Un mapa para escapar del laberinto del consumo tradicional

Por más que nos empeñemos, a día de hoy aún resulta muy difícil realizar el 100 % de las compras basándose exclusivamente en criterios de sostenibilidad. No por falta de ganas, sino por cuestiones tanto de oferta, como de disponibilidad económica.

En el mercado español hay productos que, simplemente, no tienen una versión totalmente sostenible, ecológica o responsable disponible, por lo que es bueno saber  (y premiar con nuestro consumo) a aquellas marcas que más esfuerzos hacen por fabricar un producto con estándares de sostenibilidad superiores a la media.

¿Cómo discernir el grano de la paja? Greenpeace, por ejemplo, publica periódicamente su guía roja y verde, que nos permite conocer qué marcas usan OMG (transgénicos) en sus productos.

También algunas organizaciones de consumidores como organizaciones de promoción del comercio justo, como SETEM o Ideas, suelen incluir pequeñas guías o recomendaciones respecto de la compra de productos, en especial en sectores sensibles como el textil o las finanzas.  Pero cuesta encontrar un lugar en el que tener más o menos ordenadas y evaluadas a las marcas según su impacto, desde un punto de vista transversal.

ethos2Buscar ese análisis desde las diversas vertientes de la sostenibilidad es a lo que se dedica desde hace 25 años Ethical Consumer, una organización de consumidores británica que ofrece diversas herramientas para facilitar la decisión de compra responsable, eso sí, en inglés.

Entre sus herramientas abiertas a no socios más prácticas están sus guías de productos, en las que analizan aspectos como el trato a los animales, el origen de las materias primas, las implicaciones políticas y medioambientales, los derechos laborales, etc., de las principales marcas del mercado británico. Aunque muchas de las marcas analizadas no están a nuestro alcance en España, sí que coinciden muchas de los grandes sellos multinacionales, por lo que estas guías también pueden resultar útiles a la hora de plantearnos nuestra compra.  Para los que conozcan revistas como Compra Maestra de la OCU, Ethical Consumer vendría a ser una propuesta similar, pero cuyas recomendaciones y listas se basan en «algo más» que el precio, la porción o las características técnicas/organolépticas. Y también tienen su propia revista para asociados (aquí podéis consultar un ejemplar de muestra).

En la versión online de estas guías, además, nos permiten seleccionar a qué aspectos queremos dar más importancia, y automáticamente reorganiza las listas en base a nuestras opciones. Por ejemplo, ante la compra de un electrodoméstico podemos seleccionarlo en base al análisis conjunto de los aspectos medio ambiente, trato de los animales, trato de las personas, implicaciones políticas y sostenibilidad del producto, o por ejemplo, podemos modificar la importancia, pongamos por caso, de la sostenibilidad y el medio ambiente, y automáticamente, la lista se reordena recolocando aquellas marcas más concienciadas en este aspecto en primer lugar y recalculando sus puntuaciones.

Cada uno de los listados, además, incluye una explicación de las implicaciones de los diversos aspectos en relación con el sector en concreto, ya que no tiene el mismo impacto, por ejemplo, en el trato de los animales, la fabricación de una cocina que la de una crema hidratante. También incluyen consejos de uso para optimizar la utilización responsable de cada uno de los productos analizados.

Otra herramienta interesante, es el rating de grandes empresas, en las que podemos buscar el nombre de una marca,  producto o compañía y nos explican cuál es su comportamiento en los aspectos de análisis antes mencionados, vemos su calificación numérica (x sobre 20), además de poder consultar enlaces a los informes en el que los productos de esa compañía tienen algún protagonismo.

Ethical Consumer además promociona campañas de sensibilización y es plataforma de boycot a marcas/productos poco responsables. Incluye un apartado de consultoría para empresas interesadas en mejorar su desempeño ético.

