BioEmprendedores III: Eco-logis boïen, vacaciones con conciencia

En el pasado post hablamos de las alternativas turísticas sostenibles que tenemos a nuestro alcance para reducir nuestra huella cuando viajamos o cuando queremos descansar y desconectar
Os comenté que este año íbamos a probar la experiencia de un alojamiento ecoturístico, y como lo prometido es deuda, aquí va la historia de nuestra estancia en el Eco-Logis Boïen de Biganos, en el delta del río Leyre, cerquita de la Bassin d’Arcachon.

IMG_0042Leyre, reservas ornitológicas… Un tesoro ecológico que se ve amenazado porque la zona se ha convertido en uno de los destinos favoritos de los franceses, sobre todo de los parisinos, para pasar sus vacaciones.

En ese entorno arrebatador en el que se mezcla las pequeñas casas de pescadores con las mansiones de famosos de Cap Ferret, la mayor duna de arena de Europa con los pequeños puertos ostrícolas, Jean Marie y Elisabeth decidieron instalar su pequeña casa de huéspedes, «chambres d’hôtes», en francés.

Fabricada en maderaIMG_0034 siguiendo la estructura de las construcciones tradicionales de la zona y con criterios de sostenibilidad y ahorro energético, la casa cuenta con dos habitaciones, con capacidad hasta para seis personas, e incluyen un servicio de desayuno con productos locales y orgánicos, algunos de ellos, procedentes del propio huerto y los frutales que mantienen sus dueños.

Pero quizás la experiencia más «ecológica» de este lugar no está tanto en lo material, como en lo inmaterial. En Jean Marie y Elisabeth que te acogen con una hospitalidad cariñosa y cálida, y que además se desviven no solo porque estés bien, sino por explicarte cada rincón de la Bassin con una pasión que se contagia y que hace que prácticamente seas incapaz de pisar una flor sin sentir que estás acabando con un poquito de una pequeña joya de la naturaleza francesa. Además, disponen y facilitan información sobre las rutas ciclables de la zona (nos dio auténtica envidia cochina poder usar unas rutas así de bien preparadas), sobre la práctica del kayak, sobre excursiones a zonas interesantes de la Bassin como  las Cabanes Tchanquées, la Île des Oiseaux, la reserva ornitológica, o incluso la posibilidad de compartir un día de trabajo y de descubrimiento de la tarea de pescador y ostricultor con uno de los profesionales de la zona.

Esa humanidad, que contrasta con la frialdad con la que estamos acostumbrados a tratar en los hoteles «normales» es el punto fuerte de este alojamiento, también a nivel de sostenibilidad, porque, al final, no tenemos que olvidar que por más que seamos estrictos en cumplir todas «las normas» ecológicas para preservar nuestro entorno, si no lo amamos y sabemos transmitir ese mensaje, de poco va a servir. Y es que parte de ser personas sostenibles es no olvidar que somos humanos y que formamos parte clave de esto que se llama entorno. Si no estamos «dentro» no lo vamos a saber respetar y cuidar como debemos.

Esa es la lección fantástica que aprendimos en Biganos de la mano de Jean Marie y Elisabeth, y de la gente que pasó por esa casa durante la estancia, y la gente que se cruzó en nuestro camino esos días. De los paisajes, de la gastronomía, y del amor por un lugar que merece ser amado por su calma, su belleza y su fundamental importancia como ecosistema húmedo.
Y desgraciadamente, si el deshielo de los polos sigue al ritmo que está previsto, y no hacemos nada para evitarlo, la Bassin d’Arcachon será de las primeras cosas que desaparecerán en la costa francesa.

 

Nuestro entorno nos importa una mierda

urban-traffic-577084-mSí, nos hemos dejado llevar y hemos puesto un titular amarillete. A ver si así alguien se da por aludido. Porque lo cierto es que comienza a ser urgente que nos pongamos las pilas si queremos salvar lo que nos queda de planeta y conseguir vivir en una sociedad y un entorno sano y en equilibrio.

Que un sector de la sociedad empiece a interesarse por la consciencia ecológica está muy bien. Pero recordemos que ser más consciente implica mucho más que comprar de vez en cuando en el super ecológico.

