Por qué la fruta ecológica es más cara

Si una cosa nos cansamos de escuchar, cuando le explicamos a amigos y conocidos que hemos optado por la fruta y la verdura de cultivo ecológico es el sempiterno «es que es mucho más cara».

Bueno, pues hoy os vamos a explicar por qué (y por qué no).

Todo empieza con cuatro letras: IPOD. Y no, no nos referimos al innecesario cacharrejo-deseo-artificialmente-creado de Apple, sino al Indice de Precios en Origen y Destino de los alimentos, en resuorganicsaladmen, el índice que mensualmente realiza la COAG (Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos) para comparar a cuánto compran los intermediarios y distribuidores la fruta y la verdura, así como la ganadería, al agricultor/productor y a cuánto se vende en el mercado comercial de destino.

Os incluimos la reproducción del índice del pasado mes de diciembre de 2014, un mes especialmente «divertido» porque vienen las Navidades y a todo el mundo se le escapa «el dedito» cuando decide el precio en las etiquetas.

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Aunque se nos antoja bastante innecesario comentar, vamos a indicar algunos datos, como por ejemplo, que la diferencia entre precio origen-destino, que indica el número de veces por las que se multiplica el precio entre el agricultor y  «la mesa»  puede superar hasta las 10 veces y de media está entre las 3 y las 5. Esas diez veces implican un 1000% porcentual de incremento del precio.

Entendemos que cualquier producto entre origen y destino debe tener el sobrecoste que implica el transporte y manipulación del producto, además del margen comercial de los distribuidores, pero que los precios se multipliquen por 10, y que el agricultor, por ejemplo, en el caso de los limones, sólo se lleve 0,16 € por kilo, mientras por el camino su producto acaba costando un 1000% más, es como para pensarse seriamente a quién le estamos dando nuestro dinero.

A todo esto, sumemos que los productores españoles se encuentran con la competencia  (desleal) de productores aún más económicos. Por ejemplo, en los cítricos. Sí, resulta increíble, pero hay productores que reciben menos de 0.16 euros por kilo, no queremos pensar las condiciones de esos agricultores, de sus tierras y las técnicas que usarán para que ese precio les compense a la hora de producir. Y luego también nos encontramos otras tácticas que nos fascinan, como la venta a pérdida, para convertir un producto en gancho de otros que se pueden comprar en una gran superficie comercial. Especulación se le llama a esto. Tu limón no es muy distinto de ese piso que compraste en la época del pelotazo y que ahora pagas a sobre precio con mucho esfuerzo.

Luego, igual te limpias la conciencia comprando una barrita de chocolate de comercio justo ecuatoriano, pero fíjate que aquí también hay muchos productores que están trabajando duro y que también son víctimas de un comercio no injusto, si no injustísimo. Y ahorrémonos el típico comentario al respecto de los agricultores españoles que «están subvencionados y prefieren tirar la fruta». Igual si la cobraran a un precio justo no haría falta ni la subvención, ni tirarla, y además, el campo volvería a ser un lugar atractivo para los miles de españoles que no ven claro su futuro laboral.

Dicho esto, vamos a hacer una comparativa de precios en destino, usando los de este cuadro de COAG y los últimos precios de nuestros amigos de Semilla Nativa, una iniciativa que trabaja directamente con los productores, saltándose prácticamente todos los pasos intermedios.

Limón convencional 1,76 €/kg  – Limón ecológico 2,00 €/kg
Mandarina conv.         1,84 €/kg – Mandarina eco    2,00 €/kg
Platano conv.               2,22  €/kg – Plátano eco            2,70 €/kg
Brócoli conv.                 2,02 €/kg  – Brócoli eco            2,40€/kg
Ajo conv.                          5,38€/kg –  Ajo ecológico        5,40 €/kg
Acelga conv.                  1.87 €/kg-  Acelga Eco               1,50€/kg

Como podréis observar, en estos productos las diferencias de precio son mínimas, no más de 50 céntimos, y en algunos casos, incluso son más baratas las ecológicas, como en el caso de la acelga, que en Semilla traen de la misma Comunidad de Madrid, con el ahorro económico y de recursos que eso supone.
También hay otros productos, un buen número de ellos,  en los que la diferencia de precio es mayor, por ejemplo, la patata (conv. 0,62 €/kg, eco 1,40 €/kg), o incluso el doble, como el pepino (conv. 1,56 vs. eco 3,35) o el repollo (conv. 1,22 vs. eco 2,50).

