No queremos engañar a nadie. Este blog versa básicamente sobre las ventajas y las bondades de consumir responsablemente, o lo que es lo mismo, consumir productos procedentes de la agricultura orgánica, de empresas que correspondan a sus trabajadores con sueldos y condiciones laborales justas y de adquirir productos primordialmente locales (los llamados kilómetro cero).
Pero está claro que no todo el mundo está de acuerdo con estas premisas, y que estos posts tampoco pretenden vender motos sin ruedas. En SentidoySostenibilidad tenemos la convicción de que optar por este modo de consumo será, probablemente a largo plazo, pero viendo como van las cosas, igual no tan largo, un eje de la recuperación del impacto del hombre sobre el planeta, y por tanto, un camino para devolverle a la Tierra todo lo que le estamos expoliando a día de hoy.
Sin embargo, tampoco somos el Oráculo de Delfos, y por supuesto, por más que seamos militantes de esto, no queremos obligar a nadie a hacer nada. Ni poseemos la verdad absoluta. Solo queremos daros datos, que seáis vosotros los que toméis la decisión. Por eso en este post vamos a repasar las posiciones encontradas respecto del consumo responsable vs. el consumo convencional. Y pedimos disculpas por adelantado, porque se nos va ver el plumero.
Comencemos por el tema que más clientes ha atraído al consumo responsable, la salud. ¿Realmente los productos ecológicos son más saludables?
La respuesta es no. Bueno, no pero. Veamos: como bien indicó un estudio de la Universidad de Stanford, los productos ecológicos no tienen mayor aporte de nutrientes, y por lo tanto, no son superiores nutricionalmente a los convencionales. En muchos casos, incluso tienen más grasas, ya que para formular algunas recetas (como por ejemplo, galletas y bollería), al renunciar a algunos productos sintéticos, como los espesantes, se requiere de un mayor uso de grasas animales y/o vegetales para obtener un sabor y un aspecto «comercial» (otra discusión sería de qué manera ha llegado nuestro paladar a despreciar algunos sabores y nuestro ojo a menospreciar algunos aspectos). Cualquiera que se moleste en leer la etiqueta del producto observará su ficha y verá que, efectivamente, no son light (como algunos piensan) ni tienen aportes suplementarios de nada.
El pero que queremos añadir desde SyS es que si bien su aporte nutricional no mejora respecto de los productos convencionales, sí que mejoran nuestra nutrición debido a su falta de aporte químico. O lo que es lo mismo, los productos procedentes de la agricultura orgánica no incluyen pesticidas sintéticos, abonos químicos y otros productos que, aunque de forma individual estén dentro de los límites permitidos por la ley, aún sabemos muy poco de los efectos que tendrán con la acumulación de estas pequeñas cantidades [dentro del límite legal] en nuestro organismo. Es verdad que estos productos químicos no están pensados para ser el mal (como podemos ver en el blog de Jose Miguel Mulet, un químico que asegura que este tipo de producción no tiene ningún beneficio y es solamente una estafa), ya que si se emplean es para garantizar cuestiones sanitarias, pero, insistimos, no sabemos qué sucederá en unos años, cuando nuestro depósito físico haya acumulado cantidades respetables de esos productos. Y tampoco sabemos qué efectos tendrá a largo plazo el uso de esos productos en la tierra, si reducirá su fertilidad, si modificará procesos agrícolas, etc. Algo parecido podemos decir sobre cuestiones como los transgénicos, de los que a día de hoy no tenemos pruebas irrefutables del riesgo que pudieran suponer, pero de los que no sabemos qué pueden provocar a largo plazo, tanto en nosotros, como en los propios vegetales y en los terrenos.
Con todo y con esto, en una reciente encuesta realizada sobre la población francesa -una de las sociedades más avanzadas en el consumo bio- el 61% compra estos productos por comprender que son más saludables.
La motivación principal que nos conduce a consumir responsablemente en SyS es el respeto del medio ambiente, es decir, la no sobreexplotación de los recursos, la reducción de emisiones de CO2, el mantenimiento de la biodiversidad, etc. Los detractores del consumo biólogico, y aquellos que lo consideran solamente una moda para pijos, como el chef Marco Pierre White, que fue responsable de alguno de los restaurantes de Michael Caine, se preguntan si la producción ecológica sería capaz de alimentar a un mundo superpoblado y si sería capaz de hacerlo a un precio al que cualquier bolsillo pudiera llegar.
La primera pregunta que consideramos en SyS que se debería hacer es ¿hace falta realmente producir más comida? Con un reparto equilibrado, con lo que se produce a día de hoy, e incluso con menos ¿no podría sostenerse la nutrición mundial? Vivimos en un planeta con un Norte obeso y un Sur desnutrido.
Tenemos enormes latifundios dedicados a un único producto que se usa, y permitidnos el exceso, para el engorde masivo de una sociedad del Primer Mundo pagada de sí misma y en la que la abundancia de comida es algo así como un sinónimo de éxito. Menos el sr. Burns, pocos ricos no han sido caricaturizados como personajes orondos.
Si las grandes plantaciones de cacao de Costa de Marfil, se redujeran y se pudiera dedicar una parte de ese terreno para el cultivo de otros productos necesarios para la alimentación de ese país, ¿no mejoraría su nutrición?¿No se garantizaría la biodiversidad? Costa de Marfil es un país unos 100.000 km2 más pequeño que España y produce del 38% del cacao que se comercializa en el mundo. Por supuesto, el hecho de ser uno de los mayores productores de café y cacao del mundo no lo convierte en un país rico. Las grandes empresas que compran el producto para el engorde del norte no respetan al agricultor y este, agobiado por la subsistencia, poco puede hacer para frenar la corrupción de sus órganos de gobierno que permiten y animan estas prácticas latifundistas de los países del Norte, ya que les reporta pingües beneficios.
