El seductor aroma del plástico recién procesado

Hace cosa de unos 7 u 8 años, en un viaje a Irlanda, descubrimos Primark, unos grandes almacenes de ropa, accesorios y objetos variados que, en ese momento previo a concienciarnos del valor del acto de consumo como reivindicación y lucha para un mundo más sostenible y justo, nos parecieron algo así como el paraíso.

sale-sign-1440889Cachivaches de todo tipo, bolsos, bragas, camisetas… De todo, y a precios exageradamente baratos -sobre todo si los comparabas con los precios anglosajones- eran demasiada tentación para no salir de allí con un serio problema a la hora de embarcar de vuelta en Ryanair por exceso de equipaje.

Hoy, Primark abre la segunda mayor tienda de Europa en Madrid, en plena Gran Vía. Y lejos de embargarnos la emoción, lo que tenemos es una inmensa pena. Y nos llenamos del olor a plástico que nos invade la nariz cada vez que se accede a una de sus tiendas.

Lo último que compramos en Primark fueron unas gomas de pelo. «Solo son gomas de pelo», pensamos. Pero en realidad es mucho más. Es contribuir a una concepción del consumo totalmente insostenible. Viendo las imágenes que se han mostrado de la inmensa tienda, los lineales y lineales de accesorios, la mayoría de plástico, de ropa de baja calidad, de complementos endebles que tendrán una duración limitada y la cola de personas que había en la calle esperando para entrar a comprar, no podemos más que estremecernos.

Más allá del hecho, importante por otra parte, de que parte de lo que se producía en el Rana Plaza, el tristemente célebre centro de producción bangladesí que acabó consumido por las llamas a causa de la insalubridad de las instalaciones, se producía para Primark (la empresa puso en marcha una campaña de compensación económica al respecto -y cada cual que valore el impacto que esta pudo tener o puede estar teniendo hoy día) lo que nos preocupa es la fascinación que despierta entre nuestros congéneres la posibilidad de comprar productos que saben que no van a durar y que por tanto, no son más que la antesala para seguir comprando.

Este blog no es una crítica a Primark, porque al final, lo que hacen este tipo de compañías (o los bazares orientales) responde a una demanda. Este post es una llamada a la reflexión.

¿Por qué aún no somos capaces de vivir respondiendo exclusivamente a nuestras necesidades reales y no a lo que el mercado nos conduce a desear? ¿Por qué existe esa demanda?
Al ver el vídeo pasando por las estanterías llenas de bolsos no podíamos dejar de pensar que en unos meses, solo unos meses, esos bolsos de plástico serán deshechos en un vertedero, o estarán cogiendo polvo en el fondo de un armario. Pero a sus dueños no les importara porque solo les costó, pongamos, 9.99 euros. Se cansarán de usarlo, se pasarán de moda, se romperán, y comprarán otro casi inmediatamente, porque total, solo les costará 9.99 euros, quizás menos en rebajas.

«Pero es que hay crisis, la gente no tienen dinero para comprarse cosas de calidad», se podría argumentar. Sin embargo, basta estar un rato haciendo cola en la caja de una de estas superficies para saber que la gente no se conforma con comprarse un bolso de 9.99 euros. Que la disposición de los artículos está pensada para que, ya que vas, te lleves un montón de cositas más, producto de la vorágine, de la compulsividad, del «pero es que es muy barato». Que como el bolso solo cuesta eso, me da para un monedero, unos zapatos o un conjunto de ropa interior. Si los compradores asiduos a estas tiendas se tomaran la molestia de sumar todo lo que se gasta en, pongamos camisetas, durante un año, probablemente se darían cuenta de que les da para comprarse dos o tres camisetas buenas, de calidad y que les iban a durar más de una temporada… Pero, oh wait!, la temporada que viene (o para ser más precisos, dentro de quince días) ya no estarán de moda.