Así que sí, la fruta ecológica es más cara.

Ahí vamos con la explicación. Como habréis observado con las cifras del IPOD, la diferencia entre el precio que pagamos por la fruta convencional y el que recibe el agricultor es abismal. Y ahí está el ahorro. En la fruta y verdura ecológica –y siempre en aquellos negocios que están alineados con la filosofía sostenible, y ojo que no son todos– el porcentaje del precio final que repercute en el agricultor es muchísimo más elevado. Eso les permite, no solo vivir mejor y recibir un sueldo justo por su labor o trabajar cómo les dé la gana, sino que además les permite reinvertir en sus campos, no depender tanto del clima y la producción para sobrevivir, cultivar libremente las variedades que desean, innovar en sistema de protección y mejora de los cultivos sostenibles, dejar descansar a la tierra cuando toca, respetando su calidad y nutrientes, y un largo etcétera que finaliza en que en nuestras mesas tenemos fruta de mucha mejor calidad, más sabrosa, y con una excelente capacidad de conservación.

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¿Habéis sumado los costes medioambientales, laborales y sociales (por ejemplo, en los países que exportan fruta a precios de risa) que tiene la agricultura convencional al precio al que la pagáis?

¿Creéis sinceramente que los agricultores solo merecen ganar 0.16 euros el kilo de limones, mientras los demás, ese mercado especulativo tremendo tras los grandes centros de distribución, se lleva 1,66 euros por kilo?

¿Consideráis justo que buena parte de la producción española convencional acabe en el extranjero o desperdiciada [en Europa se desperdicia un 20% de la producción agrícola] porque al agricultor el precio de venta no le cubre ni siquiera los costes?

¿Os dais cuenta de que, a menudo, compramos verdura convencional solo porque nos parece barata, no la consumimos, entre otras cosas porque no sabe a nada, y la acabamos tirando y que con lo que gastáis en lo que tiráis os sobraría para comprar ecológico con sentido común e iros de cañas?

Y ahora ¿sigue siendo más cara la agricultura ecológica?

 

 

 

 

 

No es solo qué compramos, sino cómo compramos

Aunque en SyS siempre hablamos de que, para empezar en esto del consumo responsable, hay que tomárselo con calma e irse acostumbrando poco a poco a una nueva forma de consumir, esta vez queremos dar un paso más para que vosotros también deis una vuelta de tuerca a vuestra rutina de compra.

No siempre consumir productos con etiquetas de certificación nos garantiza que estemos haciendo el consumo más responsable. Las grandes distribuidoras de alimentación han visto el mercado que, afortunadamente, se está creando entorno a los productos bio y de comercio justo y no han querido perder tajada. Por eso, han generado sus propios productos de marca blanca que claro, son más baratos, pero no siempre son realmente justos y se llevan por delante a pequeñas fábricas que realmente creían en el comercio justo o dejan en la estacada a productores.

Consumir con responsabilidad implica apoyar un cambio de sistema comercial en el que lo principal sea la redistribución justa de los beneficios, la promoción y el bienestar de los productores y la posibilidad de equiparar las posibilidades de crecimiento de las sociedades productoras con las de las receptoras. Y sobre todo, no olvidar que el consumo justo  y responsable no solo se practica cuando se compra cacao de Nicaragua, o piñas de Costa Rica, porque en nuestros países también hay productores que se esfuerzan por hacer un buen trabajo y que también sufren las condiciones abusivas de grandes distribuidoras e intermediarios. Ni que decir tiene, que es fundamental apoyar a nuestro pequeño comercio de proximidad por básicamente los mismos motivos.

Para no extendernos más, y como unas imágenes valen más que todas las palabras, os dejamos este documental que os ayudará a hacer una selección  mejor de los productos de vuestra cesta de la compra. Seguramente os gastaréis algún eurillo de más, pero después de ver este vídeo seguro que valoraréis que vale la pena.