Según el último eurobarómetro de la UE, en España solo 1% de la población tiene como primera preocupación el Medio Ambiente, la energía y el cambio climático. Y los que lo tienen en segunda o tercera opción no llenarían el Camp Nou, nos tememos.
Para añadir una cifra, solo el 8% de la población española, según esta encuesta continental, considera que el Cambio Climático es un problema del que preocuparse.

Señores, tenemos un serio problema. Según el Eurobarómetro especial dedicado a la movilidad en las ciudades, solo un 15% de españoles usa el transporte público diariamente, y si nos metemos en el tema bici, solo un 4% de la población lo hace de forma habitual. Y eso que a nosotros nos sobra el sol y el buen clima.

Podemos adherirnos a las cifras, o a la simple experiencia en nuestras grandes ciudades. En lugares como Madrid aún existen muchos edificios cuya calefacción central funciona con carbón (es fácil ver, por Chamberí o Moncloa, camiones descargando en las carboneras de las fincas).  Y, sinceramente, eso es de echarse las manos a la cabeza.  La crisis, además, ha incrementado el uso de braseros, carbón y leña para calentarse en hogares sometidos a la pobreza energética. Es una solución, pero, obviamente, pan para hoy y hambre para mañana, porque el impacto en la contaminación ambiental es enorme.
No hace mucho, Madrid y Barcelona se despertaban con boinas de polución que, en algunos barrios incluso desaconsejaban la práctica del deporte… Y por supuesto, olvidémonos de usar la bici cuando solo vamos a (no) respirar.

Porque, como el entorno nos la trae al pairo, no hay problema en pasarse el día con la calefacción puesta a todo meter. De hecho, seguro que todos habéis escuchado al amigo que se vanagloria de ir por casa en manga corta en pleno mes de enero. Es invierno; ir tapados es lo suyo. No hace falta estar en ambiente tropical todo el año.

Tampoco vemos el problema en usar el coche para absolutamente todo. Por ejemplo, llevar a los niños al cole. Dando buen ejemplo a las nuevas generaciones. Enhorabuena. Somos capaces de meternos en el centro de una ciudad y tirarnos una hora buscando donde aparcar antes que «rebajarnos» a mezclarnos con la plebe en el transporte público. Da que pensar sobre nuestra falta (o nuestro exceso) de escrúpulos.

Tampoco nos duelen prendas, y nunca mejor dicho, a la hora de comprarnos ropa nueva cada dos semanas porque nos hemos cansado de la de la semana anterior. «Es que ya está pasada de moda», diréis. Almas de cántaro: la moda se pasa solo si nosotros queremos que se pase. Si nos dejamos llevar por ese consumismo descontrolado que nos transmiten las grandes cadenas textiles, que nos emiten mensajes en los que nuestra seguridad en nosotros mismos depende de nuestra ropa. O de nuestra tecnología, que también la usamos, tiramos y cambiamos como si fueran pañuelos de papel.
De la misma manera, seamos sensatos y no empujemos a nuestros proveedores de servicios a estar modificando constantemente su material/equipamiento porque nos parece antiguo. Recordad que todo, todo se puede reparar. Y no será el último modelo, pero la cosa es que funcione.

Conste que desde S&S no estamos en contra del consumo, en todo caso sí del consumismo. Consumir con sentido común nos va a permitir crecer a todos, consumir como descosidos no hace más que empobrecer nuestro espíritu, enriquecer a unos pocos y dejar en la miseria a los últimos eslabones de la cadena productiva. Con una economía consciente en la que todos trabajemos para todos, respetando el entorno y produciendo lo necesario, nos ahorraríamos en desperdicios, y os aseguramos, que teniendo lo necesario y colaborando a que todos los tengan, sin generarnos angustia por tener cada día más, se vive mucho más feliz.

Comprar en el super ecológico está muy bien, y es un gran paso. Pero hay miles de pequeños pasos que podemos, y a estas alturas, debemos dar.

  • Apagar un interruptor.
  • Dejar el coche solo para las ocasiones imprescindibles.
  • Reducir la calefacción y tirar de sudadera o jersey.
  • Reducir nuestros desperdicios.
  • Comprar ropa duradera, y solo la que realmente necesitamos para tener un ropero que nos de juego.
  • Comprarla en lugares que nos certifiquen su calidad, y sobre todo, la calidad de vida de todos los que participan en su producción.
  • Generar sinergias en tu entorno, comprando en el comercio local, producto local, participando en iniciativas que ayuden a crecer a tu barrio, denunciando y luchando contra la gentrificación.
  • Apagar los aparatos que no usas cuando te vas a dormir (que levante la mano quien no se deja el wifi encendido toda la noche).
  • Viajar con criterio sin explotar personal o medioambientalmente a las sociedades receptoras…

¡Hay tanto que se puede hacer y tanto que no hacemos porque como somos esos seres superiores del primer mundo, comodones y estupendos no queremos hacer!