Además de todas estas guías y herramientas gratuitas, puedes suscribirte a Ethical Consumer por unos 38 euros al año (29,95 libras), que permite una acceso completo a toda la información disponible, la posibilidad de personalizarla y los seis números de la revista.

Según afirman en su web, Ethical Consumer se financia con las aportaciones de los socios, los servicios de consultoría a empresas y las inserciones publicitarias en su revista, en la que solo pueden anunciarse empresas contrastadamente responsables.

La huella del consumo irresponsable

Leíamos hoy en YoDona, un estudio realizado por Vaselina sobre el uso de los cosméticos.  Según este informe, cada mujer malgasta durante su vida 5197 productos cosméticos, desde nutritivas, hasta barras de labios o lacas de uñas. Que levante la mano quien nunca ha tirado una laca porque de no usarla se ha secado.

broken-blush-and-makeup-brush-909989-mAdemás de suponer un derroche de unos 131.000 euros durante la vida, dato que también facilita el estudio, vayamos un poco más allá y pensemos en magnitudes de derroche.

5197 productos cosméticos tirado a la basura suponen, calculando una media de 50 ml. por cada producto, prácticamente 300.000 ml de productos desperdiciados, es decir 300.000 ml (o 300 litros) por mujer (occidental, suponemos, ya que no se especifica en el artículo). Teniendo en cuenta que el mundo más desarrollado en 2005, según datos del Population Reference Bureau, había 622 millones de mujeres, tenemos un total de 186.600 millones de litros de producto desperdiciado. Además de los envases, obviamente, cuyo volumen plástico es difícil de calcular, pero imaginemos que fueran 10 gramos por envase:

10gr x 5197 productos x 622.000.000 de mujeres= 32.325 millones de kilos de plástico desperdiciado.

Si, para rizar el rizo, tenemos en cuenta que buena parte de los cosméticos que se comercializan actualmente tienen como base componentes procedentes del petróleo, y los envases del plástico son básicamente petróleo, podemos hacernos una idea del impacto que tiene sobre un bien escaso y no renovable nuestra poca cabeza a la hora de adquirir productos de belleza.

¿Podemos hacer algo al respecto? Obviamente, aplicar los principios del consumo responsable.

1. Coge papel y lápiz y escribe cuáles son los productos que siempre, sí o sí, utilizas.

En nuestro caso, por ejemplo, sería el jabón corporal, el champú, la crema hidratante, la limpiadora, la exfoliante, la pasta de dientes, el desodorante, el lápiz de ojos, la sombra de ojos, la máscara de pestañas, el colorete, el lápiz de labios, la laca de uñas y el corrector.  En verano, factor de protección solar e hidratante corporal.

2. Añade aquellos productos que utilizas en ocasiones especiales, pero realmente utilizas.

Por ejemplo, la base de maquillaje o los polvos, la mascarilla facial, alguna sombra de ojos de fantasía o algún complemento del peinado (espumas, lacas, geles).

3. De todas esta lista, piensa qué cosas podrías sustituir usando productos caseros. 

Nosotros hemos cambiado el champú tradicional por una infusión de saponaria y hammamelis, que guardamos en una botella reutilizada. La exfoliante la hacemos a veces con un producto hecho de polvo de hueso de albaricoque, a veces con azúcar.  Para el desodorante combinamos uno de base de alcohol, con el bicarbonato sódico. El acondicionador del pelo lo hemos sustituido por yogur (que usamos si se ha caducado). Y en el jabón corporal, hemos sustituido el gel por un jabón natural con productos biodegradables en pastilla, que, entre otras cosas, ahorra envases.
El resto de productos, manufacturados, son de ecológicos con certificados Ecocert, Biocosmetic u otros.

4. Revisa tus cajones y mira qué tienes en casa que puedes reaprovechar.

No descartes, por ejemplo, las sombras de ojos, coloretes o polvos que se han roto. Puedes repararlos. Lo mismo sucede con las máscaras de pestañas secas.