No podemos evitar ver las imágenes del nuevo centro comercial de Gran Vía como una futura gran montaña de desperdicios abandonados y desahuciados, y nos pasa un poco lo mismo con los bazares orientales, con los «falsos outlets» de algunas cadenas de ropa… Y no solo desperdicios y derroche energético, sino el trabajo de personas que han fabricado todos esos productos en condiciones lamentables, con sueldos miserables. Y no solo trabajos miserables y desperdicios, también una alocada carrera hacia poseer; aunque sean baratijas, poseer cosas, sabiendo que no las necesitamos. Mostrarnos por lo que poseemos o por qué aspecto tenemos, no por lo que somos.

Quizás penséis que, entonces, esto es un problema moral y no ecológico, pero lo que pasa es que esa decisión moral de rendirnos al consumo compulsivo de bienes nos conduce a la destrucción del planeta. Cada cosa innecesaria que consumimos es un futuro residuo, son tintes y productos tóxicos vertidos al medio ambiente, son personas con un trabajo por debajo de la dignidad. Cada cosa que consumimos innecesariamente es una patada en el culo a la Tierra y a sus habitantes, en especial a aquellos más desfavorecidos en los países subdesarrollados o en desarrollo, en esos países-fábrica de todo.

Y conste que todos los hacemos. Nosotros también. Que algunos intentamos controlarlo, y pensar dos veces, ante una caja registradora, si necesitamos eso. Y a veces la tentación nos puede. Es muy jodido vencerla, hay demasiados mensajes, demasiada presión social… Pero nos gusta saber que al menos, nos lo planteamos, porque pensamos que mucha gente ni lo hace ni lo hará jamás. Y el que se plantea ese tipo de cuestiones, en muchas ocasiones, toma la decisión sostenible, porque al final todos los humanos tenemos sentido común (o eso queremos pensar y en lo que confíamos los autores de este blog).

Cuando consumimos, votamos. Y eso tenemos que tenerlo claro. Si existen estos comercios, es porque estamos votando por ellos. Y todos somos responsables de poner nuestro voto, tantas veces como podamos, en la urna de la sostenibilidad.

Los pequeños gestos de unas vacaciones sostenibles

playaSol, playa, montaña, ¡incluso nieve! Llegan las vacaciones y los angustiados urbanitas hacemos las maletas con ganas locas de pasar unos días alejados del tráfico, las aglomeraciones, el estrés, los nervios… Locos por ir al mar (o lo que queda de él) o a respirar naturaleza (ídem de ídem). O viajar a lugares más o menos exóticos.

Es una auténtica suerte poder hacerlo. Poder irnos [aún] a conectar con nosotros mismos en parajes naturales, sean cuales sean, pero como bien sabemos, ese es un placer que puede ser una utopía en un futuro breve. Porque si los océanos siguen sucumbiendo a la expoliación pesquera, a los plásticos y los vertidos, y si los montes y selvas siguen maltratándose como hasta ahora, en unos años nos iremos de vacaciones a una habitación con gafas de realidad virtual.

Desde S&S queremos dejaros unos humildes consejos para reducir en la medida de lo posible nuestro impacto ecológico en nuestras vacaciones. E incluso, ¿por qué no? revertir nuestro efecto negativo cotidiano como ciudadanos. Que el hecho de que tengamos unos días libres no implica que esos días nos olvidemos de ser conscientes (como siempre, sin agobiarse, claro).

Para empezar… ¿Cómo vas a trasladarte? Estamos de vacaciones, no tenemos prisa, así que ¿por qué no reducimos nuestros trayectos en avión? Si vas a viajar, pues eso, viaja. Descubre Europa trasladándote en tren. Hay páginas que te permiten calcular conexiones entre trenes y la experiencia de descubrimiento de tu viaje empezará mucho antes de llegar al punto de destino. Prueba en páginas como Raileurope.com. En algunos casos ¡hasta te sorprenderá el precio! Y además, puedes vivir la aventura romántica de un viaje nocturno en tren, conocer a gente antes de llegar a tu destino… Y todo eso por unos pocos kilos de CO2.
Si no te es posible desplazarte en tren, porque las distancias o la geografía no te lo permiten, opta por compartir coche, o si viajas en avión, calcula cuál será tu emisión de CO2 y comprométete a compensarla en páginas como Arboliza.es.
Recuerda además que en muchos países, regiones y en muchas ciudades es fácil y cómodo moverse en bicicleta. Aprovecha para hacer un poco de deporte y para no despertarte el último de día de las vacaciones con las lorzas al viento por tanta inactividad.