A todo esto, y como reflexión final, pero no por ello menos importante, la conciencia medioambiental no es cosa de unos pocos hippies trasnochados. Ni debe ser un patrimonio exclusivo de los movimientos/partidos de izquierdas. En ese sentido nos horrorizó la frase que le dijeron a Carolina Punset en una reunión de Equo, algo así como que «es imposible ser verde y no ser de izquierdas».
Lo que es imposible, señoras y señores, es cuidar el planeta contando con solo unos pocos. Lo que es imposible es salvar lo que nos queda cerrando las puertas a los que «no piensan como nosotros». En esto tenemos que entrar todos. No se trata de ideologías, porque el sentido común no es una ideología. Aquí, o nos arremangamos todos, y en primer lugar aquellos que tienen a su disposición más medios, influencia y contactos o nos vamos todos al hoyo. Cuanto más sectario, excluyente y cerrado sea el movimiento verde, peor. Porque, sinceramente, nosotros en SyS tampoco querríamos ser «amiguitos» de algunas de las personas que se cuelgan la medalla de ser los más ecológicos de nuestro país, pero nos quitamos el sombrero ante lo mucho que hacen y queremos aportar también nosotros, sea cual sea nuestra opción política.

Pero la cosa no está en quien lo hace mejor. La cosa está en hacerlo, y a día de hoy y vistas las pruebas, señoría, insistimos: nuestro entorno nos importa una mierda.

Unas Navidades sostenibles

Quien más y quien menos siente que la Navidad ha perdido buena dinner-1144569-mparte de su sentido, ahogada por el consumismo desmedido y por la ingesta descontrolada de comida y bebida bajo la premisa de que en Navidad «hay que pasárselo bien».

Pero estas fechas, cuyo mensaje principal debería ser el amor más que el uso desmesurado de recursos, pueden vivirse de otra manera. Y no estamos hablando de religiosidad o moral, sino, sobre todo, de conciencia. En SyS os proponemos una serie de tips para que celebréis la Navidad de otra manera, y para que esa nueva forma de abordar la vida no se quede solo en un buen propósito de Navidad, sino que vaya calando en nuestro día a día.

Las comidas navideñas

¿Realmente es necesario comprar un bogavante, llenar la nevera de aperitivos preparados, inflarse a polvorones y turrones? No decimos que no disfrutemos de los dulces y platos típicos navideños, pero podemos mejorar nuestra salud y respetar el medio ambiente si tenemos en cuenta unas pocas reglas. Para ello, nos ayudará mucho el proyecto de WWF «Live well for LIFE», una iniciativa en la que especialistas médicos en nutrición y especialistas en sostenibilidad han diseñado una serie de consejos que nos permitirán llevar una vida más saludable a la vez que cuidamos nuestro planeta. Los principios Livewell son los siguientes:

  • Come más vegetales – disfruta de la fruta y las verduras.
  • Come diverso – alégrate la vista con un plato variado y colorido.
  • Aprovecha mejor la comida – un tercio de la comida que se produce en el mundo acaba en la basura.
  • Come menos carne – prueba otras fuentes de proteínas. Además, la carne puede ser un complemento al plato en vez del ingrediente principal.
  • Come menos alimentos procesados – suelen consumir más recursos para su producción y contener niveles altos de azúcar, grasas y sal.
  • Compra alimentos certificados – como el MSC para el pescado, los procedentes de agricultura ecológica o la ganadería extensiva.

Efectivamente, nada que no se haya dicho ya en muchas ocasiones, en este blog y en muchos más sitios, pero los responsables de esta campaña aseguran que si esta dieta se extendiera entre los españoles, se reduciría en un 25% nuestra huella ecológica. Y por supuesto, mejorarían nuestras cifras de colesterol, obesidad, problemas cardiovasculares, etc.