5. Sé sincera contigo misma y valora cuáles son las marcas que te han funcionado siempre bien y los colores que te favorecen.

Compara los componentes de esas marcas y cosméticos con otros de origen ecológico. Hay artículos y páginas web que explican las características de las diversas sustancias que usa la industria y sus propiedades y páginas donde se explica cómo lograr esas mismas propiedades con productos naturales. Recuerda que muchos de los componentes de la industria tradicional son tóxicos, no en las cantidades que se usan en cada cosmético a nivel individual, pero no se sabe qué efectos tendrán sobre nuestro cuerpo con la acumulación a lo largo de los años.
Opta siempre que puedas por productos biodegradables.

6. Crea una nueva lista con los productos que van a ser los fijos en tu baño/tocador. Estrena filosofía de consumo responsable.

  • No compres un envase nuevo hasta que el viejo no esté a punto de acabarse.  Si puedes, recicla el envase, bien en su contenedor o bien usando productos cuyas empresas recojan los envases usados.
  • Compra solo lo que necesites.
  • Procura no dejarte llevar por la tentación de las modas.  Al final, solo unos cuantos colores te sientan bien, y cada cara tiene un tipo de maquillaje que le conviene.
  • Cuidado con los consejos cuando vas a un centro de estética. Muchos son bienintencionados, pero muchos solo son una forma de venderte el producto de la casa. Recuerda que tú ya tienes una lista de productos que te funcionan. Y no es una lista cerrada, puede cambiar, pero no cambies hasta que no hayas acabado el producto anterior.
  • No te creas eso de que hay que ir cambiando de producto para que la piel/pelo no se acostumbre. Eso no tiene base científica y no es más que un bulo para evitar la fidelización a un solo producto.
  • A medida que te vas conociendo mejor y vas conociendo otras formas naturales y caseras de cuidarte, reduce tu consumo de cosméticos.

La intención no es acabar con la industria cosmética. Es poco a poco, forzar a que sea un industria responsable, consciente y respetuosa con el medio ambiente, y sobre todo con sus usuarios. Piensa que cada input que te invita a comprarte un nuevo cosmético no es más que un mensaje que intenta decirte que no estás a la altura, que no cumples unos cánones de belleza.
Los cosméticos son una herramienta para cuidar nuestro cuerpo y tener buen aspecto. Nada más. Todo lo demás (modas, looks, etc.) no son más que fórmulas que quieren empujarnos a consumir más y más.  Y a aumentar aún más el volumen de cosméticos desechados, de residuos y de contaminación.

Envases de ida y vuelta

Cuando era pequeña, una de mis vías de ingresos era bajar las botellas usadas de agua con gas de mis abuelos y las botellas de leche a la tienda del barrio y recuperar el importe de los envases. En aquella época, poco o nada se hablaba del reciclaje en España, no había esa conciencia, pero muchos de los gestos diarios estaban enfocados, sin prácticamente intención, a reutilizar.
Aquellos que coleccionen botellas de refresco antiguas encontrarán en muchas de ellas grabado el concepto «envase retornable».  Gaseosas, leche, sifones, y muchos otros productos permitían ese uso,y de hecho, a día de hoy, los botellines de refresco de hostelería también pasan por este proceso. Una vez usado el producto, el envase se devuelve a la empresa que lo lava y lo reutiliza.  Sencillo ¿no?

Sí, sencillo y eficaz. Una manera de dar miles de usos a un producto. Una costumbre que se ha ido perdiendo con el paso del tiempo y la extensión del uso de envases de plástico y latas. Pero, ¿no podría aplicarse esto también al plástico y el aluminio?

Muchos países del mundo tienen un sistema de envases retornables tanto en plástico como en aluminio y una legislación al respecto. Todos sabemos que, más a menudo de lo recomendable, reciclar nos da pereza, pero sí por medio ponemos una pequeña recompensa económica, la cosa funciona.