En cuanto al alojamiento, infórmate sobre las cadenas hoteleras más respetuosas con el medio ambiente. Por ejemplo, dentro de la cadena Accor, los hoteles Novotel suelen utilizar amenities con certificado ecológico, de la misma manera que buena parte de la ropa de cama. También en algunos Paradores las mantelerías son de algodón ecológico. Vale, es poca cosa, pero es un inicio. Recordad que con cada decisión de compra se emite un voto, y que decidáis por una u otra cadena o servicio va a empujar a que amplíen su enfoque de sostenibilidad. Pongo esos dos ejemplos, porque son dos ejemplos que conozco y he comprobado, pero seguro que navegando por internet os encontráis con otras cadenas y establecimientos que también ponen su grano de arena en la sostenibilidad.

Pero si aún queréis dar un paso más, optad por un alojamiento totalmente ecológico. En algunos países como Francia o los países nórdicos son habituales y tienen muy buenos precios. Yo este año me voy a probar uno, ya os contaré que tal a la vuelta.

A la hora de comer, dependiendo de donde vayáis a viajar es posible que no tengáis acceso fácil a productos ecocertificados o biológicos. Ahí, y con todas las precauciones sanitarias cuando sea menester, optad por el producto local. ¿Qué gracia tiene irse a Moscú y comer en un MacDonalds? En 1989 igual sí, pero ¿ahora? Por ejemplo en la capital rusa existen enormes mercados con variedad de productos locales… Viajar es descubrir, así que descubrid también la gastronomía local. No os dejéis llevar por la atractiva oferta de los buffets libres, porque al final no son más que una oda al desperdicio alimentario. Llenáis el plato con los ojos y la mitad se va a la basura. Y lo mismo para las barras libres, como siempre decimos, nuestro cuerpo también forma parte de la naturaleza, así que cuidarlo forma parte de la sostenibilidad.

Mucho ojo con los residuos cuando, por ejemplo, vayamos a la playa y sobre todo, al monte. Porque pueden provocar incendios y porque es un poco tonto que en casa reciclemos y en la playa o la montaña no recojamos nuestra basura o no la seleccionemos. En casi todas partes hay ya opciones para reciclar. Y si no es asi, al menos, no lo dejéis todo hecho una cochiquera.

Otro elemento de mucho peligro en cuanto a sostenibilidad, aunque parezca una tontería, son los souvenirs. Todos nos hemos vuelto locos comprando cachivaches inútiles que una vez en casa nadie va a usar (y a la mayoría les van a horrorizar) y que no hacen más que contribuir a una innecesaria sobreproducción de objetos absolutamente absurdos y francamente innecesarios. Si quieres traerle un recuerdo a tus familiares y amigos, una buena idea es optar por cuestiones gastronómicas, así compartes parte de lo que has vivido con ellos. También puedes comprar en tiendas no de souvenirs, sino de artesanos locales. No pasa nada si no pone Recuerdo de Constantinopla. Por ejemplo, en Montevideo existe un mercado enorme dedicado exclusivamente a la artesanía, y en Valparaíso encontramos un artesano que fabricaba imanes de nevera manualmente con cartones usados. Si has pateado las calles y has vivido la ciudad te encontrarás con miles de cosas mejores que llevar a tus amigos que un llavero y que le van a transmitir mucho más cariño y más detalles de tu experiencia. Y además, van a ser cosas, en muchos casos más «prácticas».