En Navidad, sustituye los entremeses de fiambres por crudités con alguna salsa divertida, ensaladas, o verduras asadas. Si sois de pescado, ¿qué tal una buena lubina al horno en lugar de marisco llegado desde el cono Sur? Además, si el marisco no se consume tiene poco aprovechamiento en cambio, lo que sobra de pescado puede convertirse en ricas croquetas, canelones de pescado o un chupe chileno. Los responsables del proyecto Livewell también nos ofrecen una alternativa de menú navideño delicioso y sostenible.

Los regalos de Navidad

A nadie se le ocurre pasar por estas fechas sin comprar regalos. Aunque es perfectamente posible, y aunque tenemos todo el año para demostrar nuestro amor a los demás de manera material, si llega el punto en que tenemos que adquirir regalos, también podemos hacerlo desde un punto de vista sostenible.

Un buen ejemplo es regalar cosas «no materiales», por ejemplo, regalar un curso o un taller, una cata de vinos, una jornada en un spa, compensar parte de su huella de carbono aportando una cantidad para la plantación de árboles… Es una manera de hacer un regalo que no implique un objeto que haya tenido que ser producido únicamente para este fin. Huyamos de los «pongos» de toda la vida. A nadie le gustan ni las figuritas, ni los ganchitos, ni los marcos de fotos, ni los objetos graciosos (que tienen gracia dos minutos)  y todos, indefectiblemente, acaban en la basura o arrinconados por ahí, o sea, convertidos en residuos.

Si no hay maś remedio que comprar algo «material», opta por algo práctico y prioriza los objetos de comercio justo y certificados (maderas FSC, plásticos libres de BPA y reciclados…) Visita los anticuarios y chamarileros (o los mercadillos estilo Rastro o Encants), donde podrás encontrar cosas bonitas que merecen una segunda oportunidad, de manera que contribuyas a la reducción de la sobreproducción de bienes.
También puedes regalar comida. Además, es una excelente manera de invitar a tus amigos a descubrir la comida sana y la ecológica. Un simple cesto con algo de fruta de cultivos responsables, una buena botella de vino, una selección de dulces artesanales… Lo ideal, además, sería que lo compraras en tu barrio, donde seguro que tienes una buena oferta de comercios que te pueden ayudar y aconsejar. Así ahorras en gasolina, y seguramente en la angustia de caminar por las calles del centro en Navidad.

Y  a los amigos que quieran regalarte algo, no tengas problema en decirles qué quieres. Si no lo haces, corres el riesgo de que te regalen un residuo potencial, así que…

El espíritu navideño

¿Existe? Creemos que en su momento quizás existió pero ahora no es más que una especie de alucinación que dura justo los días de las fiestas y que se interpreta como una necesidad imperiosa de ser buenos, aunque luego seamos lo peorcito. Este año ¿por qué no te lo tomas en serio? Que la Navidad sea solo el pistoletazo de salida para un año en el que el hacer algo por los demás y por tu entorno forme parte fija de tu agenda semanal.  Busca un voluntariado que te motive, selecciona una organización a la que ayuda, no solo económicamente, descubre qué iniciativas hay en tu barrio a las que podrías echar una mano. Te sorprenderá lo fácil y motivamente que es dejar de mirarse el ombligo un rato.

El buen propósito de año nuevo

Dejar de fumar o de beber, ir al gimnasio, comer menos… La mayoría de propósitos de año nuevo están pensandos hacia dentro, hacia nosotros, y en la mayoría de ocasiones lo hacemos un ratito y con poco convencimiento. La fuerza de voluntad es un bien escaso. Este año, propongámonos algo hacia fuera. Algo que contribuya no solo a nuestro bienestar si no al de todos. Propongámonos consumir menos, reducir nuestros residuos, reciclar mejor, comprar menos alimentos preparados, buscar una actividad de conservación natural que nos mole, reducir el gasto de papel de nuestra vida, dejar el coche más a menudo en el garaje, relacionarme más con mis amigos/vecinos/ciudad, participar en actividades comunitarias de cuidado del entorno, reducir mi consumo energético, comprar menos ropa y zapatos e intentar sustituir la compra por la reuitlización, o los productos sostenibles, comer más verduras, comer menos carne, usar más el transporte público, caminar más,… Hay cientos de buenos propósitos sencillos que nos permitirán comenzar el año con una misión que, al final de estos 365 días de 2015 nos harán dar cuenta de que ser  más austeros bien vale la pena.