En China, por ejemplo, han instalado en el metro unas maquinas que te permiten pagar el billete con latas y botellas utilizadas y vacías. En  Alemania o Finlandia, muchos hipermercados tienen máquinas de recogida de latas y botellas de plástico, que emiten un tique por el valor de retorno de esos envases que se te descuenta de la cuenta final de tu compra. En Noruega se recicla hasta el 92% de las latas y el 82% de las botellas de plástico gracias a este sistema.

En España medio millón de toneladas de latas y botellas de plástico se quedan enterradas en vertederos o son quemados en incineradoras, según estudio del Gremi de la Recuperació de Catalunya .
Era hora de actuar y a ello se está dedicando Retorna.org, una organización que aboga por implantar un sistema de envases retornables para optimizar la recogida y selección de materiales reciclables.

 

El sistema funciona de manera muy sencilla, como se explica en este vídeo

El sistema mejora el nivel de reciclaje, ya que logra recuperar 9 de cada 10 envases, reduce los costes de reciclaje (ya que la selección se hace de forma más eficaz que actualmente) y permite a organizaciones y administración pública ahorrar y orientar de forma eficiente su logística en cuanto a recogida y reutilización.

 

La Tierra bien vale unas risas (No viajo en avión, y tú no deberías)

Habitualmente tengo que viajar por España. Generalmente son viajes

Mi amigo el TrenHotel foto: www.sextraestrella.com (gracias)
Mi amigo el TrenHotel foto: http://www.sextraestrella.com (gracias)

cortos, incluso de ida y vuelta en el día, y no siempre a distancias cortas. Y tengo una costumbre que genera no pocas risas por debajo de la nariz de algunos de mis amigos: procuro viajar siempre en tren.

Reconozco que no es una cuestión puramente de conciencia ambiental, hay un ingrediente de respeto, de miedo y de que no acabo de ver claro el tema «cielo lleno de máquinas»; sin embargo, creo que cada día más, el peso que tiene en mi decisión el hecho de que resulta infinitamente más sostenible viajar en tren, es mayor.

De hecho, el otro día, y tras otra sesión de risitas respecto de mi miedo a volar y mi preferencia por viajar en tren, fui a echar un vistazo a una calculadora de emisiones de CO2 por viajero para darles un argumento contundente respecto de mi decisión y las emisiones que esta comportaba. ¿Cuál sería el resultado si dos personas hiciéramos un mismo viaje optando yo por el tren (Trenhotel, 9 horas nocturnas por trayecto [ese largo tiempo de viaje aún provocaba más risas] durmiendo plácidamente) y la otra persona por el avión (ida y vuelta en el avión, una hora y poco en vuelo, más dos horas de embarques, y otra de traslados al centro de las ciudades)? En primer lugar el precio sería prácticamente el mismo, con diferencias de menos de 10 euros.

Según la calculadora de CO2 de Arboliza.es:
Tren — 600 km — 9 horas ida— 9 horas vuelta (nocturnas) : 13,8 kg de CO2 en el ambiente.
Avión– 600 km– 3,5 horas ida— 3,5 horas vuelta (diurnas): 272 kg de CO2 en el ambiente.

Podría decir la típica frase de ‘¿quién ríe ahora?’, pero, desgraciadamente, de momento hay poca gente a la que estas cifras impactan realmente. Viajar en avión contamina la atmósfera 20 veces más, pero el tiempo que tardo viajando en él no es veinte veces menor que el tiempo que tardo en el tren más lento del que se puede disponer en España. Es más, tratándose de un Trenhotel, no hago más que aprovechar las horas nocturnas para desplazarme, lo que me permite disfrutar del día entero en mi destino.