Y si vas a hacer un desplazamiento a un país en vías extranjero, en especial si vas a ir a un país del Sur, recuerda que sus ciudadanos no son monos de feria. Que no te engañen llevándote a ver tribus y mandangadas en las que una pobre gente prácticamente pierde la dignidad para entretenimiento del turista occidental. Sé respetuoso con la gente y con sus costumbres, y no pasa nada si te pierdes no sé qué baile típico… Seguramente, interesándote por cualquier nativo que encuentres y entablando una relación cordial con él vas a conocer mucho mejor su cultura que viendo espectáculos chorras.

A todo esto, dejamos en punto y a parte los cruceros, porque, en general, consideramos que son el ejemplo supremo de turismo poco consciente, poco sostenible y poco respetuoso. Tienen todos los ejes del mal juntos: la comida en sobreabundancia, la bebida a capón, el desinterés total por los lugares y culturas que se visitan, y la emisión de gases y agresión de los océanos más estupendas.

Desde S&S os deseamos la mejor de las conciencias sostenibles a la hora de planificar vuestras vacaciones.

Limpiar tu casa sin ensuciar el medioambiente

angry-mop-1421089-m¿Os habéis planteado alguna vez que cuando limpiamos nuestra casa, ensuciamos todo lo demás? Es decir, ¿qué efectos tienen sobre el planeta productos como el salfumán, la lejía o los productos superdesengrasantes y decapantes?

Generalmente, encontramos en internet información sobre los riesgos para la salud que tienen los productos del hogar, ya que muchos de ellos contienen ingredientes de sospechoso alcance en diversas enfermedades, en especial en el cáncer.

Pero los productos de limpieza también tienen un alto impacto en el medioambiente. Muchos, además de compuestos tóxicos tienen siliconas y compuestos plásticos que no se biodegradan y contribuyen directamente a la contaminación de ríos y mares. Algunos productos son altamente irritantes, y tienen efectos sobre la flora y la fauna, o incluso sobre los propios humanos. Seguro que en alguna ocasión habéis acabado con los ojos irritados o la piel de las manos pelada por culpa de los agentes de los limpiadores (de hecho, algunas marcas incluso alertan de peligro de tocar el producto).

¿Cómo podemos evitar contribuir a la contaminación de las aguas y el aire cuando cuidamos el buen estado de nuestra casa o nuestros objetos?

Existen diversas marcas que están trabajando ya sobre productos con un porcentaje reducido de tensoactivos y que utilizan «viejos conocidos» de la limpieza tradicional como base para sus productos. Es el caso del limpiador de Froggy con base de vinagre, o los limpiacristales basados en alcoholes.

En primer lugar, debemos asegurarnos que el producto que vamos a usar es biodegradable. Cualquier cosa cuya base de fabricación sean sustancias orgánicas y naturales será mucho más fácilmente biodegradable. Pero, obviamente, no todos somos químicos y por tanto, no todos somos capaces de descifrar los ingredientes de un producto de limpieza. Para facilitarnos la faena existen diversos sellos de certificación como el Ecocert (en el caso de la higiene personal y algunos productos de higiene del hogar) el Angel Azul alemán o la Ecolabel europea.

Además de la marca Froggy, disponemos de nuevas marcas que están apostando por el uso de productos biodegradable y de bajo o nulo impacto ecológico como Ecover, Sonett, Ecofrego, Ecotech, Almawinn, Beltrán (BioBel),  Alfapac

Pero además de esta cada vez más amplia gama de productos (en los que nos encontramos con deliciosas fragancias naturales y no olor a pino de plástico), podemos recuperar las tradiciones de limpieza de nuestras madres, como el vinagre para la cal, el bicarbonato para los metales, el talco para las manchas grasas, el jabón de hiel de buey, los jabones naturales de marsella, etc.