BioEmprendedores II: La Troje, recuperando semillas y biodiversidad

Hace unas semanas tuvimos la ocasión de colaborar con el blog tomatos-1-427008-mCocinatis.com con un artículo sobre las variedades hortofrutícolas que se están recuperando gracias a la agricultura ecológica. Para realizarlo, hablamos con la gente de La Troje que nos dieron una interesante visión sobre su trabajo. Como no tuvimos espacio para que pudieran explicarlo todo, aprovechamos el blog para reproducir la entrevista completa y acercaros este interesante proyecto.

¿En qué consiste vuestro proyecto?

La Troje es una Asociación creada para la recuperación de variedades locales de hortícolas y frutales de la Sierra Norte madrileña. Las variedades locales o tradicionales son aquellas que han sido seleccionadas a lo largo de los siglos por generaciones de campesinos, que las han ido adaptando a las condiciones cambiantes de  sus zonas de cultivo desde que empezó la domesticación de las plantas, allá por el neolítico.

La riqueza genética y cultural que nos aportan éstas variedades es incuestionable, siendo la biodiversidad de los cultivos una de las premisas básicas para un manejo ecológico de los huertos.  Por ésto, y ante la creciente pérdida de diversidad agrícola a escala mundial, decidimos dedicarnos a buscar y recuperar aquellas semillas de variedades tradicionales que aún se conservaran en la zona donde vivimos, la Sierra Norte de Madrid.

A lo largo de los 12 años que llevamos en ésta tarea, el proyecto ha ido evolucionando desde éste objetivo concreto, ampliando sus expectativas y adoptando los principios de la agroecología, llegando a constituir una forma de entender y estar en el medio rural en el que se contempla la integración de lo social, ecológico y económico para un modelo de vida sostenible y justo.

 

¿Qué variedades o especies tradicionales que estaban desapareciendo de la comercialización habitual habéis podido recuperar?

Tradicionalmente los cultivos en ésta zona se han dado en pequeños huertos  para el autoabastecimiento de las familias y su ganado, ya que la Sierra norte tiene vocación ganadera más que agrícola por sus características de suelos más bien pobres y clima frío gran parte del año (de ahí su denominación un tanto despectiva de “ la sierra pobre”). Unicamente se llegaron  a comercializar judías y fruta (manzanas principalmente) a pequeña escala, cultivos mejor adaptados a la montaña y que eran demandados incluso desde la ciudad de Madrid. Es por esto que éstas variedades se han conservado mejor, y  hemos podido recuperar 21 tipos de judías tradicionales y 73 de frutales, entre manzanos, perales, cerezos y ciruelos.

Del resto de cultivos hay menos diversidad, pero no por ello son menos importantes, ya que son variedades muy adaptadas a las condiciones particulares de la Sierra, tanto al medio físico como a los gustos y las “formas de hacer” que constituyen la cultura de los pueblos. Así, hemos conseguido recuperar unas 28 variedades de hortalizas entre tomates, lechugas, pimientos, calabacines, pepinos, etc.

 

¿Cómo es el proceso para recuperar una variedad?¿De dónde salen las semillas, qué procesos se siguen?

Al hablar de variedades hortícolas estamos hablando de material vivo. Las semillas de las plantas de huerta son capaces de aguantar almacenadas un cierto número de años (de 2 a 10, según la especie), pero van perdiendo su viabilidad y finalmente mueren. De ahí la importancia de resembrar y cultivar éstas variedades a lo largo de los años para que se mantengan.

En la Sierra Norte, como en muchas tras zonas rurales, se estaban dejando de cultivar variedades tradicionales, tanto por el abandono de los huertos como por la tendencia muy fuerte a cultivar variedades comerciales (las semillas “de sobre”).  Las semillas de las variedades antiguas quedaban guardadas en botes olvidados, perdiéndose poco a poco.

Ante la urgencia de la situación, el primer paso es encontrar ésas semillas que se están dejando de cultivar. En La Troje empezamos un proceso de prospección que nos llevó cerca de 7 años, y con el que seguimos aun ahora . Esto se hace visitando a los y las hortelanas de los pueblos, principalmente personas mayores que han sido los verdaderos guardianes de estás variedades, y que las han mantenido con su cultivo, uso y conocimiento cultural asociado. Ellos y ellas son los que voluntariamente nos han dado semillas y transmitido la información asociada a cada variedad que cultivan.