La producción de cultivos únicos hace que desaparezcan especies, como recordábamos en un post anterior, también a cuenta del cacao, y que desaparezcan grandes zonas boscosas, en búsqueda del beneficio exportador de una serie de productos que se han convertido en bienes irrenunciables en los países desarrollados. De ahí, Brasil vive en parte de la deforestación del Amazonas para la creación de nuevas plantaciones de caña de azúcar, y de esta manera, que el país mantenga su liderato de la producción mundial (34% del total). Ese azúcar es el que luego usaremos en los países desarrollados para hacer todo tipo de productos que atentarán directamente contra nuestra salud (diabetes, accidentes cardiovasculares, obesidad…).
Si parte de ese territorio de la gran producción agrícola industrial se dedicara al cultivo de variedades para el consumo local en los respectivos países, ¿no habría un mayor reparto de los alimentos alrededor del mundo? Si los avances en ciencias agrarias se enfocaran en la mejora de las variedades para que se pudieran cultivar en zonas de diverso tipo de terreno/clima ¿no permitiría que muchos países pudieran generar un abanico mayor de cultivos que solucionara la nutrición interna? Y esos cultivos que ya no requerirían tener techos altísimos de producción para ser competitivos ¿no se podrían gestionar con métodos sostenibles y ecológicos?
Creemos que sí, y creemos que el argumento del precio, que es a donde queríamos llegar con esta exposición, es perfectamente cierto, los productos ecológicos son más caros, pero son más caros porque los productores reciben un pago justo por sus productos, porque la tierra descansa en los periodos que lo necesita, porque los productos no salen mágicamente todos perfectos con el mismo tamaño, olor y sabor; hay cosechas buenas y malas. Porque trabajar el campo no es una cosa que no cueste esfuerzo y dinero. Y porque, probablemente -y esto ya entra dentro de otras apreciaciones, pero ahí lo dejamos- es más justo que quien nos da de comer cobre un sueldo justo y elevado que no que lo cobre quien le da una patada a un balón o quien hace una película en Hollywood [y que conste que nos encanta el fútbol y el cine].
Sobre la cuestión del precio, os proponemos que pongamos en una balanza qué gasto debe pesar más en nuestra vida y si nos gustaría que nuestro trabajo estuviera remunerado adecuadamente. Y que pongamos en una balanza, a nivel sociedad, si necesitamos toda la comida que consumimos.
Siguiendo el mismo argumento anterior, la sobre producción tanto agrícola, como ganadera, como industrial (producimos muchos más bienes de los que necesitamos y éstos no se reparten equitativamente) tiene un fuerte impacto ambiental, ya que acaba con la biodiversidad, y producen toneladas de residuos. Además, al estar los países productores muy alejados de los países consumidores, llevar los productos de origen a destino implica inmensas emisiones de CO2, en muchos casos, perfectamente innecesarias.
Hablando una vez con una amiga, fan de los kiwis, me dijo que ella solo los compraba de Nueva Zelanda, «por su calidad». Traer 112 toneladas de kiwis (la capacidad máxima de Boeing 747, que ya que traemos que sean muchos) desde Nueva Zelanda a España emite 69.959.680 kilos de CO2, segun CeroCO2.org. En SentidoySostenibilidad lo lamentamos, pero nos duelen esas emisiones solo por un kiwi. Solo por un capricho. Sobre todo, porque en Galicia o en Asturias también hay kiwis estupendos. ¿Tiene sentido comprar manzanas chilenas, cuando en España tenemos manzanas excelentes?¿Naranjas marroquíes?¿Avellanas turcas? Ah, claro, es que son más baratas… ¿Son más baratas? Igual nuestro bolsillo paga menos por ellas en el momento de adquirirlas, pero ¿qué costes tienen añadidos? Amigos de la Tierra editó este vídeo sobre lo que llaman los Alimentos Kilométricos y sus «daños colaterales».
Efectivamente, los alimentos ecológicos y el consumo responsable están lejos de ser aún todo lo ideales que deberían ser para solucionar los grandes problemas agrícolas, ecológicos, comerciales y éticos de nuestro planeta. Como diría una abuela, «no son la purga de Benito», pero no hacer nada al respecto, aún soluciona menos cosas.
Optar por el consumo responsable no debe ser un capricho pijo ni una manera de limpiar la conciencia de cada uno, sino una apuesta firme por una forma distinta de sociedad, en la que, sin perder de vista el beneficio económico y la generación de riqueza, ésta no quede limitada a unas zonas u otras, a unos sectores u otros, a unas poblaciones u otras… Una nueva forma de vivir en el respeto por el entorno, y eso incluye a las personas, a los seres vivos, y en general al planeta entero. Una apuesta por la cercanía, la austeridad, el reparto y la justicia, que, lamentamos que a día de hoy solo suene como una cancioncilla utópica para unos pocos. Que entre otras cosas, dedicamos parte de nuestro tiempo a escribir este blog. Y que ojalá algún día deje de ser una blog curioso para convertirse en lo que aspiramos: una auténtica guía para modificar nuestro comportamiento.
*Nuestro agradecimiento a Mikel Iturriaga y al blog El Comidista, de cuyo post «La comida ecológica, ese supuesto lujo para pijos» hemos tomado prestados algunos enlaces.