Y sobre todo, tener siempre en cuenta que para limpiar con eficacia y sostenibilidad hay que andar con ojo con el consumo de agua y electricidad. Reduce tu programa de la lavadora, lava en frío, cierra el grifo mientras enjabonas platos o ropa y ábrelo solo para aclarar y tiende tu ropa al aire siempre que puedas, ya que las secadores, además de no cuidar demasiado la ropa, consumen una barbaridad de energía.

Tampoco hay que olvidar el tema de los ambientadores. Muchos de ellos son tóxicos, por lo que os recomendamos el uso de aceites de quemar y en el caso de los retretes, ¿por qué no reutilizáis los posos de las infusiones para desodorizar vuestros baños? Una vez tomada la infusión, deja simplemente las hojas y tallos usados en el agua de la taza… Dejarás buen olor y todo lo que echarás con la cadena será perfectísimamente biodegradable.

La belleza debe ser saludable

En un hilo de Facebook las amigas de un contacto comenzaron a preguntar sobre los riesgos de la cosmética tradicional, broken-blush-and-makeup-brush-909988-mespecíficamente relacionados con los disruptores endocrinos que muchos de los cosméticos comerciales normales tienen entre sus ingredientes.
Los disruptores endocrinos son, según la Wikipedia «Un interruptor endocrino, también llamado disruptor endocrino o disruptor hormonal (en inglés son llamados endocrine disruptor o EDC, Endocrine Disrupting Chemicals), es una sustancia química, ajena al cuerpo humano o a la especie animal a la que afecta, capaz de alterar el equilibrio hormonal de los organismos de una especie,1 es decir, de generar la interrupción algunos procesos fisiológicos controlados por hormonas, o de generar una respuesta de mayor o menor intensidad que lo habitual.»

En resumen, son sustancias ajenas a nuestro cuerpo que modifican el funcionamiento de nuestro organismo, y generalmente, no lo modifican en positivo. Y, entonces ¿por qué los incorporan a los cosméticos que se absorben directamente en nuestra piel? Muchos de estos disruptores (y en algunos casos agentes potencialmente cancerígenos) son conservadores, estabilizadores, colorantes, perfumes, que convierten a nuestras cremas, geles o champús, en más atractivos visualmente, o a nivel de textura. Pero, en general, no mejoran sus propiedades cosméticas.

Los dos disruptores más populares en nuestros cosméticos son los parabenos y los ftalatos.  Pero también hay otros elementos que os adjuntamos en este artículo de Ecologistas en Acción, preferimos dejar estas cuestiones más técnicas a expertos.

Nosotros vamos a cuestiones más prácticas. Porque está muy bien saber que esas sustancias existen, pero ¿cómo podemos evitarlas?

Para empezar, nuestro consejo es que abandonéis la cosmética comercial. Así, de cuajo. Olvidaos de las grandes perfumerías porque por más que lo hemos intentado no hemos encontrado productos realmente libres de todas las sustancias con riesgos.  Y ni puñetero caso a ningún slogan estilo «belleza natural», «cosmética natural», etc. Incluso os diremos, no hagáis tampoco mucho mucho caso de frases como «sin parabenos», porque quitarán los parabenos (o no) pero usarán otros elementos de origen dudoso para conservarlos.

De hecho, este fin de semana nos acercamos a unos grandes almacenes, y revisamos la lista de ingredientes (sí, efectivamente, una lista enorme y bastante ininteligible, pero para eso tenemos teléfonos inteligentes que nos permiten consultar dudas). E incluso en las marcas que abanderan a nivel comercial la cosmética «natural», aparecen nuestros amigos Metylparaben, y otros por el estilo.

La mayoría de cosméticos «comerciales» ecológicos están certificados con el sello ECOCERT, y en él no se tiene una amplia exigencia en los ingredientes no vegetales. Hay dos sellos, el de «cosmético ecológico» y el de «cosmético natural»,

  • «Para obtener la etiqueta Cosmética ecológica:logo-cosmetico-ecologico

– Un porcentaje mínimo del 95% de los ingredientes vegetales de la fórmula debe proceder la agricultura ecológica.
– Un porcentaje mínimo del 10% de todos los ingredientes debe proceder de la agricultura ecológica.

