El ciclo de la vida de los seres vivos es una de las mayores muestras de sostenibilidad y reutilización de todas. La materia ni se crea ni se destruye, se transforma, pero, durante siglos, los humanos, una vez finalizada su vida, han optado por querer hacer perdurar su cuerpo casi eternamente usando todo tipo de técnicas como, por ejemplo, la momificación.
A medida que la sociedad ha ido avanzando y se ha ido acomodando, la muerte también se ha vuelto más lujosa y cómoda. Lo cual no deja de ser curioso porque, una vez muertos, la comodidad no tiene ningún sentido. Aunque uno vaya a pasar la eternidad muerto, va a seguir sin sentir nada. A día de hoy, los sistemas de enterramiento habituales son cualquier cosa menos sostenibles. Ataúdes de maderas nobles, con barnices y tapizados con telas de fibras sintéticas, cruces metálicas que no se biodegradarán jamás, construcción de nichos «hacia arriba» que, desgraciadamente, convierten a nuestros seres queridos, al cabo de los años, en un residuo que acaba en una triste fosa, incineraciones que contaminan tanto en el momento de la cremación como en la ceniza resultante de la misma… ¿Es realmente necesario contaminar hasta después de muertos?
El resto de los seres vivos, cuando mueren, vuelven a la tierra, se convierten en alimento para el suelo y, por tanto, en sustrato que permite el crecimiento de nuevos seres vivos, en este caso, plantas. ¿Podríamos volver a recuperar ese ciclo vital? ¿Podríamos decir adiós a la vida para generar nueva vida?
Poco a poco, empiezan a aparecer soluciones para ser enterrados de forma sostenible. Una de mis favoritas, y en la que me gustaría pasar la eternidad es la Cápsula Mundi. Se trata de un recipiente biodegradable, en el que se deposita el cuerpo de fallecido y que se entierra en una zona de bosque o en un jardín. De esa cápsula crecerá, con el tiempo un árbol, que habrá sido alimentado con el propio fallecido.
En el Reino Unido existe una asociación que ayuda a gestionar un funeral sostenible y a encontrar una zona para ser enterrados en un entorno sostenible. Porque, hay que recordar, que aunque nos entierren en el suelo de un cementerio «convencional», estos cementerios también sufren un proceso constructivo, ocupan espacio y no respetan el entorno, con sus pesadas lápidas y sus miles de flores cortadas para morir abandonadas en una tumba. El Natural Death Centre permite organizar entierros ecológicamente responsables, por un precio razonable y en un entorno natural en el que nuestro entierro no suponga un impacto en el ambiente.
En España empiezan a aparecer algunas iniciativas similares. Entre ellas Funeco, que aboga por la creación de cementerios al estilo de parques en el los que los fallecidos en lugar de estar representados con lápidas de mármol, lo
estarían con árboles. De esta manera, no solo se cuidaría el medio ambiente sino que la experiencia «post-mortem» de los familiares
sería mucho más agradable. Y ahí, la esperanza de eternidad si se cumpliría, porque, a su muerte, un árbol vuelve a convertirse en materia para la creación de nueva vida.
Otros aspectos a tener en cuenta para un entierro sostenible son, por ejemplo, la recuperación de los materiales no biodegradables de nuestro cuerpo, como los implantes o las prótesis. También existen compañías que se dedican a recuperar estos materiales, como la holandesa Orthometals.
Por último, si ser directamente un árbol os parece un proceso demasiado largo, en Suecia la empresa Promessa convierte, mediante un proceso de vibración y uso de nitrógeno líquido, al fallecido en abono útil para la alimentación de cualquier tipo de sembrados.
Si estos sistemas resultan demasiado poco tradicionales para tus seres queridos, aún quedan opciones. Ataúdes de madera FSC, barnizados y pintados con pinturas al agua y otras opciones menos agresivas que las tradicionales están llegando poco a poco a los servicios funerarios de la mayoría de ciudades.