A partir de ésta prospección se crea un banco de semillas, que ha de mantenerse vivo a base de reproducir las semillas cuando lo necesiten para que no pierdan su viabilidad. En realidad, la única forma de mantener las variedades locales vivas es que se las valore por todas sus ventajas tanto a nivel de agricultor como de consumidor y que se utilicen, se cultiven y se consuman.

 

¿Qué recepción tienen estos productos en el mercado? ¿Y a nivel gastronómico?

Ultimamente estamos observando una tendencia a encontrar en el mercado diferentes variedades de cada verdura, lo que nos indica que el consumidor está valorando positivamente el acceso a  diferentes formas, sabores, texturas y colores en los productos que usa. Aunque hay que recordar que las cualidades organolépticas, e incluso nutricionales, de las verduras tienen mucho que ver con la forma en que se cultivan: no es lo mismo un cultivo en ecológico respetando los tiempos de desarrollo de cada hortaliza que un cultivo industrial a base de fertilizantes minerales, normalmente  forzados por diferentes métodos.

Las variedades tradicionales están muy asociadas a una forma de cultivo no intensivo, donde se mira no sólo la producción de kilos de fruto a corto plazo, sino otros valores que lo hacen rentable, tales como la comentada calidad organoléptica y nutricional del producto, o  la rusticidad y adaptación al terreno que hacen que éstas plantas sean menos sensibles a enfermedades y por tanto menos necesitadas de tratamientos fitosanitarios. El consumidor debería conocer tanto la calidad de los alimentos que adquiere como las implicaciones de la forma de producirlos para hacerse una idea del valor real del producto.

Actualmente hay algunas iniciativas de comercialización de variedades tradicionales que están dando resultados muy aceptables. En la C.A.M. Puede servir de ejemplo la puesta en el mercado  del tomate gordo de Patones, el sonrosado de Robledillo o el judión de Montejo. Además, varios cocineros profesionales se han puesto en contacto con nuestra Asociación manifestando gran interés por conocer las diferentes variedades de hortalizas, de cara a investigar en las posibilidades culinarias que brindan.

 

¿Qué obstáculos os encontráis a la hora de recuperar estas variedades?

En un modelo campesino de gestión de la biodiversidad agrícola, la responsabilidad del mantenimiento de las variedades se reparte entre muchas personas: todas cultivan y todas guardan semilla de una u otra variedad, si a tí se te dá mal un año tu vecino puede darte semillas para el año siguiente. Además, cuando hay muchas plantas de una misma variedad y mucho intercambio de semillas de las mismas, no hay problemas de pérdida de variabilidad genética que puede llevar a la degeneración de la variedad.

En éstos tiempos, ya no queda casi nadie cultivando éstas variedades. Entre las pocas personas que llevamos la parte productiva de la Asociación,  tenemos que trabajar con un número significativo de variedades diferentes, hay que impedir que se hibriden unas con otras, y sembrar cada año la cantidad de plantas necesaria para mantener una adecuada variabilidad genética, y eso se hace aveces un poco complicado.

Aunque poco a poco hay mas agricultores que descubren las bondades de las variedades que estamos manteniendo y se van animando a cultivarlas, con lo que tenemos la tranquilidad de nos ser los únicos garantes de su continuidad.

 

¿Está nuestro paladar mal acostumbrado a las variedades comerciales y no apreciamos otras?

A la hora de elegir un producto, creemos que el consumidor convencional se guía más por el aspecto y el precio de los alimentos que por cualquier otra característica. Abriendo un poco nuestras expectativas, es fácil llegar a valorar otras variedades, cultivadas además según métodos más respetuosos social y ambientalmente.

La gente que prueba, por ejemplo, los tomates de la huerta suele comentar: “¡éstos si que saben a tomate, y no los de las tiendas!”. Desde La Troje, organizamos catas de tomate todos los años para que la gente pueda comprobar que no sólo hay un tipo de sabor a tomate, sino que existe un mundo de diferentes posibilidades: según la variedad los encontramos más o menos jugosos, carnosos, dulces, ácidos,…Las personas participantes suelen quedarse gratamente sorprendidas.

 

¿Qué papel han tenido las técnicas de cultivo ecológico y la sabiduría popular a la hora de poder recuperar estas variedades?