  • Para obtener la etiqueta Cosmética natural:logo-cosmetico-natural

– Un porcentaje mínimo del 50% de los ingredientes vegetales de la fórmula debe proceder la agricultura ecológica.
– Un porcentaje mínimo del 5% de todos los ingredientes debe proceder de la agricultura ecológica

Y, técnicamente,

«La utilización de ingredientes procedentes de recursos renovables y transformados por medio de procedimientos respetuosos con el medio ambiente. Por tanto, Ecocert comprueba:

  • La ausencia de transgénicos, parabenos, fenoxietanol, nanopartículas, silicona, PEG, perfumes y colorantes sintéticos, ingredientes de origen animal (excepto productos naturales en sí mismos: leche, miel. etc.).
  • El carácter biodegradable o reciclable de los embalajes.»

No os fiéis de que una marca tenga un producto certificado Ecocert, para pensar que todos sus productos lo tienen. Es el caso de marcas como Kiehl’s, que tiene productos certificados y otros que tienen parabenos y otros ingredientes con riesgos.

Ojo también cuando pidamos consejo a las empleadas de las tiendas que no son especializadas en cosmética ecológica, porque en general hay mucha confusión entre cosmética natural y ecológica, y también porque no todo lo que pone «natural» cumple los requisitos, por ejemplo, de Ecocert para serlo. Natural es una palabra que no está sujeta a día de hoy a ningún control y cualquier empresa va a poder usarla como medio de marketing, sin cumplir ningún requisito específico.

Además del sello Ecocert, que a día de hoy es el más generalizado y el que están logrando algunas marcas de gran cosmética (como UNE, Bourjois en algunos productos, Kiehl’s, L’Occitane y otras) existen otros sellos mucho más específicos y en algunos casos mucho más estricos. Os adjuntamos un artículo de The Ecologist al respecto.

Y ahora, vamos a lo práctico. ¿Dónde encuentro eso? ¿De qué marcas me puedo fiar? ¿Es fácil de encontrar?

Mi experiencia personal con la cosmética ecológica se remonta a ya hace al menos 10 años. Empecé con poquitas cosas, porque no me movía bien por este mundo, y no sabía donde encontrar los productos ni tampoco sabía diferencia entre lo que realmente era ecológico y lo que no.

Probé muchas de las marcas comerciales que se adjudicaban el nombre de naturales o de los que dicen usar todos los productos de origen natural. Pero finalmente comencé a leer los ingredientes, e incluso con mi falta de conocimiento en química, me dí cuenta de que había en la lista cosas que no «debía haber».

A día de hoy utilizo principalmente productos de la marca Logona y Santé, ambas alemanas, y de la española Taller Amapola. De Logona uso las cremas hidratantes, que además de ser muy eficaces, son económicas (100 ml, unos 8 euros). Además, resulta bastante sencillo entender casi toda la lista de ingredientes, lo que, obviamente, es fundamental. También tienen una línea de cosméticos que no está mal.

De Santé, uso sobre todo, la línea de higiene, aunque también la línea de cosméticos. También tienen una línea de maquillaje, aunque, personalmente, me gusta bastante el maquillaje de Benecos, que además está muy bien de precio, tiene una gama cortita pero básica de colores, y hasta ahora, no he tenido queja ni por su duración ni por nada en concreto. Además, disponen de lacas de uñas sin ftalatos, algo complicadillo de encontrar.

Otras marcas que he probado y me han parecido bastante interesantes son Health & Aloe Bio, Natuderm y Pulpe de Vie (la espuma limpiadora de Pulpe de Vie es fantástica).

En una gama más alta, podéis encontrar los productos de Weleda, una marca suiza con larguísima tradición en la cosmética ecológica, y de la que yo uso el desodorante de limón, porque no tiene aluminio ni alumbre ni derivados y, tienen una crema de rosa mosqueta muy eficaz con las cicatrices y las estrías.