 

Unas Navidades sostenibles

Quien más y quien menos siente que la Navidad ha perdido buena dinner-1144569-mparte de su sentido, ahogada por el consumismo desmedido y por la ingesta descontrolada de comida y bebida bajo la premisa de que en Navidad «hay que pasárselo bien».

Pero estas fechas, cuyo mensaje principal debería ser el amor más que el uso desmesurado de recursos, pueden vivirse de otra manera. Y no estamos hablando de religiosidad o moral, sino, sobre todo, de conciencia. En SyS os proponemos una serie de tips para que celebréis la Navidad de otra manera, y para que esa nueva forma de abordar la vida no se quede solo en un buen propósito de Navidad, sino que vaya calando en nuestro día a día.

Las comidas navideñas

¿Realmente es necesario comprar un bogavante, llenar la nevera de aperitivos preparados, inflarse a polvorones y turrones? No decimos que no disfrutemos de los dulces y platos típicos navideños, pero podemos mejorar nuestra salud y respetar el medio ambiente si tenemos en cuenta unas pocas reglas. Para ello, nos ayudará mucho el proyecto de WWF «Live well for LIFE», una iniciativa en la que especialistas médicos en nutrición y especialistas en sostenibilidad han diseñado una serie de consejos que nos permitirán llevar una vida más saludable a la vez que cuidamos nuestro planeta. Los principios Livewell son los siguientes:

  • Come más vegetales – disfruta de la fruta y las verduras.
  • Come diverso – alégrate la vista con un plato variado y colorido.
  • Aprovecha mejor la comida – un tercio de la comida que se produce en el mundo acaba en la basura.
  • Come menos carne – prueba otras fuentes de proteínas. Además, la carne puede ser un complemento al plato en vez del ingrediente principal.
  • Come menos alimentos procesados – suelen consumir más recursos para su producción y contener niveles altos de azúcar, grasas y sal.
  • Compra alimentos certificados – como el MSC para el pescado, los procedentes de agricultura ecológica o la ganadería extensiva.

Efectivamente, nada que no se haya dicho ya en muchas ocasiones, en este blog y en muchos más sitios, pero los responsables de esta campaña aseguran que si esta dieta se extendiera entre los españoles, se reduciría en un 25% nuestra huella ecológica. Y por supuesto, mejorarían nuestras cifras de colesterol, obesidad, problemas cardiovasculares, etc.

En Navidad, sustituye los entremeses de fiambres por crudités con alguna salsa divertida, ensaladas, o verduras asadas. Si sois de pescado, ¿qué tal una buena lubina al horno en lugar de marisco llegado desde el cono Sur? Además, si el marisco no se consume tiene poco aprovechamiento en cambio, lo que sobra de pescado puede convertirse en ricas croquetas, canelones de pescado o un chupe chileno. Los responsables del proyecto Livewell también nos ofrecen una alternativa de menú navideño delicioso y sostenible.

Los regalos de Navidad

A nadie se le ocurre pasar por estas fechas sin comprar regalos. Aunque es perfectamente posible, y aunque tenemos todo el año para demostrar nuestro amor a los demás de manera material, si llega el punto en que tenemos que adquirir regalos, también podemos hacerlo desde un punto de vista sostenible.

Un buen ejemplo es regalar cosas «no materiales», por ejemplo, regalar un curso o un taller, una cata de vinos, una jornada en un spa, compensar parte de su huella de carbono aportando una cantidad para la plantación de árboles… Es una manera de hacer un regalo que no implique un objeto que haya tenido que ser producido únicamente para este fin. Huyamos de los «pongos» de toda la vida. A nadie le gustan ni las figuritas, ni los ganchitos, ni los marcos de fotos, ni los objetos graciosos (que tienen gracia dos minutos)  y todos, indefectiblemente, acaban en la basura o arrinconados por ahí, o sea, convertidos en residuos.