Como hemos comentado antes, las variedades tradicionales son un legado de nuestros mayores, que las han mantenido hasta nuestros días. No habría sido posible recuperarlas sin ellos y sus conocimientos, sin su saber trabajar y adaptarse a las particularidades de su ambiente.

Nuestro reto principal es tomar el relevo en el mantenimiento de ésta herencia, en la que los campesinos de todos los tiempos han ido creando, modificando y seleccionando cultivos, en un proceso coevolución contínua  cuyo resultado es la enorme diversidad agrícola que ha llegado a nuestros días.

Estos se traduce, en lo concreto,  en que cuando nos entregan un puñado de semilla de una variedad desconocida para nosotros, hemos de recoger toda ésa información asociada a cada variedad que tiene que ver con sus formas de cultivo y de uso. Incluye conocimientos del tipo cómo es el tamaño, forma y color del fruto, si es precoz o tardío, si necesita tutores o no, si se siembra en primavera o en verano, si necesita más o menos agua, el momento de recolección (verde o seca  en judías, verde o rojo en pimientos), si hay alguna receta tradicional elaborada con ésa variedad en concreto, si se conserva para el invierno de alguna manera,…

En nuestros huertos, aprovechamos éstos manejos y saberes tradicionales locales, y los integramos con técnicas de agricultura ecológica, de forma que los años de experiencia agrícola en la zona nos permiten mantener una buena salud en nuestros cultivos y aprovechar al máximo la potencialidad de cada variedad.

 

¿A qué tipo de clientes surtís y cual es su feedback?

La Troje está integrada por productores y por consumidores, de forma que se cubren las necesidades de unos y de otros. Las personas que tienen acceso a lo que producimos forman parte de la Asociación con la figura de Socio Colaborador, por lo tanto no son clientes. Hay una relación muy directa con ellos y ellas, reciben información puntual sobre los productos disponibles y las actividades de la Asociación (charlas, catas, seminarios, cursos, etc) y recogemos sus opiniones en un contexto de evaluación continua de las variedades y de nuestros métodos de producción, ¡siempre hay que aprender y mejorar!

 

La sostenibilidad, el pequeño gran olvido de los grandes eventos

Hace unos días tuve la oportunidad de partbaseball-park-fans-1033829-micipar, desde dentro,  en un gran evento deportivo que se llevó a cabo en diversas sedes de todo el territorio español. Y si una cosa me llamó la atención es el poco enfoque sostenible que se da en este tipo de grandes celebraciones en las que, quitémonos las caretas, tras una excusa deportiva se buscan objetivos básicamente comerciales.

Partamos de esa premisa, totalmente respetable, a la hora de analizar la falta de interés en la sostenibilidad de los grandes eventos (deportivos, comerciales, nacionales, etc.) ¿Por qué reducir residuos, evitar la sobre producción, usar materiales reciclables, etc., no es aún un pilar básico a la hora de diseñar la celebración? ¿En serio que no sobre producir o no derrochar comida pueden generar un impacto negativo comercialmente hablando?

Ni los festivales de rock, ni las bodas reales, ni las celebraciones nacionales y ni siquiera los Juegos Olímpicos de Sydney, que en su momento fueron considerados unos juegos «verdes» por el enfoque que se hizo de la organización, se escaparon de cometer atropellos medioambientales y sociales. Y se siguen repitiendo a día de hoy, llevados por una especie de «obligaciones» impuestas por años de una tradición de celebración de eventos marcados por el dispendio, y dicho de forma coloquial, el marcar paquete.

Desde S&S proponemos unas cuantas medidas sencillas que permitirían reducir considerablemente la huella de los grandes eventos, pero que, sobre todo, emitirían un mensaje a la sociedad a través de algunas de las manifestaciones sociales más atractivas para los ciudadanos. Pero ante todo, y antes que tomar medidas «estéticas» como pueden llegar a ser las que proponemos, lo fundamental es partir de un enfoque del evento que tenga como objetivo estratégico el causar el menor impacto social y medioambiental.