Aún en una gama más alta, sobre todo de precio, está la línea de Dr. Hauschka, con una amplisima lista de cremas y tratamientos premium.

Existen pequeñas empresas productoras locales, que suelen vender sus productos en herboristerías y tiendas especializadas, y nunca está de más apostar por estas pequeñas empresas que se animan con un sector tan complicado, aunque, a día de hoy, también tengo que decir que excepto Taller Amapola, no he encontrado ningún producto que me haya ido bien. Pero cada piel es un mundo.

Tampoco debemos olvidar que a la hora de hacer un esfuerzo en reducir nuestro uso de cosméticos. Un limpiador, un tónico, una hidratante, una exfoliante, una mascarilla y quizás un serum, deberían ser suficientes para el cuidado fácil y una base, polvos, eyeliner, lápiz, sombra, colorete y barra de labios suficientes para el maquillaje. Y como ya comentábamos en otro artículo, existen fórmulas sencillas caseras para cuidar de nuestra piel.

Nuestro entorno nos importa una mierda

urban-traffic-577084-mSí, nos hemos dejado llevar y hemos puesto un titular amarillete. A ver si así alguien se da por aludido. Porque lo cierto es que comienza a ser urgente que nos pongamos las pilas si queremos salvar lo que nos queda de planeta y conseguir vivir en una sociedad y un entorno sano y en equilibrio.

Que un sector de la sociedad empiece a interesarse por la consciencia ecológica está muy bien. Pero recordemos que ser más consciente implica mucho más que comprar de vez en cuando en el super ecológico.

Según el último eurobarómetro de la UE, en España solo 1% de la población tiene como primera preocupación el Medio Ambiente, la energía y el cambio climático. Y los que lo tienen en segunda o tercera opción no llenarían el Camp Nou, nos tememos.
Para añadir una cifra, solo el 8% de la población española, según esta encuesta continental, considera que el Cambio Climático es un problema del que preocuparse.

Señores, tenemos un serio problema. Según el Eurobarómetro especial dedicado a la movilidad en las ciudades, solo un 15% de españoles usa el transporte público diariamente, y si nos metemos en el tema bici, solo un 4% de la población lo hace de forma habitual. Y eso que a nosotros nos sobra el sol y el buen clima.

Podemos adherirnos a las cifras, o a la simple experiencia en nuestras grandes ciudades. En lugares como Madrid aún existen muchos edificios cuya calefacción central funciona con carbón (es fácil ver, por Chamberí o Moncloa, camiones descargando en las carboneras de las fincas).  Y, sinceramente, eso es de echarse las manos a la cabeza.  La crisis, además, ha incrementado el uso de braseros, carbón y leña para calentarse en hogares sometidos a la pobreza energética. Es una solución, pero, obviamente, pan para hoy y hambre para mañana, porque el impacto en la contaminación ambiental es enorme.
No hace mucho, Madrid y Barcelona se despertaban con boinas de polución que, en algunos barrios incluso desaconsejaban la práctica del deporte… Y por supuesto, olvidémonos de usar la bici cuando solo vamos a (no) respirar.

Porque, como el entorno nos la trae al pairo, no hay problema en pasarse el día con la calefacción puesta a todo meter. De hecho, seguro que todos habéis escuchado al amigo que se vanagloria de ir por casa en manga corta en pleno mes de enero. Es invierno; ir tapados es lo suyo. No hace falta estar en ambiente tropical todo el año.

Tampoco vemos el problema en usar el coche para absolutamente todo. Por ejemplo, llevar a los niños al cole. Dando buen ejemplo a las nuevas generaciones. Enhorabuena. Somos capaces de meternos en el centro de una ciudad y tirarnos una hora buscando donde aparcar antes que «rebajarnos» a mezclarnos con la plebe en el transporte público. Da que pensar sobre nuestra falta (o nuestro exceso) de escrúpulos.