Si no hay maś remedio que comprar algo «material», opta por algo práctico y prioriza los objetos de comercio justo y certificados (maderas FSC, plásticos libres de BPA y reciclados…) Visita los anticuarios y chamarileros (o los mercadillos estilo Rastro o Encants), donde podrás encontrar cosas bonitas que merecen una segunda oportunidad, de manera que contribuyas a la reducción de la sobreproducción de bienes.
También puedes regalar comida. Además, es una excelente manera de invitar a tus amigos a descubrir la comida sana y la ecológica. Un simple cesto con algo de fruta de cultivos responsables, una buena botella de vino, una selección de dulces artesanales… Lo ideal, además, sería que lo compraras en tu barrio, donde seguro que tienes una buena oferta de comercios que te pueden ayudar y aconsejar. Así ahorras en gasolina, y seguramente en la angustia de caminar por las calles del centro en Navidad.

Y  a los amigos que quieran regalarte algo, no tengas problema en decirles qué quieres. Si no lo haces, corres el riesgo de que te regalen un residuo potencial, así que…

El espíritu navideño

¿Existe? Creemos que en su momento quizás existió pero ahora no es más que una especie de alucinación que dura justo los días de las fiestas y que se interpreta como una necesidad imperiosa de ser buenos, aunque luego seamos lo peorcito. Este año ¿por qué no te lo tomas en serio? Que la Navidad sea solo el pistoletazo de salida para un año en el que el hacer algo por los demás y por tu entorno forme parte fija de tu agenda semanal.  Busca un voluntariado que te motive, selecciona una organización a la que ayuda, no solo económicamente, descubre qué iniciativas hay en tu barrio a las que podrías echar una mano. Te sorprenderá lo fácil y motivamente que es dejar de mirarse el ombligo un rato.

El buen propósito de año nuevo

Dejar de fumar o de beber, ir al gimnasio, comer menos… La mayoría de propósitos de año nuevo están pensandos hacia dentro, hacia nosotros, y en la mayoría de ocasiones lo hacemos un ratito y con poco convencimiento. La fuerza de voluntad es un bien escaso. Este año, propongámonos algo hacia fuera. Algo que contribuya no solo a nuestro bienestar si no al de todos. Propongámonos consumir menos, reducir nuestros residuos, reciclar mejor, comprar menos alimentos preparados, buscar una actividad de conservación natural que nos mole, reducir el gasto de papel de nuestra vida, dejar el coche más a menudo en el garaje, relacionarme más con mis amigos/vecinos/ciudad, participar en actividades comunitarias de cuidado del entorno, reducir mi consumo energético, comprar menos ropa y zapatos e intentar sustituir la compra por la reuitlización, o los productos sostenibles, comer más verduras, comer menos carne, usar más el transporte público, caminar más,… Hay cientos de buenos propósitos sencillos que nos permitirán comenzar el año con una misión que, al final de estos 365 días de 2015 nos harán dar cuenta de que ser  más austeros bien vale la pena.

Biocultura empieza a acabar con los «ismos»

ECATALOGO EXPOSITORES MADRID WEB (3)ste fin de semana se celebró BioCultura en Madrid. La verdad, fue un placer ver el pabellón número 9 de Ifema lleno de gente, y quizá lo más placentero fue verlo lleno de gente de todo tipo: desde familias progres hasta señores engominados, tirando de estereotipo.
Y nos gustó mucho ver propuestas más cercanas a todos los públicos, sobre todo en el apartado de cosmética y en algunos aspectos del de moda y agricultura.

Pero aún nos queda mucho para hacer llegar la sostenibilidad y el consumo responsable al gran público, porque, a nuestro modo de ver, aún quedan muchos tics de un pasado que no facilita que el ciudadano medio se acerque a una nueva forma de pensar, actuar y consumir.

Nos sigue pareciendo preocupante la presencia en estos foros de cuestiones más cercanas al esoterismo que a la sostenibilidad y nos preocupa mucho que, a modo de herramienta chapucera de marketing, las propuestas se vendan como «salud» en lugar de como conciencia.  Al final, cambiar el concepto para que sea más vendible no nos acerca a modificar los hábitos sino a reforzar hábitos que «teóricamente» queremos erradicar.  Porque… ¿queremos vender más o queremos un mundo mejor?