Hagamos lo mismo pero con un tren de alta velocidad, en lugar de con un Trenhotel, que, cómo decíamos, es el tren más lento de larga distancia de los que disponemos en España. Calculemos un trayecto Madrid-Barcelona, de ida, por ejemplo, que también son unos 600 km. El avión emitiría 136 kg de CO2 por trayecto, y el AVE 7,4 kg. Algo más que el Trenhotel, pero, de nuevo, infinitamente menos que el avión. Y en este caso, los tiempos de trayecto son prácticamente iguales.  No sé si hacen falta más demostraciones.

Si miramos el mismo trayecto (600 km) en coche, veremos que con un gasolina se emitirían 84 kilos y con un diésel 96. Mejores resultados que el avión, está claro. Pero imbatibles ante el tren.

No entraré ya en otras cuestiones, como el placer que supone viajar en tren, poder caminar por el convoy, ir a la cafetería y tomarte algo, ver el paisaje, ver una película (a veces, buena y todo), trabajar con el ordenador, o en mi caso, dormir en movimiento que es algo que me encanta.

Si lo enfocamos desde un prisma puramente ecoconciente, viajar en tren reduce las emisiones de CO2 y a día de hoy, con los servicios de AVE que hay en España y otros países, y a falta de urgencias, bien vale perder un par de horas más (o dedicar horas no laborables) en un viaje que va a reducir de forma tan drástica nuestra huella.

No decimos que no se viaje en avión. Está claro que, por ejemplo, ir a Argentina en barco son meses de viaje (aunque probablemente implicara la mitad de gasto de CO2 que en avión). Pero viene siendo hora de que nos planteemos usar el avión, y cualquier otro medio de transporte altamente emisor solo cuando no tengamos más remedio.

Para que esto no suene a diatriba contra el avión de una miedica (y reconozco que lo soy), cabe recordar que, por ejemplo, y siempre según Arboliza.es , hacer un recorrido de unos 20 kilómetros -que es lo que hay de mi casa al trabajo- diariamente (dos trayectos), emite medio kilo de CO2 si lo hago en metro/cercanías y más de 5,5 kilos si lo hago en coche. Pensad en esas emisiones al cabo de un mes:
Metro/Cercanías  0.5 kg x 24 días laborales = 12 kilos de CO2 al mes
Coche gasolina   5,6 kg x 24 días laborales = 134.4 kilos de CO2 al mes

Para verlo más gráficamente: Si un árbol grande y vigoroso fija unos 90 kg de CO2 al año, las emisiones mensuales de un trayecto diario al trabajo en coche precisarían de 18 arboles grandes, filtrando a tope. Un viaje en Cercanías, solo 2 (90 kg al año son 7,5 kilos al mes, en un calculo grosso modo y reconozco que es un poco patatero). El viaje en avión de 600 kilómetros necesitaría 1133 árboles vigorosos trabajando a tope durante un día. 1133 árboles por cada pasajero. Unos 70.000 árboles si contamos que en un avión normalito viajen 60 personas. Casi tres veces Central Park. O la misma cantidad de árboles que se deforestan diariamente en Paraguay.

En resumen, que me encanta que mis colegas se rían de mí por debajo de la nariz cuando decido hacer cualquier viaje, por largo que sea, en tren. Me encanta que se lleven las manos a la cabeza si les digo que prefiero ir de Madrid a París sobre raíles, aunque me cueste 10 horas largas y cambiar de tren en Hendaya. Que prefiero sentarme cómodamente a mirar el paisaje en un Alvia, a estar corriendo por interminables pasillos y arcos detectores en un aeropuerto lejos del centro. Que prefiero dormir en mi literita 9 horas a desgastar casi 700 campos de fútbol de árboles, usando esa comparativa de medidas un poco chusquera, pero tan típica de la prensa, de un campo= una hectárea.

Se ríen, pero algún día conseguiré que también se paren a pensar cuál es su papel en la destrucción de la atmósfera. Y qué sencillo sería dividir por 20 su huella. Solo tendrían que dejarse de reír, y probar el placer del tren.