  • Coches oficiales eléctricos o híbridos, y recálculo de la cantidad de vehículos necesarios basándose en las premisas del carsharing.
  • Transporte de atletas en autobuses GNC, o en autobuses urbanos de hidrógeno.
  • Construcción y uso de instalaciones polivalentes, realizadas con criterios de sostenibilidad y ahorro energético, que puedan reutilizarse y no quedarse como feos mamotretos fantasma en las ciudades.
  • Reutilización de instalaciones ya existentes.
  • Reducción drástica de la producción de material de merchandising oficial, enfoque del mismo a la utilidad (que permita su uso y reutilización posterior) y que esté fabricado en empresas que garanticen las condiciones laborales de los trabajadores. Donación de los sobrantes a entidades que puedan sacarles provecho lúdico o didáctico.
  • Reducción drástica de material publicitario, y en todo caso, selección de formatos que permitan ser reutilizados/donados durante y tras el evento.
  • Uniformes y otras equipaciones realizados en tejidos sostenibles (lyocell, modal, polyester reciclado, algodón orgánico, etc.) y diseñados de manera que puedan ser reutilizados  tras el evento.
  • Caterings sin envases ni envoltorios, cocinados con productos ecológicos y Km. 0.
  • Supresión de buffets libres y bebidas y snacks de cortesía que solo conducen a un consumo irresponsable y compulsivo bajo la premisa de que es gratis.
  • Uso de vasos y recipientes reutilizables en los servicios de hostelería vinculados al público del evento.
  • Reutilización de toallas, sábanas y otros enseres y garantía de fabricación sostenible de los mismos.
  • Reciclaje de residuos tanto de los generados por el público como por la misma organización. Exposición pública del reciclaje y los resultados de reutilización.
  • Instalación de LED en todas aquellos elementos que lo permitan, apagado generalizado de luces en horas sin evento y rechazo frontal a elementos decorativos luminosos.
  • Reducción drástica del volumen de música, megafonía, etc.
  • Reducción drástica del uso de papel. Uso  exclusivo y controlado de papel y material reciclado y madera FSC en construcciones, material de oficina, papel higiénico…
  • Sustitución de los productos de limpieza químicos por otros biodegradables con tensioactivos reducidos.
  • Reducción drástica de uso de plásticos y recuperación de elementos.
  • Reutilización de materiales de otros eventos (por ejemplo, las banderas, el material deportivo de uso competitivo, etc.).
  • Evitar la movilización de público y organización a parajes naturales de equilibrio delicado, y asegurarse que sea donde sea que se celebre el evento, como dirían los Boy Scouts, «el lugar quede mejor de como lo encontramos».
  • Emisión de mensajes de concienciación al público en cuestiones como reducción de gasto energético,  reciclaje, etc.
  • Reducción de consumos de agua y electricidad, así como supresión del uso de climatización con amplia emisión de gases.
  • Contrataciones laborales justas en toda la cadena productiva y organizativa del evento, y gestión de voluntariado responsable.
  • Consulta ciudadana sobre la idoneidad de realizar el evento (si se trata de un evento que modifique la cotidianeidad) y recogida de ideas y soluciones.
  • Colaboración con los agentes sociales y las asociaciones locales para implicar a la ciudad y ampliar el eco y participación del evento.
  • Cálculo de la huella de carbono del evento y compensación inmediata en la(s) localidad(es) en las que se realice.
  • Emisión de una Memoria de Sostenibilidad transparente del evento con pautas de mejora para futuras ediciones.

Seguramente todas estas medidas encarecerán el evento, porque muchas de ellas implican un mayor desembolso, pero una vez más, si tenemos la sostenibilidad como eje organizativo de nuestro evento comprobaremos que no resulta difícil reequilibrar el presupuesto si, a cambio de mejorar nuestro desempeño en sostenibilidad, reducimos las ingentes cantidades de dinero que se gastan en cuestiones puramente estéticas y que no son más que rémoras que arrastramos de las costumbres establecidas sobre organización de eventos. Y si no preguntémonos… ¿quién a día de hoy quiere una pegatina de un evento o marca? ¿Quien se lee un flyer? ¿Quien se pone de forma habitual en casa o en la calle una camiseta publicitaria?

 

PD de la autora: Todas estas medidas que hemos comentado para grandes eventos pueden (y deberían) aplicarse a cualquier evento de cualquier tamaño, desde una celebración empresarial, hasta un bautizo o una boda. Fijaos bien en la cantidad de comida que desperdiciamos en nuestras celebraciones familiares o el mal uso del papel y los regalitos «de recuerdo» que hacemos y nos daremos cuenta de cómo nosotros también estamos contribuyendo a mantener unas costumbres sin sentido que nos conducen a un comportamiento irresponsable en cuanto a sostenibilidad.