Nos gustó ver ropa «ponible» junto a las prendas más de aires orientales, y nos gustó ver zapatos «ponibles» al lado de las antiguas propuestas de calzado más cercano a un elfo que a un humano. Porque creemos que si queremos que el día a día de los ciudadanos sea consciente, sostenible y responsable, y esa es la misión de este blog, hace falta acercarnos al ciudadano con ideas que pueda aplicar en su día a día. Partamos de que todos, incluso los de los zapatos élficos, tenemos una cierta rutina, unas costumbres, un estilo de comer, de vestir… Si queremos convertir eso en una apuesta sostenible, no deberíamos empujar a la gente a cambiarlo, si no darle la opción de mantener eso sin afectar al planeta, ni a las condiciones laborales de los trabajadores, etc. Y BioCultura es un punto de encuentro de los que ya lo practicamos, pero también una oportunidad fantástica de acercar la sostenibilidad a los que aún no están metidos en el ajo y, sinceramente, creemos que los viejos estereotipos no ayudan a hacer el cambio de chip.

Sin embargo, nos fuimos más bien contentos de BioCultura. Porque lo visitaron 70.000 personas, porque nos pudimos comer un bocata de longaniza (ecológica) de carne y no de seitán, porque junto a los zumos de hierbas con propiedades dudosas y casi milagrosas, los inciensos y las piedras energéticas, cada vez hay más propuestas para todos los públicos. Cada vez hay menos tofús y más aceite de oliva ecológica de cooperativas responsables, más agricultura sostenible que recupera variedades, más empresas que cambian su forma de fabricar su producto para adaptarlo a las necesidades de un consumidor comprometido. Y además, cada vez a precios que abren más el abanico de ciudadanos que pueden acceder a todo esto. Y queda esnobismo, misticismo y elitismo, y desde Sentido y Sostenibilidad vamos a seguir intentando acabar con estos ismos que no hacen más que alejarnos de nuestro objetivo: conseguir un mundo más comprometido, responsable, equitativo, sostenible y por tanto, mejor para todos.

BioEmprendedores II: La Troje, recuperando semillas y biodiversidad

Hace unas semanas tuvimos la ocasión de colaborar con el blog tomatos-1-427008-mCocinatis.com con un artículo sobre las variedades hortofrutícolas que se están recuperando gracias a la agricultura ecológica. Para realizarlo, hablamos con la gente de La Troje que nos dieron una interesante visión sobre su trabajo. Como no tuvimos espacio para que pudieran explicarlo todo, aprovechamos el blog para reproducir la entrevista completa y acercaros este interesante proyecto.

¿En qué consiste vuestro proyecto?

La Troje es una Asociación creada para la recuperación de variedades locales de hortícolas y frutales de la Sierra Norte madrileña. Las variedades locales o tradicionales son aquellas que han sido seleccionadas a lo largo de los siglos por generaciones de campesinos, que las han ido adaptando a las condiciones cambiantes de  sus zonas de cultivo desde que empezó la domesticación de las plantas, allá por el neolítico.

La riqueza genética y cultural que nos aportan éstas variedades es incuestionable, siendo la biodiversidad de los cultivos una de las premisas básicas para un manejo ecológico de los huertos.  Por ésto, y ante la creciente pérdida de diversidad agrícola a escala mundial, decidimos dedicarnos a buscar y recuperar aquellas semillas de variedades tradicionales que aún se conservaran en la zona donde vivimos, la Sierra Norte de Madrid.

A lo largo de los 12 años que llevamos en ésta tarea, el proyecto ha ido evolucionando desde éste objetivo concreto, ampliando sus expectativas y adoptando los principios de la agroecología, llegando a constituir una forma de entender y estar en el medio rural en el que se contempla la integración de lo social, ecológico y económico para un modelo de vida sostenible y justo.

 

¿Qué variedades o especies tradicionales que estaban desapareciendo de la comercialización habitual habéis podido recuperar?

Tradicionalmente los cultivos en ésta zona se han dado en pequeños huertos  para el autoabastecimiento de las familias y su ganado, ya que la Sierra norte tiene vocación ganadera más que agrícola por sus características de suelos más bien pobres y clima frío gran parte del año (de ahí su denominación un tanto despectiva de “ la sierra pobre”). Unicamente se llegaron  a comercializar judías y fruta (manzanas principalmente) a pequeña escala, cultivos mejor adaptados a la montaña y que eran demandados incluso desde la ciudad de Madrid. Es por esto que éstas variedades se han conservado mejor, y  hemos podido recuperar 21 tipos de judías tradicionales y 73 de frutales, entre manzanos, perales, cerezos y ciruelos.

