defensa» que se respeta en el proceso textil. Así, además de evitar la presencia de bacterias, también tiene propiedades desodorantes, es transpirable y muy permeables. No os dejéis engañar por su aspecto tirando a la lycra o a otras fibras, no recalienta alerones y no coge malos olores durante su uso. Sinceramente, es una fibra francamente sorprendente.

Modal: Se trata de una fibra, parecida al rayón, que se obtiene de celulosa reconstituida, y por tanto implica una parte de reciclaje de fibras. Eso sí, su fabricación es similar a la de la viscosa, por lo que no es plenamente «ecológico», pero sí reduce considerablemente el gasto en agua, en agentes químicos, además de que, por sus características, los tintes tienen mejor rendimiento

Lino: Es uno tejido noble y no precisamente barato (cualquier que haya querido comprarse una prenda de buen lino lo sabrá), aunque sí muy versátil, duradero, e ideal para las épocas/zonas calurosas. El tejido de lino puede ser o no biológico (como en el caso del algodón) y debe estar certificado. El lino biológico se siembra y cuida siguiendo las normas y usos de la agricultura biológica. Su tejido se usa en ropa, en menaje y también en zapatos y zapatillas, que combinados con esparto o yute resultan muy resistentes.

Lana y alpaca: Ambos productos proceden del pelo de ovejas y alpacas, respectivamente. Se obtienen mediante el afeitado del pelo de los animales (esquila), un pelo que los animales vuelven a desarrollar pasados unos meses. Tras la esquila, se procede a convertir el pelo en fibras, mediante técnicas tradicionales (husos) o mecánicamente. Para que pueda ser considerado un textil sostenible, los animales deben tener unos estándares de vida y cuidados adecuados, no estar en granjas sobre explotadas, alimentarse de forraje ecológico, etc.
Ambos tejidos son muy térmicos, ideales para jerseis, suéters y otras prendas de abrigo. Eso sí, requieren cuidados específicos en el lavado para su buena conservación. En España, concretamente en Cantabria, ya hay empresas pioneras en la crianza ecológica de alpacas y en la elaboración tejido.

Seda pacífica: En la fabricación de la seda tradicional, los gusanos, una vez usados, se meten en agua hirviendo, para acabar de conseguir el máximo de tejido. Pero existe la opción de la seda pacífica o seda Ahimsa, que se obtiene de los capullos una vez estos ya han sido abandonados por la mariposa. Es decir, sin afectar al animal.  La invención del proceso capaz de extraer filamento sin afectar al animal data de 1991.

Lyocell:  Se produce con celulosa, principalmente de eucalipto, y tiene la ventaja de necesitar menos agua, además de usar productos (mayormente orgánicos) totalmente biodegradables en su fabricación. Es una tela resistente, con buena caída, y fácil mantenimiento, aunque está por ver aún su impacto final, al utilizar procesos (cerrados) de fabricación tradicionales.

Fibra de soja: Es una de las últimas incorporaciones al textil sostenible. Se produce hilando fibras de soja mediante un nuevo proceso de bioingeniería y tiene la particularidad de ser una fibra bioactiva, muy beneficiosa para la piel, muy apta para personas de piel sensible y con gran permeabilidad.

Cáñamo: Una de las fibras clásicas de la ropa ecológica. Su principal inconveniente es que tiene un tacto rugoso y aspero, parecido al lino, pero menos sutil. Es muy resistente, fácil de cultivar y fabricar, e ideal para ropa de entretiempo, ya que es capaz de abrigar y a la vez no dar demasiado calor. El cultivo del cáñamo textil no tiene que ver con los cultivos psicotrópicos, ya que para el textil se utilizan variedades con muy bajo contenido en THC.

Yute y esparto: Ambas son fibras obtenidas de plantas herbáceas (malváceas y gramínias). La fabricación, que tiene una tradición centenaria en muchas zonas de España, convierte estas plantas en hilaturas muy firmes, rugosas y bastas, ideales para suelas, capazos, sillas y otros elementos que requieran de resistencia y flexibilidad.

Además de estos tejidos
más  «naturales», nos encontramos con todo lo que se está haciendo a nivel de reciclaje, como la reutilización de botellas de plástico o redes de pesca, la reutilización de lonas, neumáticos, y tejidos de fibras y también la parte de investigación en tejidos procedentes de la acción bacteriana sobre componentes diversos. Todos ellos son un paso más hacia una creación más responsable y sostenible. Ahora nos toca a nosotros consumirlos y generar suficiente demanda como para rentabilizar estas propuestas y resguardar al planeta de la sobre explotación textil.