Tampoco nos duelen prendas, y nunca mejor dicho, a la hora de comprarnos ropa nueva cada dos semanas porque nos hemos cansado de la de la semana anterior. «Es que ya está pasada de moda», diréis. Almas de cántaro: la moda se pasa solo si nosotros queremos que se pase. Si nos dejamos llevar por ese consumismo descontrolado que nos transmiten las grandes cadenas textiles, que nos emiten mensajes en los que nuestra seguridad en nosotros mismos depende de nuestra ropa. O de nuestra tecnología, que también la usamos, tiramos y cambiamos como si fueran pañuelos de papel.
De la misma manera, seamos sensatos y no empujemos a nuestros proveedores de servicios a estar modificando constantemente su material/equipamiento porque nos parece antiguo. Recordad que todo, todo se puede reparar. Y no será el último modelo, pero la cosa es que funcione.

Conste que desde S&S no estamos en contra del consumo, en todo caso sí del consumismo. Consumir con sentido común nos va a permitir crecer a todos, consumir como descosidos no hace más que empobrecer nuestro espíritu, enriquecer a unos pocos y dejar en la miseria a los últimos eslabones de la cadena productiva. Con una economía consciente en la que todos trabajemos para todos, respetando el entorno y produciendo lo necesario, nos ahorraríamos en desperdicios, y os aseguramos, que teniendo lo necesario y colaborando a que todos los tengan, sin generarnos angustia por tener cada día más, se vive mucho más feliz.

Comprar en el super ecológico está muy bien, y es un gran paso. Pero hay miles de pequeños pasos que podemos, y a estas alturas, debemos dar.

  • Apagar un interruptor.
  • Dejar el coche solo para las ocasiones imprescindibles.
  • Reducir la calefacción y tirar de sudadera o jersey.
  • Reducir nuestros desperdicios.
  • Comprar ropa duradera, y solo la que realmente necesitamos para tener un ropero que nos de juego.
  • Comprarla en lugares que nos certifiquen su calidad, y sobre todo, la calidad de vida de todos los que participan en su producción.
  • Generar sinergias en tu entorno, comprando en el comercio local, producto local, participando en iniciativas que ayuden a crecer a tu barrio, denunciando y luchando contra la gentrificación.
  • Apagar los aparatos que no usas cuando te vas a dormir (que levante la mano quien no se deja el wifi encendido toda la noche).
  • Viajar con criterio sin explotar personal o medioambientalmente a las sociedades receptoras…

¡Hay tanto que se puede hacer y tanto que no hacemos porque como somos esos seres superiores del primer mundo, comodones y estupendos no queremos hacer!

A todo esto, y como reflexión final, pero no por ello menos importante, la conciencia medioambiental no es cosa de unos pocos hippies trasnochados. Ni debe ser un patrimonio exclusivo de los movimientos/partidos de izquierdas. En ese sentido nos horrorizó la frase que le dijeron a Carolina Punset en una reunión de Equo, algo así como que «es imposible ser verde y no ser de izquierdas».
Lo que es imposible, señoras y señores, es cuidar el planeta contando con solo unos pocos. Lo que es imposible es salvar lo que nos queda cerrando las puertas a los que «no piensan como nosotros». En esto tenemos que entrar todos. No se trata de ideologías, porque el sentido común no es una ideología. Aquí, o nos arremangamos todos, y en primer lugar aquellos que tienen a su disposición más medios, influencia y contactos o nos vamos todos al hoyo. Cuanto más sectario, excluyente y cerrado sea el movimiento verde, peor. Porque, sinceramente, nosotros en SyS tampoco querríamos ser «amiguitos» de algunas de las personas que se cuelgan la medalla de ser los más ecológicos de nuestro país, pero nos quitamos el sombrero ante lo mucho que hacen y queremos aportar también nosotros, sea cual sea nuestra opción política.

Pero la cosa no está en quien lo hace mejor. La cosa está en hacerlo, y a día de hoy y vistas las pruebas, señoría, insistimos: nuestro entorno nos importa una mierda.