Del resto de cultivos hay menos diversidad, pero no por ello son menos importantes, ya que son variedades muy adaptadas a las condiciones particulares de la Sierra, tanto al medio físico como a los gustos y las “formas de hacer” que constituyen la cultura de los pueblos. Así, hemos conseguido recuperar unas 28 variedades de hortalizas entre tomates, lechugas, pimientos, calabacines, pepinos, etc.

 

¿Cómo es el proceso para recuperar una variedad?¿De dónde salen las semillas, qué procesos se siguen?

Al hablar de variedades hortícolas estamos hablando de material vivo. Las semillas de las plantas de huerta son capaces de aguantar almacenadas un cierto número de años (de 2 a 10, según la especie), pero van perdiendo su viabilidad y finalmente mueren. De ahí la importancia de resembrar y cultivar éstas variedades a lo largo de los años para que se mantengan.

En la Sierra Norte, como en muchas tras zonas rurales, se estaban dejando de cultivar variedades tradicionales, tanto por el abandono de los huertos como por la tendencia muy fuerte a cultivar variedades comerciales (las semillas “de sobre”).  Las semillas de las variedades antiguas quedaban guardadas en botes olvidados, perdiéndose poco a poco.

Ante la urgencia de la situación, el primer paso es encontrar ésas semillas que se están dejando de cultivar. En La Troje empezamos un proceso de prospección que nos llevó cerca de 7 años, y con el que seguimos aun ahora . Esto se hace visitando a los y las hortelanas de los pueblos, principalmente personas mayores que han sido los verdaderos guardianes de estás variedades, y que las han mantenido con su cultivo, uso y conocimiento cultural asociado. Ellos y ellas son los que voluntariamente nos han dado semillas y transmitido la información asociada a cada variedad que cultivan.

A partir de ésta prospección se crea un banco de semillas, que ha de mantenerse vivo a base de reproducir las semillas cuando lo necesiten para que no pierdan su viabilidad. En realidad, la única forma de mantener las variedades locales vivas es que se las valore por todas sus ventajas tanto a nivel de agricultor como de consumidor y que se utilicen, se cultiven y se consuman.

 

¿Qué recepción tienen estos productos en el mercado? ¿Y a nivel gastronómico?

Ultimamente estamos observando una tendencia a encontrar en el mercado diferentes variedades de cada verdura, lo que nos indica que el consumidor está valorando positivamente el acceso a  diferentes formas, sabores, texturas y colores en los productos que usa. Aunque hay que recordar que las cualidades organolépticas, e incluso nutricionales, de las verduras tienen mucho que ver con la forma en que se cultivan: no es lo mismo un cultivo en ecológico respetando los tiempos de desarrollo de cada hortaliza que un cultivo industrial a base de fertilizantes minerales, normalmente  forzados por diferentes métodos.

Las variedades tradicionales están muy asociadas a una forma de cultivo no intensivo, donde se mira no sólo la producción de kilos de fruto a corto plazo, sino otros valores que lo hacen rentable, tales como la comentada calidad organoléptica y nutricional del producto, o  la rusticidad y adaptación al terreno que hacen que éstas plantas sean menos sensibles a enfermedades y por tanto menos necesitadas de tratamientos fitosanitarios. El consumidor debería conocer tanto la calidad de los alimentos que adquiere como las implicaciones de la forma de producirlos para hacerse una idea del valor real del producto.

Actualmente hay algunas iniciativas de comercialización de variedades tradicionales que están dando resultados muy aceptables. En la C.A.M. Puede servir de ejemplo la puesta en el mercado  del tomate gordo de Patones, el sonrosado de Robledillo o el judión de Montejo. Además, varios cocineros profesionales se han puesto en contacto con nuestra Asociación manifestando gran interés por conocer las diferentes variedades de hortalizas, de cara a investigar en las posibilidades culinarias que brindan.

 

¿Qué obstáculos os encontráis a la hora de recuperar estas variedades?

En un modelo campesino de gestión de la biodiversidad agrícola, la responsabilidad del mantenimiento de las variedades se reparte entre muchas personas: todas cultivan y todas guardan semilla de una u otra variedad, si a tí se te dá mal un año tu vecino puede darte semillas para el año siguiente. Además, cuando hay muchas plantas de una misma variedad y mucho intercambio de semillas de las mismas, no hay problemas de pérdida de variabilidad genética que puede llevar a la degeneración de la variedad.

En éstos tiempos, ya no queda casi nadie cultivando éstas variedades. Entre las pocas personas que llevamos la parte productiva de la Asociación,  tenemos que trabajar con un número significativo de variedades diferentes, hay que impedir que se hibriden unas con otras, y sembrar cada año la cantidad de plantas necesaria para mantener una adecuada variabilidad genética, y eso se hace aveces un poco complicado.

Aunque poco a poco hay mas agricultores que descubren las bondades de las variedades que estamos manteniendo y se van animando a cultivarlas, con lo que tenemos la tranquilidad de nos ser los únicos garantes de su continuidad.

 

¿Está nuestro paladar mal acostumbrado a las variedades comerciales y no apreciamos otras?

A la hora de elegir un producto, creemos que el consumidor convencional se guía más por el aspecto y el precio de los alimentos que por cualquier otra característica. Abriendo un poco nuestras expectativas, es fácil llegar a valorar otras variedades, cultivadas además según métodos más respetuosos social y ambientalmente.

La gente que prueba, por ejemplo, los tomates de la huerta suele comentar: “¡éstos si que saben a tomate, y no los de las tiendas!”. Desde La Troje, organizamos catas de tomate todos los años para que la gente pueda comprobar que no sólo hay un tipo de sabor a tomate, sino que existe un mundo de diferentes posibilidades: según la variedad los encontramos más o menos jugosos, carnosos, dulces, ácidos,…Las personas participantes suelen quedarse gratamente sorprendidas.

 

¿Qué papel han tenido las técnicas de cultivo ecológico y la sabiduría popular a la hora de poder recuperar estas variedades?

Como hemos comentado antes, las variedades tradicionales son un legado de nuestros mayores, que las han mantenido hasta nuestros días. No habría sido posible recuperarlas sin ellos y sus conocimientos, sin su saber trabajar y adaptarse a las particularidades de su ambiente.

Nuestro reto principal es tomar el relevo en el mantenimiento de ésta herencia, en la que los campesinos de todos los tiempos han ido creando, modificando y seleccionando cultivos, en un proceso coevolución contínua  cuyo resultado es la enorme diversidad agrícola que ha llegado a nuestros días.

Estos se traduce, en lo concreto,  en que cuando nos entregan un puñado de semilla de una variedad desconocida para nosotros, hemos de recoger toda ésa información asociada a cada variedad que tiene que ver con sus formas de cultivo y de uso. Incluye conocimientos del tipo cómo es el tamaño, forma y color del fruto, si es precoz o tardío, si necesita tutores o no, si se siembra en primavera o en verano, si necesita más o menos agua, el momento de recolección (verde o seca  en judías, verde o rojo en pimientos), si hay alguna receta tradicional elaborada con ésa variedad en concreto, si se conserva para el invierno de alguna manera,…

En nuestros huertos, aprovechamos éstos manejos y saberes tradicionales locales, y los integramos con técnicas de agricultura ecológica, de forma que los años de experiencia agrícola en la zona nos permiten mantener una buena salud en nuestros cultivos y aprovechar al máximo la potencialidad de cada variedad.

 

¿A qué tipo de clientes surtís y cual es su feedback?

La Troje está integrada por productores y por consumidores, de forma que se cubren las necesidades de unos y de otros. Las personas que tienen acceso a lo que producimos forman parte de la Asociación con la figura de Socio Colaborador, por lo tanto no son clientes. Hay una relación muy directa con ellos y ellas, reciben información puntual sobre los productos disponibles y las actividades de la Asociación (charlas, catas, seminarios, cursos, etc) y recogemos sus opiniones en un contexto de evaluación continua de las variedades y de nuestros métodos de producción, ¡siempre hay que aprender y mejorar!